Una escalada en la guerra Rusia-Ucrania puede poner en peligro la vida sobre la Tierra

Leonardo Boff*

Se oye hablar cada vez más de una escalada en la guerra entre Rusia y Ucrania, provocada por el propio Putin al admitir, eventualmente, el uso de armas nucleares tácticas. No destruyen mucho pero la radioactividad emitida podrá volver la región inhabitable durante muchos años. La razón básica es que Rusia no puede perder la guerra.

Esta situación se agravó cuando la OTAN, por presión de Estados Unidos, extendió su acción ofensiva del Atlántico al Pacífico con la adhesión de Japón, de Corea del Sur, de Australia y de Nueva Zelanda. La OTAN se sometió vergonzosamente a la voluntad imperial de los USA. Parece que no aprendió nada de las dos guerras del siglo XX en Europa que causaron 100 millones de víctimas.

Hoy se sabe que detrás de la guerra que sucede en Ucrania está el enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia/China para ver quien se hace con el dominio geopolítico del mundo. Hasta ahora existía un mundo unipolar con total predominio de los Estados Unidos. 

Nuestro maestro en geopolítica Luiz Alberto Moniz Bandeira (1935-2017) en su minucioso libro El desorden mundial:el espectro de la dominación total (Civilização Brasileira,RJ 2016), señaló claramente los tres mantras fundamentales del Pentágono y de la política exterior norteamericana: (1) un mundo-un imperio (USA); (2) full spectrum dominance: dominar todo el espectro de la realidad, en la tierra, en el mar y en el aire con cerca de 800 bases militares repartidas por todo el mundo; (3) desestabilizar todos los gobiernos de los países que resisten o se oponen a esta estrategia imperial, como ocurrió en Honduras, en Bolivia y en Brasil con el golpe contra Dilma Rousseff en 2016 y posteriormente con la injusta prisión de Lula.

Los USA no desisten de su propósito de ser la única potencia mundial. Pero ocurre que el imperio norteamericano está a la deriva por más que apele todavía a su excepcionalidad y al “destino manifiesto”, según el cual Estados Unidos sería el nuevo pueblo de Dios que llevará a las naciones la democracia, la libertad y los derechos (entendidos siempre dentro del código capitalista).

Sin embargo, Rusia se ha armado con potentes armas nucleares, con misiles inatacables, y disputa formar parte del liderazgo en el proceso de globalización. China ha irrumpido con proyectos nuevos como la ruta de la seda y como una potencia económica que ya ha superado a la norteamericana. Paralelamente, ha surgido el Sur Global, un grupo de países BRICS en el que Brasil participa. En otras palabras, ya no existe un mundo unipolar, sino un mundo multipolar.

Este hecho exaspera la arrogancia de los supremacistas neocons que afirman que es necesario continuar la guerra en Ucrania para sangrar y eventualmente arrasar a Rusia y neutralizar a China para enfrentarse a ella en una fase posterior. De esta forma se volvería al mundo unipolar.

He aquí los elementos que podrían conducir a una tercera guerra mundial, que será terminal. El Papa Francisco con su clara intuición ha dicho repetidas veces que ya estamos en una “tercera guerra mundial por partes”. Por eso insiste en tono casi desesperado (aunque personalmente esperanzado) que “todos estamos en el mismo barco; o nos salvamos todos o no se salvará nadie” (Fratelli tutti n.32). Es la razón que se ha vuelto irracional y enloquecida. Y António Guterres, Secretario General de la ONU, ha repetido a menudo: “la única alternativa es la cooperación entre todos o el suicidio colectivo”. 

¿Por qué el Occidente europeo optó por la voluntad de poder y no por la voluntad de vivir de los pacifistas como Albert Schweitzer, Leon Tolstói, Mahatma Gandhi, Luther King Jr y Don Helder Câmara? ¿Por qué Europa que ha producido una gran cultura y muchos genios, santos y santas, ha escogido este camino que puede devastar todo el planeta y hacerlo inhabitable? ¿Por qué ha dejado irrumpir, sin control, el más peligroso de los arquetipos, según C.G.Jung, el del poder, capaz de autodestruirnos? Es un misterio de la historia humana a ser descifrado.

En Dios vivo y fuente de vida ponemos nuestra última esperanza. Esto sobrepasa los límites de la ciencia y de la razón instrumental-analítica. Es el salto de la fe que es también una virtualidad presente en el proceso global cosmogénico. La alternativa a esta esperanza son las tinieblas. Pero la luz tiene más derecho que las tinieblas. En esa luz creemos y esperamos.

*Leonardo Boff ha escrito En busca de la justa medida: el pescador ambicioso y el pez encantado,Vozes 2022 y Habitar la Tierra:¿cuál es el camino para la fraternidad universal?, Vozes 2021.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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Un Papa que ama al modo de Jesús

                               Leonardo Boff*

El día 13 de marzo la Iglesia celebró 10 años de pontificado

del Papa Francisco. Es la primera vez en la historia de la Iglesia que es elegido un Papa fuera de la galaxia del cristianismo europeo. Y con razón, pues la vitalidad del mensaje evangélico se

ha enraizado en las culturas no-europeas en las cuales vive numéricamente la mayoría de los católicos. Resaltamos algunas características de su pontificado.

La más importante de ellas ha sido la nueva atmósfera creada dentro de la comunidad cristiana a nivel mundial. Hemos salido de un invierno, de los últimos Papas, y se ha inaugurado una primavera. Ya no predomina la doctrina, sino la vida concreta de la fe. Ya no hay miedo y condenaciones, sino gran libertad de expresión y de participación, especialmente de las mujeres en cargos importantes dentro del Vaticano.

El Papa Francisco ha encarnado una nueva manera de ser Papa. No vive en el palacio pontificio, sino en una casa de huéspedes, Santa Marta. Rechaza cualquier privilegio. Vive en su cuarto de huéspedes. Hay otro reservado para recibir a la gente. Hace cola para servirse la comida. Con humor, pensando en hechos del pasado, dice “así es más difícil que me envenenen”. Vive una pobreza franciscana, despojándose de todos los símbolos de poder.

Ha abierto una nueva perspectiva en la Iglesia. Si antes era un castillo fortificado contra los errores del mundo, ahora es “una

Iglesia-hospital-de-campaña” que acoge a todos, sin preguntar su origen o su situación moral. Como él mismo subraya: “es una Iglesia en salida hacia las periferias existenciales”, que pega su oído al grito de los que sufren en este mundo.

Ha dado centralidad a los pobres. Escogió el nombre de Francisco para rescatar la figura de San Francisco, el poverello de Asís. En su primera aparición dijo claramente: quiero una Iglesia de pobres y una Iglesia con los pobres. Poco importa que el pobre sea cristiano o musulmán: le lava los pies el Jueves Santo.

Su principal inspiración es el Jesús histórico, artesano, contador de historias, defensor de todos los que tienen menos vida, curándolos de sus dolencias, enjugando sus lágrimas e incluso resucitando muertos. Llama a Dios, Abbá = “papá” sintiéndose su Hijo querido. Ama a todos a la manera de ese Dios-Abbá, bien expresado en el evangelio de San Juan: “si alguien viene a mí yo no le echaré fuera” (Jn 6,37). Podía ser una adúltera, un teólogo angustiado como Nicodemo que va a buscarlo por la noche, una mujer extranjera siriofenicia o un oficial romano. A todos acoge afectuosamente.

Ha dejado claro muchas veces que Jesús no vino a crear una nueva

religión, sino que vino a enseñarnos a vivir el amor incondicional, la solidaridad, la compasión y el perdón. Las doctrinas están ahí y

no hay por qué no darles importancia. Pero sólo con ellas no se llega al corazón humano. Se necesita ternura y amor. Lo que convence a las personas y las deja fascinadas es su predicación ininterrumpida sobre la importancia de esa ternura que abraza al otro y que vale también para la política, como lo dice claramente en su encíclica Fratelli tutti.

Pero para él, el punto central de su predicación es la misericordia. 

Es la característica personal de Jesús y se enraíza en la esencia de

Dios mismo. Nadie puede poner límites a la misericordia de Dios que alcanza incluso al peor de los pecadores. Dios no puede perder a ningún hijo o hija que ha creado con amor. Él no puede perder nunca. Por eso afirma que la condenación es solo para este mundo. Todos están destinados, por esta misericordia ilimitada, a participar del Reino bienaventurado de la Trinidad, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

El mensaje de Jesús no es solo bueno desde la perspectiva de la

vida eterna. También debe ser bueno para esta vida y para la

propia Madre Tierra. Su encíclica “cómo cuidar de la Casa

Común: Laudato Sì” (2015) lo sitúa, según notables ecólogos, a la cabeza de la reflexión ecológica mundial. No se trata de una ecología verde, sino de una ecología integral: abarca lo ambiental, lo político, lo social, lo cultural, la vida cotidiana y la vida del espíritu. No se trata de una técnica para curar las heridas del cuerpo de la Madre Tierra, sino del arte de vivir en comunión con ella y con todas las demás criaturas, abrazadas como hermanas y hermanos. Está tan preocupado por el futuro de la vida que en su otra encíclica, Fratelli tutti (2020), dice con palabras muy serias: “o nos salvamos todos o nadie se salva”.

No obstante los nubarrones que amenazan nuestro futuro, se muestra esperanzado. Confía en la esperanza como el principio, o mejor dicho, como el motor que trabaja siempre dentro de nosotros, buscando mejores caminos, proyectando utopías viables y despejando la oscuridad de nuestra historia. Se expresa por estas palabras al final de su encíclica “Cómo cuidar de la Casa Común”: “Caminemos cantando, que nuestras luchas y la preocupación por este planeta no nos quiten la alegría de la esperanza”.

En fin, estamos delante de una figura de especial densidad humana, testimonio de una fe y una esperanza inquebrantables de que atravesaremos los sombríos tiempos actuales rumbo a una

biocivilización en la cual podamos hermanarnos entre todos, la naturaleza incluida, dentro de la misma gran Casa Común, cuidada y amada.

*Leonardo Boff es teólogo y filósofo y ha escrito: Francisco de Asís-Francisco de Roma: la irrupción de la primavera, 2012.

Traducción de Mª José Gavito Milano

Lo nuevo normal climático – el fin de la especie y la salvación cristiana: respuesta a un desafío

Leonardo Boff/Pedro de Oliveira

Un entrañable amigo, reconocido sociólogo, Pedro Ribeiro de Oliveira de Juiz de Fora:MG, tal vez el único que lee todo lo que escribo, me critica y mejora mis ideas, se dejó impactar (helás!)con mi reciente artículo “Lo nuevo normal climático es amenazador” que trata del cambio irreversible del régimen climático de la Tierra que podrá poner en peligro el futuro de la vida humana. Como es un cristiano crítico y serio me escribió esta provocación que supongo será la de muchos lectores y lectoras. Me permito transcribir su email en su forma coloquial y después mi respuesta.

Pregunta de Pedro Ribeiro de Oliveira:

Leonardo, mi hermano,

Acabo de leer tu texto “Lo nuevo normal es amenazador” soltando los perros sobre la inevitable catástrofe climático-ambiental que se está abatiendo sobre la Tierra y quiero sugerirte/pedirte una reflexión teológica sobre la Salvación. ¿Es que ni Jesús puede salvar a la humanidad? ¿Es que su Evangelio del Reino se quedó en nada? ¿Que Él sólo consigue salvar almas? ¿Será que el Hijo del Hombre, después de resucitado por el Espíritu, acabó muriendo por nada?

No sé… Si toda la especie humana, y un montón de otras que van con ella, está condenada a desaparecer, la promesa del Reinado de Dios fue solo una Esperanza que ayudó a una parte (pequeña) de la humanidad a vivir momentos felices anticipándolo en la historia. ¿Dónde está la salvación que Jesús prometió y las Iglesias cristianas han anunciado durante siglos? 

Sólo nos queda el consuelo de que, no habiendo Reinado de Dios en la historia y estando nuestros cuerpos condenados a morir, tendremos una vida eterna y etérea para nuestras almas. Pero si es así, mucha gente hizo el tonto, incluso el mismo Jesús de Nazaret: podía haber enseñado la salvación de las almas sin enfrentarse al Imperio, el Templo y la Cruz.

Como teólogo, te propongo escribir una reflexión sobre la Salvación teniendo como tema de fondo la catástrofe de la vida humana en la Tierra.

Un afectuoso abrazo 

Pedro

Pedro Ribeiro de Oliveira, sociólogo y articulador del Movimiento Fe y Política.

Respuesta de Leonardo Boff

Pedro, amigo-hermano,

Yo creo que Jesús no vino a cambiar el curso de la evolución. 

Si te cuento la historia de la vida te darás cuenta de que al formarse los continentes (a partir del único gran continente Pangea) hace 230 millones de años, entre el 75-95% de todas las especies de seres vivos desaparecieron. Pero la Tierra guardó semillas (los quintillones y quintillones de micoroorganismo escondidos en el suelo y a salvo de cualquier amenaza). La Tierra se demoró 10 millones de años para rehacer la biodiversidad. La rehizo y enfrentó otras grandes extinciones posteriores, como aquella de hace 67 millones de años que hizo desaparecer todos los dinosaurios después de haber vivido más de 130 millones de años sobre la Tierra, y tantas otras. Pero la vida, como una especie de plaga siempre sobrevivió. 

Nada impide que nuestra especie, que apareció la última en el proceso de la evolución, violenta y asesina desde el principio del mundo, llegue a su clímax y desaparezca. Pero no desaparece el Principio creador de Dios-Trinidad, de comunión y de amor. De las ruinas hará un nuevo cielo y una nueva tierra,como lo promete el Apocalipsis.

Recuerda el Viernes santo. Todos los apóstoles huyeron o le abandonaron. Sólo las mujeres, las generadoras de vida, no le abandonaron y se quedaron al pie de la cruz. El Viviente murió entre gritos de desesperación hasta entregarse, confiado, diciendo: “en tus manos entrego mi espíritu” (Lc 23,46: mi principio de vida). La resurrección, testimoniada primero por una mujer, María Magdalena, fue una insurrección contra aquella justicia y aquel mundo de muerte que lo condenó. Pero es mucho más: la resurrección anticipó el fin bueno de la historia humana y del universo. Surgió el “novísimus Adán” (1Cor 15,45).

Yo creo que el misterio pascual (vida-muerte-resurrección), especialmente el viernes santo, no sólo inspiró a Hegel para para la creación de la dialéctica (que él llama“viernes santo teórico”) sino que también nos puede inspirar a nosotros.

Podemos pasar por el viernes general y terrenal con todas sus agonías como las de Jesús. Pero no es el fin. Irrumpirá, pronto después, lo nuevo que es la resurrección. No como reanimación de un cadáver como el de Lázaro, sino como realización de todas las potencialidades escondidas en nosotros y como la irrupción realmente de aquello que el Apocalipsis atestigua: un nuevo cielo y una nueva tierra. Ellas vendrán de lo alto, es decir, de otra fuente de vida y de otra naturaleza. 

Bien dice Ernst Bloch: el verdadero génesis no está al comienzo, sino al final. Solo entonces Dios, “mirando todo lo que había hecho, halló que todo era muy bueno” (Gn 1,31). Ahora no todo es bueno, pues hay tanta maldad y desastres incomprensibles, como el de São Sebastião-SP y bajada del nivel de agua de los canales de Venecia que están prácticamente secos. Pero el fin será bueno.

Como dice el poeta portugués, Fernando Pessoa: “soñamos con un mundo que aún no experimentamos”. Ahora al final del nuevo régimen climático, el terrible piroceno (del fuego), vamos a explosionar e implosionar hacia dentro de Dios como le gustaba imaginar a Teilhard de Chardin. Experimentaremos un mundo nunca vivido antes.

Nuestra esperanza vale para la situación calamitosa actual. Reside en la resurrección de Jesús que solo comenzó pero no acabó todavía porque sus hermanos y hermanas que somos todos nosotros, no hemos llegado a la situación de él. La resurrección de Jesús es un proceso no terminado porque sus hermanos y hermanas aún no han resucitado como él.  Como lo dice san Pablo “es en la esperanza que somos salvos” (Rom 8,24).

Me gusta el evangelio original de San Marcos. Termina diciendo Jesús: “id a Galilea, allí me veréis”(16,7). Así acaba el texto. Los milagros agregados, es consenso entre los exegetas que son un añadido posterior. 

Por lo tanto, estamos todos en el camino a Galilea cuando entonces veremos al Resucitado, el Nuevo Ser se manifestará y hará de nosotros también nuevos seres, hombres y mujeres resucitados.

Esta es mi esperanza frente a las turbulencias mortales de la historia, sobre todo de la historia reciente. Lo nuevo, Cristo resucitado, acabará de resucitar y entonces se mostrará como el Cristo cósmico que llena todos los espacios de la Tierra y del universo. Y nosotros participaremos de esta novedad.

Un grande y fraterno abrazo 

Leonardo

Escribí un libro La resurrección de Cristo: nuestra resurrección en la muerte, Sal Terrae, 26ª edición, 2005.

Lo nuevo normal climático – el fin de la especie y la salvación cristiana: respuesta a un desafío

                  Leonardo Boff/Pedro de Oliveira

Un entrañable amigo, reconocido sociólogo, Pedro Ribeiro de Oliveira de Juiz de Fora-MG, tal vez el único que lee todo lo que escribo,me critica y mejora mis ideas, se dejó impactar (helás!) con mi reciente artículoLo nuevo normal climático es amenazador” que trata del cambio irreversible del régimen climático de la Tierra que podrá poner en peligro el futuro de la vida humana. Como es un cristiano crítico y serio me escribió esta provocación que supongo será la de muchos lectores y lectoras. Me permito transcribir su email en su forma coloquial y después mi respuesta también coloquial.

Pregunta de Pedro Ribeiro de Oliveira:

Leonardo, mi hermano,

Acabo de leer tu texto “Lo nuevo normal es amenazador” soltando los perros sobre la inevitable catástrofe climático-ambiental que se está abatiendo sobre la Tierra y quiero sugerirte/pedirte una reflexión teológica sobre la Salvación. ¿Es que ni Jesús puede salvar a la humanidad? ¿Es que su Evangelio del Reino se quedó en nada? ¿Que Él sólo consigue salvar almas? ¿Será que el Hijo del Hombre, después de resucitado por el Espíritu, acabó muriendo por nada?

No sé… Si toda la especie humana, y un montón de otras que van con ella, está condenada a desaparecer, la promesa del Reinado de Dios fue solo una Esperanza que ayudó a una parte (pequeña) de la humanidad a vivir momentos felices anticipándolo en la historia. ¿Dónde está la salvación que Jesús prometió y las Iglesias cristianas han anunciado durante siglos? 

Sólo nos queda el consuelo de que, no habiendo Reinado de Dios en la historia y estando nuestros cuerpos condenados a morir, tendremos una vida eterna y etérea para nuestras almas. Pero si es así, mucha gente hizo el tonto, incluso el mismo Jesús de Nazaret: podía haber enseñado la salvación de las almas sin enfrentarse al Imperio, el Templo y la Cruz.

Como teólogo, te propongo hacer una reflexión sobre la Salvación teniendo como tema de fondo la catástrofe de la vida humana en la Tierra.

Un afectuoso abrazo

Pedro

Pedro Ribeiro de Oliveira, sociólogo, autor de varios libros y articulador nacional del Movimiento Fe y Política.

Respuesta de Leonardo Boff

Pedro, amigo-hermano,

Yo creo que Jesús no vino a cambiar el curso de la evolución. 

Si te cuento la historia de la vida te darás cuenta de que al formarse los continentes (a partir del único gran continente, Pangea) hace 230 millones de años, entre el 75-95% de todas las especies de seres vivos desaparecieron. Pero la Tierra guardó semillas (los quintillones y quintillones de micoroorganismo escondidos en el suelo y a salvo de cualquier amenaza). La Tierra se demoró 10 millones de años para rehacer la biodiversidad. La rehizo y enfrentó otras grandes extinciones posteriores, como aquella de hace 67 millones de años que hizo desaparecer todos los dinosaurios después de haber vivido más de 130 millones de años sobre la Tierra, y tantas otras. Pero la vida, como una especie de plaga siempre sobrevivió. 

Nada impide que nuestra especie, que apareció la última en el proceso de la evolución, violenta y asesina desde el principio del mundo, llegue a su clímax y desaparezca. Pero no desaparece el Principio creador de Dios-Trinidad, de comunión y de amor. De las ruinas hará un nuevo cielo y una nueva tierra,como lo promete el Apocalipsis. 

Recuerda el Viernes santo. Todos los apóstoles huyeron y abandonaron a Jesús. Sólo las mujeres, las generadoras de vida, no le abandonaron y se quedaron al pie de la cruz. El Viviente murió entre gritos de desesperación hasta entregarse, confiado, diciendo: “Padre, en tus manos entrego mi espíritu”(Lc 23,46:mi principio de vida). La resurrección, testemoniada por primero por una mujer,Maria Magdalena, fue una insurrección contra aquella justicia y aquel mundo de muerte que lo condenó. Pero es mucho más:la  resurrección anticipó el fin bueno de la historia humana y del universo. Surgió el “novísimus Adán” (1Cor 15,45).

Yo creo que el misterio pascual (vida-muerte-resurrección), especialmente el viernes santo, no sólo inspiró a Hegel para para la creación de la dialéctica (que él llama“viernes santo teórico”) sino que también nos puede inspirar a nosotros.

Podemos pasar por el viernes santo general y terrenal con todas sus agonías como las de Jesús. Pero no es el fin. Irrumpirá, luego después, lo nuevo que es la resurrección. No como reanimación de un cadáver como el de Lázaro, sino como realización de todas las potencialidades escondidas en Jesús y en nosotros y como la irrupción realmente de aquello que el Apocalipsis atestigua: un nuevo cielo y una nueva tierra. Ellas vendrán de lo alto, es decir, de otra fuente de vida y de otra naturaleza. 

Bien dice Ernst Bloch: el verdadero génesis no está al comienzo, sino al final. Solo entonces Dios, “mirando todo lo que habia hecho y halló que todo estaba muy bueno”(Gn 1,31). Ahora no es todo muy bueno, pues hay tanta maldad y desastres incomprensibles, como el de São Sebastião-SP y la bajada del nivel de agua de los canales de Venecia que están practicamente secos. Pero el fin será bueno.

Como dice el mayor poeta portugués Fernando Pessoa: “soñamos con un mundo que aún no experimentamos”. Ahora al final del nuevo régimen climático, el terrible piroceno (del fuego), vamos a explosionar e implosionar hacia dentro de Dios como le gustaba imaginar a Pierre Teilhard de Chardin. Experimentaremos un mundo nunca vivido antes.

Esta nuestra esperanza vale para la situación calamitosa actual. Reside en la resurrección de Jesús que solo comenzó pero no acabó todavía porque sus hermanos y hermanas que somos todos nosotros, no hemos llegado a la situación de él. La resurrección de Jesús es un proceso no terminado porque sus hermanos y hermanas aún no han resucitado como él. Como lo dice San Paulo:”es en la esperanza que somos salvos”(Rom 8,24).

Me gusta el evangelio original de San Marcos. Termina diciendo Jesús: “id a Galilea, ahí me veréis”(Mc 16,7). Así acaba el texto. Los milagros agregados, es consenso entre los exegetas que son un añadido posterior. 

Por lo tanto, estamos todos  en el camino a Galilea cuando entonces veremos el Resucitado; el Nuevo Ser se manifestará y hará de nosotros también nuevos seres, hombres y mujeres resucitados.

Esta es mi esperanza frente a las turbulencias mortales de la historia, sobre todo de la historia reciente. Lo nuevo, Cristo resucitado, acabará de resucitar y entonces se mostrará como el Cristo cósmico que llena todos los espacios de la Tierra y del Universo. Y nosostros participaremos de esta novedad.

Un grande y fraterno abrazo

Leonardo

Escribi un libro La resurrección de Cristo y la nuestra en la muerte, Trotta,Madrid.