Rescatar lo reprimido: la conciencia profunda

Leonardo Boff*

Entre las muchas crisis que asolan nuestra civilización actual, la crisis de la conciencia ética y moral es indudablemente una de las más graves. Hay analistas que consideran el eclipse de la ética como una de las causas principales de los impasses actuales, de la desesperanza y del angustioso interrogante: De seguir el curso actual que reprimió la conciencia ética y con ella el sentido de corresponsabilidad por “una comunidad global de destino común para toda la humanidad”, para usar una feliz expresión frecuente en la boca de Xi Jinping de China, podremos por nuestra culpa llegar a una gravísima situación, eventualmente final de nuestra existencia en este planeta.

No pretendemos profundizar esta línea de pensamiento con toda la plausibilidad que contiene. Nuestro propósito es más sencillo: en momentos de grave perplejidad, de erosión de utopías esperanzadoras y de incertidumbre sobre qué destino nos espera, urge volver a aquellos datos mínimos de donde surge la conciencia ética y redefinirlos para nuestro momento actual.

Tomo como referencia dos conceptos griegos, pues fue en Grecia, en medio de una gran crisis de paso de una visión mítica del mundo a una visión racional, con los grandes filósofos como Platón y  Aristóteles y los dramaturgos como Sófocles, Eurípides y Esquilo, donde se elaboró la filosofía y el pensamiento ético, válidas todavía hoy. Las categorías son griegas pero tocan un valor universal: el “daimon” y el “Ethos”.

Para empezar es bueno aclarar que “daimon” no tiene nada que ver con el demonio. Al contrario, es el ángel bueno y protector. El  “daimon” para los griegos clásicos es sinónimo de la conciencia profunda e interior (syneídesis), esa voz que nunca se calla, como un juez que nos impulsa hacia el bien y crea mala conciencia por el mal hemos hecho. Ella pertenece a la naturaleza humana tanto como la inteligencia y la voluntad.

Sócrates, que siempre se dejaba siempre orientar por él, lo llama “voz profética dentro de mí, proveniente de un poder superior” o también “señal de Dios”. Más tarde el gran pensador Séneca consideraba la conciencia interior la sede donde habita Dios (prope est a te Deus, tecum est, intus est). Filón de Alejandría, también  gran filósofo, veía en la conciencia la presencia de lo Divino en el alma.

El hecho es que el “daimon”-conciencia significa la voz de la interioridad que siempre nos acompaña. No está en nuestro poder silenciarla. El criminal o corrupto –y hay tantos entre nosotros– puede huir lejos, esconderse de la justicia, pero está siempre aguijoneado por el juez interior que lo condena por lo que ha hecho mal y no lo deja tranquilo. O aquel sentimiento vivo y profundo que aplaude el gesto de generosidad que hayamos hecho con el hambriento de la calle. Todos somos portadores “de la conciencia-daimon” por el simple hecho de ser humanos con espíritu, subjetividad (nuestro profundo) y libre albedrío, hombres y mujeres, capaces de hacer cosas horribles (incluso las más ocultas) o cosas honradas que nos gratifican.

“Ethos” es otro concepto griego del cual viene la palabra ética. Ethos significa la morada humana, no simplemente el edificio material. La vivienda debe entenderse existencialmente como aquel espacio trabajado por nosotros que nos protege, dentro del cual vivimos y convivimos, distribuimos los demás espacios, el lugar de la sala de visitas, las habitaciones para dormir, la cocina y la despensa.

Toda morada-ethos debe tener su aura buena que hace que nos sintamos “en casa”, especialmente cuando volvemos del trabajo o de un viaje. A ella pertenece el rincón sagrado (el lugar de la diosa Hestia, protectora de la morada), donde guardamos fotos y recuerdos queridos, la vela que arde o los santos de nuestra devoción. Al ethos-morada pertenecen los cuidados y la buena relación con los vecinos.

Heráclito, genial filósofo presocrático (500 a.C.), unió las dos palabras en el aforismo 119: “el ethos es el daimon del ser humano”, o sea, “la casa es el ángel protector del ser humano”. Esta formulación esconde la llave de una construcción ética expresada en términos simples y prácticos, válida para nuestros tiempos sombríos.

Ser fieles a ese ángel bueno hace que vivamos bien en la casa, la individual, la ciudad, el país y el planeta Tierra, la Casa Común. Todo lo que hagamos para que se viva bien juntos (felicidad) es ético y bueno, lo contrario es antiético y malo. 

Sin embargo en nuestra historia hay una especie de tragedia: el “daimon” ha sido prácticamente reprimido y olvidado. En su lugar, los filósofos antiguos mencionados o los modernos como los impulsores de la moral cristiana o como Kant y otros, pusieron en marcha sistemas éticos, con principios y normas morales consideradas frecuentemente como válidas para todos, sin tener en cuenta lo singular de cada cultura y el cambio de los tiempos. Pero independientemente de estos factores cambiantes, la voz del ángel bueno no deja de hablar y de hacerse sentir al margen de nuestra voluntad, incluso cuando está confundida con las otras mil voces que se hacen oír en la sociedad. Si queremos una revolución ética duradera debemos liberar el “daimon”-conciencia cubierto de las cenizas de nuestro  egoísmo, del consumismo y del espíritu de maledicencia y de brutalidad en las relaciones personales y sociales.

Para remplazar nuestro paradigma inhumano por otro nuevo liberador debemos comenzar por auscultar el “daimon” de nuevo y tomar en serio el “Ethos”, como casa no sólo personal sino planetaria. Al final, es el sentido común ético. Él nos sugerirá cómo ordenar la casa que es la ciudad, el Estado y la Casa Común planetaria. No tenemos otra salida.

Escuchar al “daimon” y cultivar el “Ethos” que afectan a cada persona universalmente pueden traer alguna paz general y hacer surgir una actitud de respeto hacia la naturaleza y una ética del cuidado de la Casa Común. Eso podrá salvarnos. Y entonces podrá irrumpir una reconciliación general entre los humanos y con la naturaleza.

*Leonardo Boff ha escrito La búsqueda de la justa medida I y II: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2024.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

León XIV, su gran desafío: la desoccidentalización y despatriarcalización de la Iglesia

Leonardo Boff*

Confieso que me sorprendió el nombramiento del cardenal norteamericano-peruano Prevost al supremo pontificado de la Iglesia. Se debió a mi ignorancia. Después, al informarme mejor, viendo youtubes y charlas de suyas en medio del pueblo, de pie en plena inundación de una ciudad peruana, y su especial cuidado por los indígenas (la mayoría de los peruanos) me di cuenta de que él puede ser realmente garantía de la continuidad del legado del Papa Francisco. No tendrá su carisma, pero será él mismo, más contenido y tímido, pero muy coherente con sus posiciones sociales, incluidas las críticas al presidente Trump y a su vice. No sin razón el Papa Francisco lo llamó de su diócesis de pobres en Perú para una función importante en la administración del Vaticano. León XIV vivió gran parte de su vida fuera de Estados Unidos, durante muchos años como misionero y después como obispo en Perú, donde ciertamente adquirió gran experiencia de otra cultura y de la situación social pobre de la mayoría de la población. Explícitamente confesó que se identificó con aquel pueblo hasta el punto de naturalizarse peruano.

Su primera alocución al público fue en contra de mis expectativas iniciales. Fue un discurso piadoso y hecho para la Iglesia de puertas adentro. Nunca apareció la palabra pobre, y menos aún liberación, las amenazas a la vida ni el clamor ecológico. El tema fuerte fue la paz especialmente “desarmada y desarmante”, suave crítica a lo que está ocurriendo hoy día de forma dramática, como la guerra en Ucrania y el genocidio, a cielo abierto, de miles y miles de niños y de civiles en la Franja de Gaza. Parecería que todo eso no estuviera en la conciencia del nuevo Papa. Pero estimo que todo esto volverá en breve, pues tales tragedias fueron tan fuertes en los discursos del Papa Francisco, su gran amigo, que aún deben resonar en los oídos del  nuevo Papa.

El Papa Francisco como jesuita tenía un raro sentido de la política y del ejercicio del poder, por el famoso “discernimiento de espíritu”, categoría central de la espiritualidad ignaciana. Supongo que él vio en el cardenal Prevost un posible sucesor suyo. No pertenecía a la vieja y ya decadente cristiandad europea, venía del Gran Sur, con la  experiencia pastoral y teológica madurada en la periferia de la Iglesia, en este caso de Perú, donde con Gustavo Gutiérrez nació y se desarrolló la teología de la liberación.

Seguramente con su manera suave y su carácter dispuesto a escuchar y a dialogar, llevará adelante los desafíos asumidos y las innovaciones afrontadas por el Papa Francisco, que no es momento de enumerar.

Pero tendrá otros desafios, desde mi punto de vista nunca tomados en serio por los papas anteriores: como desoccidentalizar y despatriarcalizar a la Iglesia Católica ante la nueva fase de la humanidad. Esta se caracteriza por la planetización de la humanidad (no sólo en sentido económico, ahora perturbada por Trump), que de hecho está produciéndose a pasos cada vez más rápidos en términos políticos, sociales, tecnológicos, filosóficos y espirituales. En este proceso acelerado, la Iglesia Católica en su institucionalidad y en la forma como se estructuró jerárquicamente, aparece como una creación de Occidente. Esto es innegable. Detrás de todo está el clásico derecho romano, el poder de los emperadores con sus símbolos, ritos y forma de ejercicio del poder centralizado en una autoridad máxima, el Papa, “con poder ordinario, máximo, pleno, inmediato y universal” (canon 331), atributos que, a decir verdad, solo corresponderían a Dios. Y hay que añadir todavía su infalibilidad en asuntos de fe y moral. Más lejos no se podría llegar. El Papa Francisco conscientemente se alejó de este paradigma y empezó a inaugurar otro modelo de Iglesia, sencilla y pobre, y en salida hacia el mundo.

Eso no tiene nada que ver con el Jesús histórico, pobre, predicador de un sueño absoluto, el Reino de Dios, y severo crítico de todo poder. Pero fue lo que ocurrió: con la erosión del imperio romano, los cristianos, hechos Iglesia, con alto sentido de moralidad, asumieron la reordenación del imperio romano que atravesó siglos. Pero esto es creación de la cultura occidental. El mensaje originario de Jesús, su evangelio, no se agota ni se identifica con ese tipo de encarnación, pues el mensaje de Jesús es de apertura total a Dios como Abba (papá), ilimitada misericordia, amor incondicional hasta a los enemigos, compasión de los caídos en los caminos de la vida y la vida como servicio a los demás. El Papa actual León XIV no será inmune a este desafío. Queremos ver y apoyar su valor y fortaleza para enfrentar a los tradicionalistas y dar pasos en la dirección mencionada.

Un gran, inmenso desafío para cualquier Papa es relativizar esa forma de organizar el cristianismo para que pueda adquirir nuevos rostros en las distintas culturas humanas. El Papa Francisco dio largos pasos en esta dirección. El actual nuevo Papa dio a entender este diálogo en sus primeras palabras. Mientras no se camine firmemente en esta  desoccidentalización, para muchos países el cristianismo será siempre cosa de Occidente. Fue cómplice de la colonización de África, de las Américas y de Asia y así es todavía visto por los estudiosos de los países que fueron colonizados.

Otro desafío no menor consiste en la despatriarcalización de la Iglesia. Lo he mencionado antes. En la dirección de la Iglesia sólo existen hombres y estos célibes y ordenados en el sacramento del Orden (sacerdote a Papa). El factor patriarcal es visible en la negación a las mujeres del sacramento del Orden. Ellas componen, de lejos, la mayoría de los fieles y son las madres y las hermanas de la otra mitad, de los hombres de la Iglesia y de la humanidad. Esa exclusión machista hiere el cuerpo eclesial y pone en jaque la universalidad de la Iglesia. Mientras no se abra la posibilidad a las mujeres, como ha ocurrido en casi todas las iglesias, de acceder al sacerdocio, la Iglesia muestra su arraigado patriarcalismo y su marca de un Occidente cada vez más un Accidente en la historia universal.

Junto a eso el mantenimiento obligatorio del celibato (hecho ley) hace que el carácter patriarcal todavía se radicalice más y favorezca el antifeminismo que se nota en algunos estratos de la jerarquía eclesiástica. Como es solo una ley humana e histórica, y no divina, nada obsta a que sea abolida y se permita el celibato opcional y hombres casados, ordenados sacerdotes.

Estos y muchos otros desafíos deberá afrontar el nuevo Papa, pues crece cada vez más en la conciencia de los fieles el sentido evangélico de participación (la sinodalidad) y de igualdad en dignidad y derechos  de todos los seres humanos, hombres y mujeres. ¿Por qué en la Iglesia Católica debería ser diferente?

Estas reflexiones pretenden ser un desafío permanente que debe ser enfrentado por quien ha sido escogido para el más alto servicio de animación de la fe y de dirección de los caminos de la comunidad cristiana, como es la figura del Papa. Llegará el tiempo en que la fuerza de estos cambios se hará tan exigente que ocurrirán. Entonces será una nueva primavera de la Iglesia que se volverá tanto más universal cuanto más cuestiones universales asuma y contribuya a dar respuestas humanizadoras.

*Leonardo Boff es teólogo y ha escrito: Eclesiogénesis: la reinvención de la Iglesia, Record 2008.

Traducción de María José Gavito Milano, Londres

Con Trump nos esperan tiempos dramáticos

Leonardo Boff*

No tengo facultades de adivinación o de augurio, pero siempre me he preguntado qué proyecto se oculta detrás de las políticas visibles de un jefe de estado. Así, el día 28/6/2018 escribí un texto sobre Trump (gobernó de 2017-2021) y los tiempos dramáticos que podríamos esperar. Ahora con su reelección me doy cuenta de que si lo que escribí entonces era dramático, ahora se ha vuelto trágico para toda la humanidad.

            Estamos todos bajo varias amenazas: la nuclear, la escasez de agua potable en vastas regiones del mundo, el calentamiento global creciente, las dramáticas consecuencias de la sobrecarga de los bienes y servicios naturales indispensables para la vida (Earth Overshoot Day).

            A estas amenazas se añade otra no menos peligrosa, ya señalada por varios analistas mundiales como los premios Nobel Paul Krugman y Joseph Stiglizt y reforzadas ahora en 2025 por Noam Chomsky y Jeffrey Sachs. Nadie sabe en qué va a parar la guerra comercial entre USA y China. Según Noam Chomsky normalmente culmina en una guerra real que ahora sería letal y final.

            Recientemente un economista ítalo-argentino, Roberto Savio, cofundador y director general del Inter Press Service (IPS), ahora emérito, escribió un artículo que nos debe hacer pensar, con el título: Trump vino para quedarse y cambiar el mundo (ALAI-América Latina en Movimiento del 20 de junio de 2018). Efectivamente ha puesto el mundo patas arriba. Savio afirma que Trump no es la causa del nuevo desorden mundial. Es más bien un síntoma. El síntoma de los tiempos en que los valores civilizatorios que daban cohesión a un pueblo y a las relaciones internacionales han sido simplemente anulados. Lo que cuenta es el voluntarismo narcisista de un poderoso jefe de Estado, Trump, que en el lugar de estos valores colocó, pura y simplemente, el dinero y los negocios. Son éstos los que definitivamente cuentan. Lo demás son cosas irrelevantes para el dominio del mundo.

            America first debe ser interpretado como sólo América y sus intereses mundiales cuentan. En nombre de este propósito, ya preanunciado en su campaña, Trump ha roto tratados comerciales con viejos aliados europeos, la Alianza del Transpacífico, y ha abierto una arriesgada guerra comercial con su mayor rival, China, imponiendo aranceles de importación a productos que suman miles de millones de dólares, además de cobrar impuestos sobre el acero y otros productos a otros países como Brasil.

            Es propio de figuras autoritarias y narcisistas hacer de menos a las legislaciones. Cuando les conviene pasan por encima de ellas, sin dar mayores razones. Para Trump vale más la invención de «una verdad» que la verdad factual misma. Las fakenews son un recurso presente en sus twitters. Según Fact Checker, desde que asumió la presidencia, ha dicho unas 3.000 mentiras. La verdad y la mentira valen para él en la medida que respaldan sus intereses. Curiosamente en 2024 ganó los principales pleitos, y tiene la aprobación de parte de la opinión pública del Partido Republicano.

            No tolera críticas, y se ha rodeado de asesores serviles que le dicen «sí» a todo, bajo riesgo de ser despedidos sumariamente. Y de la persona más rica del mundo, Elon Musk, de las más arrogantes y vacías de pensamiento y de sentimiento.

            Reelegido, su estilo de gobierno y la negación de toda ética pueden tornarse irreversibles. No olvidemos que Hitler y Mussolini también fueron elegidos y crearon sus mentiras, vendidas como «verdades» a todo un pueblo. Frente a un mundo marcado por la xenofobia, por la exclusión de miles y miles de inmigrantes y refugiados, por la afirmación exacerbada de los valores nacionales en desprecio de los valores de los otros.

            Tales actitudes, transformadas en políticas oficiales, pueden ser fuente de graves conflictos, cuyo «crescendo» puede incluso amenazar a la especie humana. Cerca de 1300 psicoanalistas y psiquiatras norteamericanos han denunciado desvíos psicológicos graves en la personalidad de Trump.

            Cómo será el destino de la humanidad en manos de un narcisista de este tipo, cuyo paralelo sólo se encuentra en Nerón, que se divertía presenciando el incendio de Roma, con la diferencia de que ahora no se trata de un incendio cualquiera, sino del incendio de toda la Casa Común. Como es imprevisible y en cualquier momento puede cambiar de posición, nos preguntamos, entre asustados y horrorizados, cuáles serán sus próximos pasos.

Que Dios, que se anunció como “el apasionado amante de la vida” (Sabiduría 11,26) nos libre de las tragedias que pueden ocurrir, dada la irracionalidad de alguien que anuncia “un solo mundo y un solo imperio y América en primer lugar” (el imperio norteamericano).

*Leonardo Boff es teólogo filósofo y escritor, y ha escrito  Salvar la Tierra-proteger la vida: cómo escapar del fin del mundo, Record, RJ 2010.

Traducción de Mª José Gavito Milano

En el Cónclave hay conflictos: traslucen los conflictos del mundo

Leonardo Boff*

Vivimos en un torbellino de conflictos y amenazas como raramente ha habido en la historia humana. Dos hechos escandalosos nos llenan de indignación y de vergüenza: el genocidio a cielo abierto que continúa en la feroz guerra que Netanyahu está llevando a cabo  contra el pueblo palestino en la Franja de Gaza. Tal crimen contra la humanidad es perpetrado por una coalición de fuerzas cuyas raíces se encuentran en el cristianismo: la comunidad europea, un expresidente católico, Joe Biden, y otro que se presenta también como católico, de la más perversa especie, Donald Trump. Los futuros manuales de historia (si hubiera todavía historia) serán implacables contra esta innombrable crueldad.

El otro hecho no se sabe si es más ridículo que un chiste sin gracia o si es una afirmación verdadera: Donald Trump se proclama presidente electo de los USA y del mundo, repito, presidente del mundo. Da la impresión de que estamos en los tiempos de la decadencia de los emperadores romanos, la mayoría perturbados, que eran capaces de tales estupideces.

Trump está haciendo una guerra contra toda la humanidad, pues ha roto con todos, amigos y enemigos, y quiere imponerse como señor del mundo, sin ninguna posibilidad de conseguirlo, pues la humanidad es sabia y sabrá cómo defenderse de tanta arrogancia.

Refiero tales eventos siniestros porque estamos en el contexto de un Cónclave de Cardenales, reunidos para escoger al sucesor del Papa Francisco. No seamos ingenuos: allí dentro, encerrados con llave, pese a la presencia misteriosa del Espíritu Santo, emergen también conflictos.La pelicula Conclave lo muestra muy bien. En cierta manera son naturales, porque la Iglesia Católica como institución religiosa no se organiza en torno al libro de los Evangelios, sino en torno a la sacra potestas (poder sagrado). Desde el siglo III la categoría central que sustenta la institucionalidad eclesial es el poder, heredado de los emperadores romanos. Y así continúa hasta hoy, hasta el punto de que el pequeño Estado del Vaticano es la única monarquía absoluta que aún existe. Veamos lo que el derecho canónico dice del Cabeza de la Iglesia, en el canon 331: «El Pastor de la Iglesia Universal (el Papa) tiene en la Iglesia el poder ordinario, supremo, pleno, inmediato y universal». Ese poder  fue todavía aumentado, más tarde, con la característica de ser el Papa infalible en cuestiones de doctrina y moral. ¿Puede un ser humano mortal y pecador como todos portar todos esos atributos que, a decir verdad, solo caben a Dios?

Quien se orienta por el poder, poco importa su calificativo, sea político, económico o religioso, obedece a esta lógica tan bien formulada por el gran teórico del poder que fue Hobbes:

«Señalo, como tendencia general de todos los hombres, un deseo continuo e incansable de poder y más poder, que cesa solo con la muerte. La razón de ello no reside en el placer más intenso que se espera, sino en el hecho de que el poder sólo puede asegurarse buscando todavía más poder».

Observo: todo esto no tiene nada que ver con el Papa Francisco que en su primer pronunciamiento dijo claramente que iba a conducir a la Iglesia no con el derecho canónico (canon 331) sino con el amor y el evangelio.

En el Cónclave reverbera también el tema del poder. Hay ultra-conservadores como los cardenales Robert Sarah de Guinea, el cardenal Leo Burke de USA y el cardenal Gerhard Müller de Alemania que postula una Iglesia extremadamente conservadora, una verdadera cisterna de aguas muertas. Están en contra de todas las reformas hechas y oficiales. Hay un buen número de conservadores que se empeñan en mantener las estructuras de la Iglesia como están, con la marginación de las mujeres y la obediencia de los demás cristianos. Les gustaría volver a la misa en latín con el sacerdote de espaldas al pueblo. Para asombro general, hay también una organización conspiratoria Red Hat Report financiada por católicos conservadores norteamericanos, por magnates ligados a Trump y al ultraconservador Brennan, que utiliza los servicios de la CIA y del FBI para recoger datos de la vida privada de cardenales progresistas con la intención de manipularlos y viciar el Cónclave. Su interés es evitar la elección de un Papa progresista, incómodo a la orientación del gobierno y preferir un conservador que esté afinado con las políticas autoritarias de la actual administración.

Hay toda una gama de orientaciones: algunos cardenales son más progresistas, en el sentido de caminar con el mundo moderno; otros progresistas más críticos con las modernidades recelan contaminar a los fieles con pensamientos poco alineados al cristianismo oficial. Hay otros francamente francisquistas, que optan por los pobres, defienden una moral más flexible con referencia a los divorciados, acogen a las personas de otra opción sexual, abiertos al diálogo con todos como hacía el Papa Francisco. Hay un poco de todo.

¿Como se conocerán los cardenales venidos de tantos países lejanos y con culturas diferentes? En la primera semana del Cónclave se discuten los problemas internos de la Iglesia y del mundo: identificar los desafíos más relevantes y suscitar la pregunta fundamental: ¿qué cardenal sería el más apto para asumir esa tarea ingente? Está el cardenal Tagle de Manila, totalmente en la línea del Papa Francisco de una Iglesia pobre y especialmente de los pobres. Está el cardenal Zuppi de Bologna que vive en una comunidad de cristianos, va a palacio en bicicleta, defiende claramente a todos los marginados de la sociedad y una Iglesia de todos sin discriminaciones. Está el cardenal Pietro Parolin, Jefe de Estado y muy amigo del Papa Francisco, un poco conservador en doctrina pero totalmente abierto a una Iglesia con los desafíos de la nueva fase planetaria.

¿Por dónde irá la opción de tantos cardenales con tantas líneas teológicas y pastorales? Nadie lo puede saber. Sin embargo, es conocida la hipótesis: cuando no se logra un cierto consenso ni siquiera entre los “papabili” se busca a alguien más discreto que sea capaz de dialogar con las distintas partes, apto para crear un consenso.

Sugiero el nombre del Cardenal de Manaus Leonardo Ulrich Steiner, franciscano y pariente del cardenal Don Paulo Evaristo Arns. Tiene buena experiencia mundial, habla con fluidez portugués, italiano y alemán, goza de una segura formación teológico-espiritual. Y lo más decisivo: es el único cardenal del inmenso bioma amazónico. La Amazonia, debido al clamor ecológico y al calentamiento global será con seguridad uno de los temas centrales en los debates de los cardenales. El cardenal Leonardo destacó por la defensa de los pueblos originarios, los ribereños y pueblos de la selva, fue duro contra el expresidente Bolsonaro por dejar morir a mucha gente de Covid-19, en especial por dejar los hospitales sin oxígeno.

Es de temperamento sereno y tierno, con una mirada profunda hacia las personas, especialmente a las que más sufren. ¿Podría ser tal vez la figura de consenso? Si lo fuera, no me admiraría si asumiese este nombre: Papa Francisco II.

Traducción de María José Gavito Milano