C.G.Jung: la espiritualidad como dimensión esencial del alma

Hoy existe una preocupación fundamental: rescatar la razón sensible o cordial (del  corazón) para equilibrar el exceso desastroso de la razón instrumental-analítica. Tenemos que armonizar el logos con el pathos, el anima con el animus si queremos resolver los problemas sociales y enfrentar la alarma ecológica. La mente está incorporada siempre, por lo tanto, siempre impregnada de sensibilidad y no solo cerebrizada. Jung vivía esta conexión profunda.

En sus Memorias dice: “hay tantas cosas que me llenan: las plantas, los animales,  las nubes, el día, la noche y el eterno presente en los hombres. Cuanto más  inseguro me siento sobre mí mismo, más crece en mí el sentimiento de mi parentesco con todo” (p. 361).

En este contexto afirma: “es importante proyectarnos en las cosas que nos rodean. Mi yo no está confinado a mi cuerpo. Se extiende a todas las cosas que hice y a todas las cosas a mi alrededor. Sin esas cosas, yo no sería el  mismo, no sería un ser humano, sería tan solo un simio humano, un primate. Todo lo que me rodea es parte de mí… Estoy profundamente comprometido con la idea de que la existencia humana debe estar enraizada en la Tierra” (pp.189;190).

Para Jung, todas las cosas son más que cosas. Nos penetran en forma de símbolos y arquetipos, cargados de emociones y van componiendo  la constelación de nuestro yo  profundo. Viene al caso recordar esta confesión de C.G. Jung: “mi vida es la historia de la autorrealización del inconsciente”. No dice de “mi inconsciente”, sino del inconsciente colectivo que posee dimensiones humanas, cósmicas, animales y vegetales.  La culminación del proceso de individuación reside en la integración del todo del cual nos sentimos parte y parcela.

Pocos estudiosos del alma humana han dado más importancia a la espiritualidad que Jung. Veía en la espiritualidad una exigencia arquetípica fundamental de la naturaleza humana en la escalada rumbo a su completa individuación. La imago Dei o el arquetipo “Dios” ocupa el centro del Self: aquella energía poderosa, en lo más profundo de nuestra psique, que atrae todos los arquetipos y los ordena a su alrededor como el sol hace con los planetas (cf. el libro clásico de R. Hostie, C.G.Jung und die Religion, Karl Alber, Freiburg/München 1957).

Sin la integración de este arquetipo axial, el ser humano queda manco y con una incompletitud abismal. Por eso escribe:

“Entre todos mis clientes en la segunda mitad de la vida, es decir, con más de 35 años, no hubo uno solo cuyo problema más profundo no fuera la cuestión de su actitud religiosa. Todos en última instancia estaban enfermos por haber perdido aquello que una religión viva ha dado siempre, en todos los tiempos, a sus seguidores. Y ninguno se curó realmente sin recobrar la actitud religiosa que le era propia. Esto, está claro, no depende en modo alguno de la adhesión a un credo particular, ni de hacerse miembro de una iglesia, sino de la necesidad de integrar su dimensión espiritual”.

La función principal de la religión o de la espiritualidad es religarnos a todas las cosas y a la Fuente de donde promana todo ser, Dios. Ese es el propósito básico del Mysterium Conjunctionis que Jung consideraba su opus magnum. Pues en él se trata de realizar la conjuntio,  es decir, la conjunción del hombre integral con el mundus unus, el mundo unificado, el mundo del primer día de la creación cuando todo era uno y no había aún ninguna división ni diferenciación. Era la situación plenamente urobórica del ser. Esa fusión es el anhelo más secreto y radical del ser humano y el permanente llamado del Self.

El drama del hombre actual es haber perdido la espiritualidad y su capacidad de vivir un sentimiento de pertenencia.

Lo que se opone a la religión o a la espiritualidad no es el ateísmo o la negación de la divinidad. Lo que se opone es la incapacidad de ligarse y religarse con todas las cosas. Hoy las personas están desenraizadas, desconectadas de la Tierra, del anima, y por eso sin espiritualidad.

Para Jung el gran problema hoy es de naturaleza psicológica. No de la psicología entendida como disciplina o solo una dimensión de la psique, sino de la psicología en el sentido abarcador que le daba, como la totalidad de la vida y del universo en cuanto percibidos y articulados con el ser humano, sea por el consciente sea por el inconsciente personal y colectivo.  Y en este sentido escribe: “Es mi convicción más profunda que, a partir de ahora hasta un futuro indeterminado, el verdadero problema es de orden psicológico. El alma es padre y  madre  de todas las dificultades no resueltas que lanzamos en dirección al  cielo” (Cartas III, p.243). Siempre tuvo preocupación por el futuro de la humanidad. Previó, en sus visiones, a partir del inconsciente colectivo, la primera y la segunda guerra mundial. Ocurrieron como lo previó.

Me gustaría saber qué visiones tendría Jung sobre la alarma  ecológica actual.  Nos dejó una  pista: una semana antes de su muerte, el 6 de junio de 1961, tuvo una terrible visión que reveló a  Marie-Louise von Franz, que lo acompañó hasta el final: “gran parte del mundo sería destruído”. Pero añadió: “Gracias a Dios, no todo” (Jung vida e obra: uma memória biográfica por Barbara Hannah, Vozes 2022, p.478). Es lo que grandes analistas prevén en el caso  de que no cambiemos el rumbo de nuestra cultura anti-vida, consumista y materialista.

El hecho es que la  Tierra está enferma porque nosotros estamos enfermos. La Covid-19 lo mostró bien. En la medida en que nos transformamos, transformamos también la Tierra. Jung buscó esta transformación hasta su muerte. Es el único camino que nos puede librar de su visión terrible de destrucción de gran parte de nuestro mundo.

C.G.Jung demuestra ser un maestro y un guía que nos dibuja un mapa apto para orientarnos en estos momentos dramáticos en que vive la humanidad. Él creía profundamente en lo Transcendente y en el mundo espiritual. No será seguramente el capital material sino el capital espiritual, colocado ahora en el centro de nuestras búsquedas, el que nos permitirá evitar un armagedón ecológico. Entonces, así lo creo y espero, podremos vivir una fase nueva de la Tierra y de la Humanidad, la fase planetaria y ecoespiritual.

*Leonardo Boff es coeditor de la traducción de la obra completa de C.G.Jung (19 vol), publicada por la Editora Vozes.

Traducción de María José Gavito Milano

Cortar la dependencia y refundar Brasil

Leonardo Boff*

El 7 de septiembre es el día de nuestra  “Independencia”. Desde que fue ocupado por las potencias extranjeras, Brasil fue una colonia, fundada en el cruel trabajo esclavo; aquí se creó la Empresa Brasil al servicio de los colonizadores.

El Estado no surgió como fruto de un contrato social con la población. Vino de afuera, impuesto de arriba abajo. Su función era abastecer de bienes naturales a las potencias dominadoras. Eso continúa hasta hoy, porque lo que exportamos son commodities: soja, maíz  frutas, minerales y otros bienes naturales en la misma lógica de la colonia.

Brasil fue mantenido siempre dependiente, socio menor del gran negocio mundial. Dado este hecho, debemos pensar qué tipo de Independencia tenemos y qué Independencia buscamos.

Nuestro desafío es romper con la dependencia y hacer todo el esfuerzo para “refundar” Brasil.

En este sentido, después de años de discusión con las bases y con Darcy Ribeiro escribí este libro Brasil: concluir la refundación o prolongar la dependencia (Vozes 2018).

En las bellas palabras del científico político Luiz Gonzaga de Souza Lima, recién fallecido, que pensó toda su  vida sobre “La refundación de Brasil: rumbo a una sociedad biocentrada” (2011): “Refundar es construir una organización social que busque y promueva la felicidad, la alegría, la solidaridad y el bien común, el vínculo y el compromiso con la vida de todos”.

Al refundarse, Brasil deja  atrás las amarras que lo mantienen dependiente de aquellas potencias que están llevando a la humanidad hacia el abismo.

Aquí podemos escapar de este peligro y hacer un ensayo nuevo de civilización, en la jovialidad de vivir todos juntos en la Casa Común. Es nuestra gran utopía viable.

Leonardo Boff

El consumismo pone en peligro la vida en la Tierra

Leonardo Boff

Al considerar la historia humana constatamos que el hambre fue durante siglos un problema permanente.  Porque, a diferencia de los animales, no tenemos ningún órgano especializado que garantice nuestra  subsistencia, desde el principio surgió la urgencia de buscar lo necesario para saciar el hambre, ya fuera sacando el alimento directamente de la naturaleza o  conquistándolo mediante el trabajo.

El gran cambio se dio hace unos 10 mil años con la introducción de la agricultura de irrigación. A lo largo de los grandes ríos de Oriente Medio, de Egipto, de la India y de China se empezó a usar la irrigación para obtener más productos al tiempo que se domesticaban animales como la gallina, el cerdo, la oveja y la cabra. Se produjeron los excedentes, que eliminaban el hambre.  

Simultáneamente, hay que decir, surgió la guerra, pues los ejércitos llevaban comida suficiente para enfrentarse al enemigo, como por ejemplo entre los imperios mesopotámicos y   Egipto, las potencias políticas de la época.

Todo cambió con la llegada de la era  industrial desde los siglos XVII y XVIII hasta  nuestros días. Comenzó la producción en masa con la posibilidad de atender las demandas humanas. Pero ocurre que ese desarrollo técnico-científico se realizó en el marco del capitalismo. En él se estableció  desde su inicio la división entre el propietario, dueño de tierras y medios de producción, y el trabajador, que solo poseía la fuerza de su trabajo. Esa división se fue exacerbando a lo largo del tiempo hasta el punto de que en la actualidad los dueños  de las riquezas naturales y  tecnológicas controlan el sistema económico globalizado con inmensa desventaja para los asalariados, dejando a millones y millones de personas sin acceso a los bienes fundamentales de la vida.

Esta situación se agravó  con la que fue llamada la “Gran Transformación”, con la cual una economía de mercado se transformó en una sociedad sólo de mercado. Todo se volvió  mercancía,  desde los órganos humanos, los saberes, la verdad,  las noticias etc.

La lógica capitalista es obtener lucro con todo, mediante la explotación ilimitada de los bienes y servicios de la naturaleza, a través de una feroz competición  entre todos los mercado, supuestamente libre, y una acumulación individual o corporativa que compite con el estado en la gestión de la cosa pública.

La producción procura obviamente atender demandas humanas de alimentación y  subsistencia, siempre que tal proceso sea lucrativo. La propia producción es llevada al mercado y consigue su precio en el juego de la competencia, sin cuidar los recursos naturales y la contaminación del medio ambiente (considerada una externalidad a ser resuelta por el  estado). Como se trata de generar riqueza ilimitada se empezaron a fabricar productos no necesarios para la vida, pero importantes para hacer dinero.

Así, junto con el consumo necesario, surgió el consumismo. El consumismo se caracteriza por la adquisición de bienes y servicios superfluos, no necesarios para la vida, con el objetivo de obtener ganancia económica.  Gran parte de la producción se destina a la producción de tales superfluos generando el consumismo, principalmente de las clases ricas, pero también de la propia sociedad. Para estimularlo se usa la propaganda,  imágenes que hablan, cuadros seductores, músicas, youtubes, filmes orientados para llevar a la personas a consumir tal y tal producto. No interesan los ciudadanos ni su nivel de conciencia, y menos aún  sus problemas existenciales. Interesa que sean consumidores.

El hecho es que se ha creado la cultura del capital. Gran parte de los productos (tv, automóviles, electrodomésticos, ropa, tenis e infinitas otras cosas) caen bajo la obsolescencia, están hechos para durar un tiempo limitado, obligando al consumidor a sustituirlos, comprar y consumir.

Prácticamente somos todos rehenes de la cultura del capital, obligándonos a cambiar los productos cada cierto tiempo porque se han vuelto obsoletos, como un computador, o por la absolescencia general. Sabemos de la  fuerza intrínseca de una cultura que nos entra por todos los poros y naturaliza el estilo de vida.

Qué difícil y largo es el proceso de superarla por otra. Es la cultura consumista,  que continuamente renueva y prolonga la  perpetuación del capitalismo.

Entre tanto, en los últimos años nos hemos confrontado con los límites de la Tierra. Un planeta limitado no tolera un consumismo ilimitado. Ahora ya necesitamos más de una Tierra para atender el consumo de 8 mil millones de personas y el consumismo de fasto y de lujo de las clases opulentas.

Démonos cuenta del llamado Día de la Sobrecarga de la Tierra (en inglés The Earth Overshoot Day). Cada año los organismos que estudian la sostenibilidad del planeta, nos ofrecen esos datos. La fecha identificada este año de 2023 fue el día 2 de agosto. Esto significa que en este día los bienes y servicios naturales, esenciales y renovables para nuestra existencia han visto el fondo del pozo. Lógicamente, los árboles, el aire, los suelos y las aguas están ahí. Pero todos ellos están cada vez más menguados, contaminados e insostenibles.

La Tierra, un Superente sistémico y vivo, al no darnos lo que le exigimos, responde con más calentamiento, con más eventos extremos, con más destrucción  de la biodiversidad y más virus dañinos e incluso letales.

Toda la relación  se define en la articulación entre biocapacidad y  huella ecológica. La biocapacidad es la  capacidad de la naturaleza de tener resiliencia y autoregenerarse.  La huella ecológica nos indica cuánto de biocapacidad aguanta aquella región o país. Cuanto más compleja es la región, con ciudades, población e industrias tantos más recursos naturales demanda.

En este momento,  es tan grave el aumento del calentamiento global como la rápida Sobrecarga de la Tierra. Nuestro  estilo de vida está agotando la reserva de bienes y servicios necesarios para la vida; urge mudar nuestro estilo de consumo para que sea sobrio, solidario e autolimitado. XI Jinping propuso para toda China el ideal de una “sociedad suficientemente abastecida”.

Debemos aprender a vivir con lo suficiente y decente, disminuir el consumo de energía y buscar medios de transporte alternativos y menos contaminantes.

Si no logramos este acuerdo entre todos, nuestra existencia en este planeta será miserable y puede que imposible.

*Leonardo Boff ha escrito: Sostenibilidad: qué es y qué no es, Vozes 2012.

Traducción de María José Gavito Milano

Urgencia del cuidado y de la autocontención

Leonardo Boff    *

Me alineo con los científicos descritos por la periodista de asuntos ecológico-científicos, Elizabeth Kolbert, en sus dos libros famosos La sexta extinción y  Bajo un cielo blanco: cómo los humanos estamos creando la naturaleza del futuro (Planeta 2021). Aunque alimenta alguna esperanza, Kolbert delinea  cómo sería el cielo después  de una guerra nuclear devastadora: blanco, impidiendo el paso de los rayos del sol, de los cuales depende casi todo en la Tierra.

Es un hecho  experimental, aunque haya un gran número de negacionistas, particularmente entre los CEOs de los grandes oligopolios que niegan el estado degradado de la Tierra, que ahora posiblemente se ha iniciado una nueva  era: el piroceno.

La cultura del consumo de las porciones opulentas, ego-centradas y desalmadas requiere ya más de una Tierra y media (1,7) para atender su voracidad. La Sobrecarga de la Tierra de este año fue constatada el día 22 de julio. Eso significa que sus bienes y servicios renovables, indispensables para nuestra supervivencia se han agotado. Se han encendido todas las alarmas. Así y todo, la siguen violentando, arrancándole lo que no les puede dar. Como es un Superente vivo que funciona sistémicamente, la Tierra reacciona mandando eventos extremos, como grandes sequías por un lado y nevadas enormes por el otro, disminuyendo el  volumen  de las aguas, aumentando los desiertos, destruyendo con huracanes  regiones enteras, sacrificando la biodiversidad, enviando más virus y otras enfermedades. El aumento de la temperatura de 1,5 grados centígrados, esperado para el año 2030, está  anticipándose a los próximos 3-5 años.

Es comprensible que  muchos climatólogos se muestren escépticos y hasta  fatalistas al darse cuenta de que la ciencia y la técnica han llegado atrasadas. No tenemos mucho que hacer sino prevenir  las catástrofes y aminorar sus efectos dañinos. La Tierra está cambiando, día a día, de forma irreversible, buscando un nuevo equilibrio, cuyo centro de gravedad no conocemos.

Supongamos que climáticamente se estabilice en 40-50 gradosC. Quien pueda   adaptarse a esta temperatura sobrevivirá, pero muchas personas, niños y ancianos  principalmente, así como innumerables organismos vivos no tendrán tiempo suficiente para adaptarse y estarán  condenados a desaparecer, después de millones de años de vida sobre este planeta.

Las advertencias de los sabios son serias. La Carta de la Tierra (documento asumido por la ONU) o las dos encíclicas del Papa Francisco: Cómo cuidar de la Casa Común y la otra Todos hermanos y hermanas denuncian perentoriamente la alarma ecológica. La Carta de la Tierra advierte: “La humanidad debe elegir su futuro… o formar una alianza global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarse a la  destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida”. El Papa es más severo: “Estamos todos en el mismo barco; o nos salvamos todos o no se salva nadie”.

La gran mayoría no piensa en estas cosas, pues encuentra insoportable tratar con los límites y eventualmente con el desastre colectivo, posible aún en nuestra generación. Alienados, acabarán engrosando el cortejo de los que van en dirección a la fosa común.

Nos queda un rayo de esperanza, suscitada siempre por el sabio de 103 años, Edgar Morin: “La histolria ha mostrado varias veces que el surgimiento de lo inesperado y la aparición de lo improbable son plausibles y pueden cambiar el rumbo de los acontecimientos”. Cremos que ambos –lo inesperado y lo plausible–  sean posibles. Sería nuestra salvación.

Entre tanto, tenemos que hacer nuestra parte. Si queremos  garantizar el futuro común de la Tierra y de la humanidad se imponen dos virtudes: la autocontención y la justa medida, ambas expresiones de la cultura del cuidado.

¿Pero cómo postular esas virtudes si todo el sistema está montado sobre su negación? Esta vez, sin embargo, no tenemos elección: o cambiamos y nos pautamos por el cuidado, autolimitándonos en nuestra voracidad y viviendo la justa medida en todas las cosas o enfrentaremos una tragedia colectiva.

El cuidado nos lleva a establecer un lazo de afecto con todos los seres para que continúen entre nosotros.

La autolimitación es un sacrificio necesario que salvaguarda el Planeta, tutela intereses colectivos y funda una cultura de sencillez voluntaria. No se trata de no consumir, sino de consumir de forma responsable y  solidaria para que, si hay tiempo, para que los que vienen después de nosostros, puedan heredar una Terra habitable y fecunda. . Ellos también tienen derecho a la Tierra y a una vida  de calidad.

*Leonardo Boff ha escrito La justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2023; Habitar la Tierra, Vozes 2021.

Traducción de María José Gavito Milano