En estos tiempos sombríos bajo la acción peligrosa de la Covid-19 un manto de temor y de angustia se extiende sobre nuestras vidas. Vivimos cansados existencialmente, por las personas queridas que perdemos, por las amenazas de contaminarnos y todavía más por no poder entrever cuándo va a acabar todo esto. ¿Qué vendrá después?
Un israelita piadoso que pasó por la misma angustia nos dejó retratada su situación en el famoso salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta”. En él hay un verso que viene justamente a propósito de nuestra situación: “Aunque camine por el valle de la muerte nada temeré, porque tú vas conmigo”.
La muerte bíblicamente debe ser entendida no solo como el fin de la vida, sinoexistencialmente como la experiencia de crisis profundas tales como grave peligro de la vida, persecución feroz de enemigos, humillación, exclusión y soledad devastadora. Se habla entonces de descender a los infiernos de la condición humana.
Cuando se reza en el credo cristiano que Jesús descendió a losinfiernos, se quiere expresar que conoció la soledad extrema y el abandono absoluto, hasta por parte de su Padre (cf. Mc 15,34). Él pasó efectivamente por el valle de la sombra de la muerte, por el infierno de la condición humana. Es consolador, entonces, oír la palabra del Buen Pastor: “no temas, yo estoy contigo”.
Nuestro gran novelista João Guimarães Rosa en Grande Sertão: Veredas bien observó: “vivir es peligroso”. Nos sentimos expulsados del jardín del Edén. Estamos siempre buscando construir un paraíso posible. Vivimos haciendo travesías arriesgadas. Nos acechan amenazas por todas partes. Y en este momento con el virus, como nunca antes.
Por más que nos esforcemos y las sociedades se organicen para ello, nunca podemos controlar todos los factores de riesgo. La Covid-19 nos ha mostradola imprevisibilidad y nuestra vulnerabilidad. Por eso es dramática y a veces trágica la travesía humana. Al final, cuando se trata de asegurar nuestra vida, nos vemos forzados a confiarnos, más allá de la medicina y de la técnica, a un Mayor que puede llevarnos “a verdes praderas y fuentes tranquilas”, a Dios-Buen-Pastor. Esa entrega supera la desesperanza.
Alarguemos un poco el horizonte: un gran dramatismo pesa sobre el futuro de la vida y de la biosfera. Miles de especies están desapareciendo por causa de la codicia y la falta de cuidado humano. El calentamiento creciente del Planeta unido a la escasez de agua potable puede confrontarnos con una crisis dramática de alimentación. Puede darse el desplazamiento de millones de personas en busca de su supervivencia, amenazando el ya frágil equilibrio político y social de las naciones.
Aquí cabe invocar de nuevo al Pastor del universo, Aquel que tiene poder sobre el curso de los tiempos y de los climas, para que cree situaciones oportunas y suscite el sentido de la solidaridad y de la responsabilidad en los pueblos y en los jefes de Estado.
Lo que hoy destruye nuestra alegría de vivir es el miedo. Es consecuencia deun tipo de sociedad que se ha construido en los últimos siglos asentada sobre la competición y no sobre la cooperación, sobre la voluntad de acumulación de bienes materiales, el consumismo, y sobre el uso de la violencia como forma de resolver los problemas personales y sociales.
Lo que invalida el miedo y sus secuelas es el cuidado de unos a otros, especialmente ahora, para no contaminarnos con el virus ni contaminar a los demás. El cuidado es fundamental para entender la vida y las relaciones entre todos los seres. Sin cuidado la vida no nace ni se reproduce. Cuidar de alguien es más que administrar sus intereses, es implicarse afectivamente con él/ella,preocuparse por su bienestar, sentirse corresponsable de su destino. Por eso, todo lo que amamos también lo cuidamos y todo lo que cuidamos también lo amamos.
El cuidado es también el anticipador previo de los comportamientos para que sus efectos sean buenos y fortalezcan la convivencia.
Una sociedad que se rige por el cuidado de la Casa Común, la Tierra, elcuidado de los ecosistemas que garantizan las condiciones de la biosfera y de nuestra vida, el cuidado de la seguridad alimentaria de cada uno de los seres humanos, el cuidado del agua dulce, el bien más escaso de la naturaleza, elcuidado de la salud de las personas, especialmente de las más desfavorecidas,el cuidado de las relaciones sociales más participativas, equitativas, justas y pacíficas, el cuidado del ambiente espiritual de la cultura para que todos puedan vivir con sentido, vivenciar y acoger sin mayores dramas las limitaciones, la vejez y la travesía de la muerte, esa sociedad de cuidado gozará de paz y concordia, necesarias para la convivialidad humana.
Es reconfortante, en medio de nuestras tribulaciones actuales, amenazados por la Covid-19, oír a Aquel que nos susurra: “No temas, yo estoy contigo” (Salmo 23) y a través de Isaías nos asegura: “no receles que yo soy tu Dios, yo te fortalezco, yo te ayudo, yo te sostengo en la palma de mi mano” (Is 41,10).
De esta forma, nuestra vida personal adquiere cierta levedad y conserva, aun en medio de peligros y amenazas, una serena jovialidad al sentir que jamás estamos solos. Dios camina en nuestro mismo caminar como Buen Pastor que cuida para que “nada nos falte”.
*Leonardo Boff es teólogo y filósofo ha escrito: El Señor es mi pastor: consuelo divino para el desamparo humano, Sal Terrae 2007.Traducción de Mª José Gavito Milano
In these dark times under the dangerous action of Covid-19 a mantle of fear and anguish extends over our lives. We live existentially weary, because of the loved ones we have lost, because of the threats of being contaminated, and even more because we don’t see when it will all end. What will come next?
A pious Israelite went through the anguish table and left us a picture of his situation in the famous Psalm 23: “The Lord is my shepherd; I shall not want. In it there is a verse that comes in handy exactly for our situation: “Though I should pass through the valley of death, I will fear nothing, for you go with me”.
Biblically, death is to be understood not only as the end of life, but existentially as the experience of profound crises such as severe life-threatening, fierce persecution by enemies, humiliation, exclusion, and devastating loneliness. It speaks then, of descending into the hells of the human condition.
When we say in the Christian creed that Jesus descended into hell, we mean that he experienced extreme loneliness and absolute abandonment, even by his Father (cf. Mk 15:34). He effectively passed through the valley of the shadow of death, the hell of the human condition. It is consoling, then, to hear the words of the Good Shepherd: “Fear not, I am with you”.
Our great novelist João Guimarães Rosa in Grande Sertão:Veredas observed well: “living is dangerous. We feel expelled from the garden of Eden. We are always trying to build a possible paradise. We live in risky crossings. Threats lurk everywhere. And at this moment with the virus, like never before.
No matter how hard we try, and how well societies organize themselves, we can never control all the risk factors. Covid-19 has shown us the unpredictability and our vulnerability That is why the human crossing is dramatic and sometimes tragic. In the end, when it comes to securing our lives, we are forced to entrust ourselves, beyond medicine and technology, to a Greater One who can lead us “to green pastures and quiet springs,” to the Good Shepherd God. This entrustment overcomes hopelessness.
Let’s widen the horizon a little: great drama weighs upon the future of life and the biosphere. Thousands of species are disappearing because of human greed and negligence. The increasing warming of the planet together with the scarcity of drinking water may confront us with a dramatic food crisis. Millions of people may be displaced in search of survival, threatening the already fragile political and social balance of nations.
Here we must invoke once again the Shepherd of the universe, the One who has power over the course of time and climate to create opportune situations and arouse a sense of solidarity and responsibility in the peoples and heads of state.
Today what destroys our joy of living is fear. It is the consequence of a type of society that has been built in the last centuries based on competition and not on cooperation, on the will to accumulate material goods, on consumerism, and on the use of violence as a way to solve personal and social problems.
What invalidates fear and its sequels is the care for each other, especially now, so as not to be contaminated by the virus and not to contaminate others. Care is fundamental for us to understand life and the relationships between all beings. Without care, life is not born or reproduced. Caring for someone is more than managing their interests, it is getting affectively involved with them, caring for their well-being, and feeling co-responsible for their destiny. For this reason, everything we love we also care for and everything we care for we also love.
Caring is also the anticipator of behaviors so that their effects are good and strengthen coexistence.
A society that is governed by care, for the Common House, the Earth, care for the ecosystems that guarantee the conditions of the biosphere and of our life, care for the food security of every single human being, care for fresh water, nature’s most echosen good, care for people’s health, especially for the most deprived, care, caring for the spiritual environment of culture, so that everyone can live a meaningful life, experience and welcome limitations, aging, and the passing of death without major drama, this caring society will enjoy the peace and harmony necessary for human coexistence.
It is comforting, in the midst of our current tribulations, threatened by Covid-19, to hear the One who whispers to us: “Do not be afraid, I am with you” (Psalm 23) and through Isaiah assures us: “Do not be afraid, for I am your God; I will strengthen you, yes, I will help you, yes, I will support you in the palm of my hand” (Is 41:10).
In this way, our personal life takes on a certain lightness and, even in the midst of risks and threats, it retains a serene youthfulness as we feel that we are never alone. God walks in our own walk as the Good Shepherd who takes care that “we lack nothing”.
Leonardo Boff is a theologian and philosopher: The Lord is my shepherd: divine consolation for human helplessness, Orbis Books, 2013.
Nestes tempos sombrios sob a ação perigosa do Covid-19 um manto de temor e de angústia se estende sobre nossas vidas. Vivemos cansados existencialmente, pelas pessoas queridas que perdemos, pelas ameaças de sermos contaminados e ainda mais por não entrevermos quando tudo isso vai acabar. O que virá depois?
taUm israelita piedoso passou pela mesa angústia e nos deixou retrada a sua situação no famoso salmo 23:”O Senhor é meu pastor e nada me falta”. Nele há um verso que vem a calhar exatamente para a nossa situação:”Ainda que devesse passar pelo vale da morte, nada temerei porque tu vais comigo”.
Morte biblicamente, deve ser entendida não apenas como o fim da vida, mas existencialmente como a experiência de crises profundas como grave risco de vida, perseguição feroz de inimigos, humilhação, exclusão e solidão devastadora. Fala-se então, de descer aos infernos da condição humana.
Quando se reza no credo cristão que Jesus desceu aos infernos se quer expressar que ele conheceu a solidão extrema e o absoluto abandono, até por parte de seu Pai (cf. Mc 15,34). Ele passou, efetivamente, pelo vale da sombra de morte, pelo inferno da condição humana. É consolador, então, ouvir a palavra do Bom Pastor:”não temas eu estou contigo”.
Nosso grande romancista João Guimarães Rosa em Grande Sertão:Veredas bem observou: “viver é perigoso”. Sentimo-nos expulsos do jardim do Eden. Estamos sempre buscando construir um paraíso possível. Vivemos fazendo travessias arriscadas. Ameaças nos espreitam por todos os lados. E nesse momento com o vírus, como nunca antes.
Por mais que nos esforcemos e as sociedades para isso se organizem, nunca podemos controlar todos os fatores de risco. O Covid-19 nos mostrou a imprevisibilidade e a nossa vulnerabilidade Por isso, é dramática e, por vezes trágica, a travessia humana. No termo, quando se trata de assegurar nossa vida, somos forçados a nos confiar, além da medicina e da técnica, a um Maior que pode levar-nos”a pastagens verdejantes e à fontes tranqulas”, ao Deus-Bom-Pastor. Essa entrega supera a desesperança.
Alarguemos um pouco o horiconte: grande dramaticidade pesa sobre o futuro da vida e da biosfera. Milhares de espécies estão desparecendo por causa da cobiça e da incúria humana. O aquecimento crescente do Planeta unido à escassez de água potável pode nos confrontar com uma crise dramática de alimentação. Milhões poderão se deslocar em busca da sobrevivência ameaçando o já frágil equilíbrio político e social das nações.
Aqui cabe invocar de novo o Pastor do universo, Aquele que tem poder sobre o curso dos tempos e dos climas para que crie situações oportunas e suscite o sentido da solidariedade e da responsabilidade nos povos e nos chefes de Estado.
Hoje o que destrói nossa alegria de viver é o medo. É consequência de um tipo de sociedade que se construiu nos últimos séculos assentada sobre a competição e não sobre a cooperação, sobre a vontade acumulação de bens materiais, o consumismo e sobre o uso da violência como forma de resolver os problemas pessoais e sociais.
O que invalida o medo e suas sequelas é o cuidado de uns para com os outros, especialmente agora, para não sermos contaminado pelo viírus nem contaminar os outros. O cuidado é fundamental para entendermos a vida e as relações entre todos os seres. Sem cuidado a vida não nasce nem se reproduz. Cuidar de alguém é mais que administrar seus interesses, é envolver-se afetivamente com ele, importar-se pelo seu bem-estar, é sentir-se corresponsável pelo seu destino. Por isso, tudo o que amamos também cuidamos e tudo o que cuidamos também amamos.
O cuidado é também o antecipador prévio dos comportamentos para que seus efeitos sejam bons e fortaleçam a convivência.
Uma sociedade que se rege pelo cuidado, pela Casa Comum, a Terra, cuidado com os ecosistemas que garantem as condições da biosfera e de nossa vida, cuidado com a segurança alimentar de cada um dos seres humanos, cuidado com água doce, o bem mais ecasso da natureza, cuidado com a saúde das pessoas, especialmente das mais desprovidas, cuidado, com relações sociais mais participativas, equitativas, justas e pacíficas, cuidado com o ambiente espiritual da cultura para que todos possam viver com sentido, vivenciar e acolher, sem maiores dramas, as limitações, o envelhecimento e a travessia da morte, essa sociedade de cuidado gozará de paz e concórdia, necessárias para a convivialidade humana.
É confortador, no meio de nossas tribulações atuais, ameaçados pelo Covid-19, ouvir Aquele que nos sussurra:”Não temas, eu estou contigo”(Salmo 23) e através de Isaías nos assegura:”não olhes apreensivo, pois eu sou teu Deus, eu te fortaleço sim, eu te ajudo, sim, eu te sustento na palma de minha mão”(Is 41,10).
Desta forma, nossa vida pessoal ganha certa leveza e conserva, mesmo no meio de riscos e ameaças, serena jovialidade ao sentirmos que jamais estamos sós. Deus caminha em nosso próprio caminhar como o Bom Pastor que cuida para que “nada nos falte”.
Leonardo Boff é teólogo e filósofo e escreveu: O Senhor é meu pastor: consolo divino para o desamparo humano, Vozes 2013.
Cambiamo il modo di vivere nella Casa Comune o la Terra può non volere più la nostra specie umana così distruttiva
25/08/2021di AlbertoDeambrogio
Alberto Deambrogio intervista Leonardo Boff
Leonardo Boff, nato a Concórdia (Santa Catarina, Brasile) nel 1938, è tra i padri fondatori della Teologia della Liberazione ed è esponente di punta dell’ecoteologia. Ha occupato per 22 anni la cattedra di teologia sistematica ed ecumenica all’Istituto teologico francescano di Petrópolis, in Brasile. Ha in seguito ottenuto il dottorato in Filosofia presso l’Università dello Stato di Rio de Janeiro, dove ha insegnato Etica, Filosofia della Religione ed Ecologia Filosofica. Condannato nel 1985 dalla Congregazione per la Dottrina della Fede per le tesi esposte nel suo libro Chiesa, carisma e potere, ha lasciato nel 1992 l’ordine francescano (in cui era entrato nel 1959), proseguendo la sua attività come teologo laico. Ha vinto il Premio Nobel alternativo della Pace del 2001 e ha ricevuto da diverse università la laurea honoris causa anche quella di politica dall’ Università di Torino dalle mani di Norberto Bobbio. Ha scritto circa cento libri di teologia, filosofia, etica, spiritualità ed ecologia. Egli ha voluto rispondere alle domande che seguono: gli siamo infinitamente grati.
Alberto Deambrogio: In Italia leggiamo attoniti, ogni giorno, i dati relativi ai contagi e alle morti per Coronavirus in Brasile. In realtà quei numeri sono non solo impressionanti, ma inaccettabili perché sappiamo che dietro di essi c’è una precisa scelta politica da parte del Presidente del paese. Vuoi provare a restituirci una immagine sintetica della crisi complessiva che attraversa la società brasiliana, della sua fascistizzazione voluta e costruita da Jair Bolsonaro?
Leonardo Boff: L’attuale presidente Jair Bolsonaro, i cui i nonni sono italiani del Nord, è un militare che è stato messo in pensione perché considerato psichicamente disturbato. Come parlamentare per tre volte non ha mai fatto niente. È stato eletto presidente mediante una campagna massiva di fake news e diffamazioni. Era direttamente un discorso di odio e di chiara difesa della dittatura militare contro la democrazia. Gli strati ricchi della nostra società non hanno mai hanno accettato come presidente uno che veniva dal basso, dai gruppi popolari come Lula. Loro sono stati e ancora sono i grandi alleati di Bolsonaro. Per evitare il Partito dei Lavoratori (PT) di Lula e il suo candidato, qualcuno doveva diventare presidente: Bolsonaro è di estrema destra e ha detto che non aveva nessun progetto politico, se non quello di smontare tutto quello che negli ultimi 50 anni si è fatto in termini di diritti sociali, di apertura alla popolazione povera e nera, all’ università e alle altre conquiste del popolo organizzato. Egli direttamente predicava una politica contro i popoli indigeni, gli omosessuali e contro la questione di genere. Quando è arrivato il Covid-19 lo considerò come una semplice raffreddore. Si è opposto alla scienza e a tutti i vaccini. Ha propagandato la cura del virus con la clorochina, scientificamente inefficace. Ha fatto apertamente campagna contro il distanziamento personale, l’uso della mascherina e ha favorito gli assembramenti di persone. La sua opzione fondamentale era per la contaminazione di massa, per ottenere l’effetto gregge conto il virus. Questa politica è costata la morte di migliaia di persone che con un altro approccio sarebbero ancora vive. A Manaus in Amazzonia si è sperimentata sul campo questa politica letale: è stata una vera strage con centinaia di morti. Bolsonaro non ha mai mostrato empatia con le vittime e mai ha visitato un ospedale. Ha nominato un militare come ministro della salute, una persona che non capiva niente di medicina e del virus. La conseguenza è che adesso abbiamo circa 560.000 morti e 20 milioni di infettati. Una commissione parlamentare è stata costituita per denunciare le omissione e altri crimini contro la salute di tutto un popolo. È molto probabile che Bolsonaro sia condannato qui in Brasile e sia denunciato anche alla Corte Penale Internazionale per i Crimini contro l’umanità dell’Aia in Olanda.
A.D.: Nelle scorse settimane enormi manifestazioni popolari hanno scosso il paese. Ancora una volta i movimenti brasiliani hanno dimostrato la loro vitalità, la loro autonomia e capacità organizzativa. Puoi dirci come essi hanno affrontato questo difficile periodo di pandemia? Hanno dovuto modificare le loro modalità di azione ed espressione? Esiste un collegamento effettivo tra movimenti di ispirazione diversa (lavoro, ambiente, indigenismo, LGBTQ+, contadini) in grado di proporre convergenze di lotta comuni?
L.B.: Il guaio nostro è che abbiamo un Parlamento estremamente debole e di destra con istituzioni statali contaminate dalla corruzione e insensibili al disastro collettivo. Il presidente Bolsonaro ha optato per l’economia e non per la vita e la salute del popolo. Ha promosso il lavoro nelle grandi ditte che non rispettano le misure igieniche di sicurezza, lasciando correre la vita come se tutto fosse normale. Le manifestazioni non sono state forti a sufficienza per creare una vera opposizione al governo, specialmente rispetto al pericolo di contagio del virus. Si è creato una specie di trauma nazionale che impedisce le manifestazioni: tutti ostaggi della paura, specialmente per la perdita dei posti di lavoro. Ora ci sono circa 16 milioni di persone senza lavoro. C’è fame e miseria come mai nella nostra storia. C’è un clima di sconforto e di inerzia complessiva al punto di non riuscire a vedere una luce in fondo al tunnel di questa tragedia. Non si alzano voci profetiche nella Chiesa cattolica come al tempo della dittatura militare con vescovi come Helder Camara e il cardinale Arns di San Paolo. Bolsonaro ha militarizzato i posti più importanti del governo: sono più di 6 mila i militari in posti importanti della amministrazione.
A.D.: Tutti noi in Italia speriamo che Lula possa diventare il nuovo Presidente del Brasile. Dopo il lungo, ingiusto, doloroso purgatorio in cui egli ha dovuto sopportare pazientemente il peso di una azione illegale (come del resto anche Dilma), ora egli sembra aver riguadagnato pienamente la scena politica e la fiducia di molt@ militant@ e cittadin@. La sua statura è indiscutibile e si riconosce, ancora una volta, nel momento in cui richiama alla responsabilità per i vaccini anti-covid per tutt@ nel mondo. Non posso non ricordare, però, che tu stesso, prima delle olimpiadi brasiliane di 5 anni fa avesti parole molto precise e critiche per il governo allora in carica. Le tue parole, se ricordo bene, dicevano più o meno: attenzione, con le vostre scelte siete ad un passo dal mutare natura! Come vedi il futuro politico del Brasile, il possibile nuovo reincarico a Lula? Quali sono gli insegnamenti del passato che non dovrebbero essere dimenticati da un eventuale nuovo governo che liberi da Bolsonaro?
L.B.: Lula ha sopportato pazientemente più di 500 giorni di prigione ingiusta. Io sono stato il primo a visitarlo nel carcere e ho potuto avvertire la sua volontà di continuare nella sua missione per liberare i poveri dalla dominazione neocoloniale ancora vigente nel Paese. Questo lo ha maturato e, libero, ha guadagnato il rispetto di tutti, anche dei suoi nemici. Adesso percorre tutto il Paese per suscitare la speranza e creare le condizioni popolari per un governo capace di recuperare tutto quello che è stato sistematicamente distrutto. Secondo le intenzioni di voto Lula è largamente il preferito, lasciando Bolsonaro 30-40 punti indietro. Sicuramente sarà eletto se non ci sarà qualche intervento militare per evitarlo oppure un’azione da parte del sistema mondiale di accumulazione, che vede in Lula una alternativa al dominio mondiale del capitalismo. Lui ha inserito nel suo discorso quello che non era molto presente nel suo governo, la questione ecologica, come tema strategico per l’umanità e la funzione importante del Brasile in ragione delle risorse naturali abbondantissime, segnatamente l’acqua potabile e la biodiversità nella parte amazzonica.
A.D.: Edgar Morin ha detto che occorre “porre fine a quell’umanesimo tracotante che continuava a credere che noi fossimo il soggetto del mondo e che, in fin dei conti, il mondo fosse stato creato per noi”. Egli ha poi messo in luce come serva un’idea nuova di sapere, di scienza, così come di educazione critica. Tu che nel tuo cammino spirituale hai messo a punto un originale e prezioso connubio con la scienza, quella della terra e quella cosmologica in particolare, che idea ti sei fatto del suo ruolo nella nostra società? Quali sono le possibilità e i pericoli che essa ci prospetta?
L.B.: Io non mi sento né pessimista né ottimista, bensì un realista critico. Vedo chiaramente che dobbiamo cambiare il paradigma di civilizzazione se vogliamo ancora vivere in questo pianeta Terra. Per me questo è stato molto evidenziato da Papa Francesco nella enciclica Fratelli tutti. Secondo l’enciclica, bisogna attuare un cambiamento radicale della società umana: passare dall’essere umano come dominus (padrone e signore) della Terra senza sentirsi parte della natura al frater (fratello/sorella) insieme con tutti gli esseri umani e con tutte le altre creature, sia nel senso mistico di San Francesco, sia nel senso moderno che ha verificato che tutti gli esseri viventi hanno la stesa base biologica, dalla cellula originaria, di 3,8 milioni di anni fa, passando per i dinosauri e arrivando a noi umani. Formiamo la grande comunità della vita, nella stessa Casa Comune. Urgentemente dobbiamo attuare il cambiamento da una cultura di accumulazioni di beni materiali per il consumo senza ragioni e di ricchezza per un piccolo gruppo, a una cultura di beni umano-spirituali fondati sulla la solidarietà, la collaborazione, la cura degli uni verso gli altri e della natura; una cultura la cui centralità è la vita e l’amore sociale. Senza questa conversione paradigmatica vale la parola del Papa nella Fratelli tutti: ci salviamo tutti o nessuno si salva. Io dubito fortemente che il sistema capitalista e neoliberista abbia la sufficiente volontà politica e la saggezza per fare questo passo. Sospetto che andiamo in direzione di una grande tragedia ecologico-sociale che può mettere a rischio la sopravvivenza della vita umana e di altre forme di vita. Però, come credente, spero che sia vero quello che si dice nel Libro della Saggezza: ”Dio è l’appassionato amante della vita”(11,26). Spero che non lascerà finire l’umanità in una forma così miserabile. Tutto dipende dalla nostra relazione con la Madre Terra e con la natura: se è amicale, rispettosa dei sui ritmi o se è di devastazione. Siamo dentro la sesta distruzione di vite nella nuova era dell’antropocene. Cambiamo il modo di vivere nella Casa Comune o la Terra può non volere più la nostra specie umana così distruttiva nei confronti di tutte le altre forme di vita.
A.D.: La Teologia della Liberazione ha continuato ad essere momento di ispirazione per moltissimi uomini e donne in America latina e nel mondo anche in anni di estrema difficoltà per la sua pratica e sviluppo effettivi. Ora che le condizioni generali sembrano essere più favorevoli, puoi dirci verso quali obiettivi e verso quali nuove elaborazioni la T.d.L. vuole volgersi? Insomma: quali sono i semi più promettenti di una teologia per troppo tempo marginalizzata e invece così feconda e capace di offrire frutti?
L.B.: Non dobbiamo dimenticare che siamo stati per 34 anni sotto la direzione ecclesiale di due Papi conservatori: Giovani Paolo II e Benedetto XVI. Questi mai hanno capito l’intuizione fondamentale di questo tipo di teologia che era ed è strettamente evangelica: opzione per i poveri, contro la povertà, per la giustizia sociale e la loro liberazione. I due erano ostaggi dell’ideologia dominante dell’anticomunismo, dominante in Occidente durante il periodo della guerra fredda. Oggi con la crescita della povertà mondiale, specialmente adesso sotto il Covid-19, questo tipo di teologia assume una attualità indubitabile. Chiede a tutti di avere compassione verso i sofferenti di questo mondo, gli affamati e disperati per la perdita di ciò che amano. Fino a che esisterà un povero, vittima dell’oppressione, che grida, sempre ci sarà qualcuno, che nello spirito di Gesù ascolterà questo grido; anche quello della Terra. E s’impegnerà per la sua liberazione. Riflettendo su questa pratica si svilupperà una teologia della liberazione. Oggi la sfida più urgente di questa teologia è ascoltare simultaneamente il grido dei poveri e il grido della Terra. Entrambi sono crocifissi, bisogna farli scendere dalla croce e farli vivere.
A.D.: In ultimo: tu, fin dall’inizio del suo pontificato, hai avuto parole positive, promettenti e incoraggianti per Papa Francesco. Che giudizio ti senti di dare ora, a questo punto, del sentiero stretto di Bergoglio? Te lo chiedo soprattutto da un punto di vista sociale e pastorale…
L.B.: Per me Bergoglio, fatto vescovo di Roma e di conseguenza Papa della Chiesa universale con il nome di Francesco, è un dono di Dio anzi tutto per l’umanità e anche per la Chiesa. Il nome Francesco è tutto un programma: ascoltare i poveri umani e la Terra crocifissa, denunciare i responsabili della situazione ecologicamente drammatica del mondo, un sistema che uccide vita della natura e vite umane, un sistema assassino. Questo tipo di mondo deve finire. Non il mondo ma questo tipo di mondo. Credo che il Covid-19 ci abbia dato un segno e anche una lezione. Non possiamo continuare nella solita, vecchia normalità perché essa è troppo crudele e senza pietà. Bisogna fare una conversione radicale ecologica e sociale se vogliamo avere un futuro. Altrimenti la Terra ci manderà tutta una gamma di nuovi virus, forse ancora più letali del coronavirus stesso. Papa Francesco nonostante questa tragica situazione, suscita speranza nella capacità di trasformazione degli esseri umani e in particolare nel Dio vivente, che attraverso l’Uomo di Nazareth ha assunto la nostra umanità, che attraverso la sua risurrezione e l’assunzione di Maria con tutta la sua umanità stanno già nel seno della Trinità. Qualcosa di nostro è già eternizzato. Per me Papa Francesco è il leader più importante dell’umanità e del cristianesimo, specialmente a fronte della mancanza di voci profetiche nella società e nella politica mondiale.