Balance Ético Global para la COP30

Leonardo Boff

La Presidencia de la COP30 y el Círculo del Balance Ético Global, junto con el Movimiento Global de la Carta de la Tierra hicieron una invitación abierta a todos los interesados para contribuir al Balance Ético Global (BEG).

Por tanto, como miembro de la Carta de la Tierra Internacional, me propongo responder a las preguntas formuladas por la Presidencia de la COP30. Veo en la Carta de la Tierra y en la encíclica del Papa Francisco Cómo cuidar de la Casa Común fuentes inspiradoras para una Ética en nuestro turbulento tiempo.

Preguntas / Respuestas:

1. ¿Por qué tantas veces negamos o ignoramos lo que la ciencia y los saberes tradicionales dicen sobre la crisis climática y compartimos o toleramos la desinformación aun sabiendo que nuestras vidas están en peligro?

R/ La desinformación es voluntaria. Muchos jefes de estados ricos y CEOS de grandes corporaciones saben los peligros, pues están presentes y son innegables, como el calentamiento global, las crecidas de los ríos inundando ciudades enteras, los inmensos incendios en  California, en Amazonas, en España así como la presencia de varios virus, en particular el Coronavirus que alcanzó a toda la humanidad.

Niegan estos datos claros porque son antisistémicos. El sistema del capital hoy mundializado se concentra cada vez más (1% contra 99%). Tomar en serio estos datos obligaría a este capital a cambiar de lógica, cuidar de la naturaleza en lugar de superexplotarla, cultivar una justicia social y una justicia ecológica. No basta descarbonizar manteniendo la voracidad de acumulación. Como dice la Carta de la Tierra: «Adoptar patrones de producción y consumo que protejan las capacidades regenerativas de la Tierra, los derechos humanos y el bienestar comunitario» (§II,7). Ese sistema inhumano y falto de solidaridad jamás va a renunciar a sus ventajas y privilegios. De seguir la lógica del capital, tarde o temprano iremos al encuentro de una gran tragedia ecológico-social que podrá afectar a la biosfera y en el límite a la supervivencia de los seres humanos sobre este planeta que, siendo limitado, no soporta un proyecto de crecimiento/desarrollo ilimitado.

2. ¿Por qué seguimos con modelos de producción y de consumo que perjudican a los más vulnerables y no están alineados con la Misión 1,5°C?

R/ No le interesa al sistema dominante de producción que superexplota a la naturaleza y a los trabajadores, pues eso implicaría cambiar de paradigma de acumulación a paradigma de sostenimiento de toda la vida, humana y de la naturaleza (CT§ I.). Los representantes de este sistema ponen el lucro por encima de la vida, la violencia contra la naturaleza y los seres humanos y la competición por encima de la paz y de la colaboración de todos con todos. Desconocen el hecho científicamente comprobado del “espíritu de parentesco con toda la vida” (CT § Preámbulo c). Ese sistema impide “la justicia social y económica y erradicar la pobreza como un imperativo ético, social y ambiental” (CT III§9). Niega su lugar en el conjunto de los seres, pues todos son importantes para componer el Todo. El sistema de acumulación ya sea capitalista o de otra denominación va contra la lógica de la naturaleza y del proceso de cosmogénesis, pues “se debe  tratar a todos los seres con respeto y consideración” (CT § III,15), cosa que no hace. Aquí reside su vacío ético.

3. ¿Qué podemos hacer para garantizar que los países ricos, grandes productores y consumidores de combustibles fósiles, aceleren sus transiciones y contribuyan a financiar esas medidas en los países más vulnerables?

R/ Debemos alimentar indignación contra ese sistema que produce tantas víctimas. Debemos tener el valorde hacer todo tipo de presión  contra este sistema que mata y proponernos modificarlo. Usar los movimientos que “cuidan de la comunidad de vida con comprensión, compasión y amor” (CT § I,2) y presionar a los estados y las corporaciones. Saber usar las legislaciones existentes que protegen el medio ambiente y limitan la concentración de riqueza. Todo eso se consiguió gracias a la presión venida de abajo. Pero la indignación y la presión no bastan. Debemos comenzar con algo nuevo y alternativo. El camino más directo y con buenos resultados es vivir y fomentar el biorregionalismo. Dar valor a la región y al territorio. No a los establecidos con límites arbitrariamente por los estados, como por ejemplo, los municipios. Debemos asumir la región como la naturaleza la diseñó, con sus bosques y sus selvas, sus ríos, sus montañas, en fin, su naturaleza con la población que vive allí. Ella tiene su cultura singular, sus fiestas, sus personalidades notables que han existido: “se trata de proteger y restaurar los sistemas ecológicos de la Tierra con especial preocupación por la diversidad biológica y por los procesos que sustentan la vida” (CT § II,5). Se puede realizar un modo de producción con los bienes y servicios naturales locales, sin necesitar grandes fábricas, ni hacer grandes transportes. Sacar de la naturaleza lo que se necesita, respetar sus ritmos y darle tiempo para recuperarse (§ todo el número II: Integridad ecológica). Es posible y viable “construir sociedades democráticas que sean justas, participativas y pacíficas” (CT§ I,3), disminuyendo fuertemente la pobreza e incluso superándola. El centro es la comunidad humana y de vida, y todo lo demás al servicio de este centro. El resultado es alcanzar un modo sostenible de vida como afirma la Carta de la Tierra (§ El camino por delante) y con su desarrollo sostenible, adecuado a aquella región. Hoy hay en el mundo inumerables regiones que viven este proyecto con gran integración de todos. La Tierra entera podría ser como un tapete de biorregiones que se relacionan y se ayudan entre sí, y así salvan la sostenibilidad de todo el planeta Tierra.

4. ¿Qué tradiciones, historias o prácticas (culturales, espirituales) de su comunidad nos enseñan a vivir en mayor equilibrio con la naturaleza?

R/ Muchas ciudades replantan las calles y plazas con plantas nativas. Otras hacen campañas para arborizar espacios degradados o limpiar los ríos de residuos, especialmente plásticos y otros, asegurar la mata ciliar de todos los ríos y riachuelos, incentivar la agricultura agroecológtica en el campo y el cultivo de hortalizas y otros productos naturales en los espacios de tierra entre las construcciones o en las azoteas. Establecer también una relación amigable entre los consumidores de la ciudad y los productores del campo. Se visitan mutuamente e intercambian saberes. Entonces se crea una verdadera democracia de producción y consumo.

5. Teniendo en cuenta que necesitamos garantizar la diversidad en lo colectivo, ¿cómo podemos movilizar a más personas, líderes, corporaciones, empresas y naciones para que apoyen cambios justos y éticos en el combate contra la crisis climática? ¿Qué ideas y valores podrían inspirarnos en esta misión?

R/ En primer lugar es importante transmitir todo tipo de información sobre el estado de la Tierra y las amenazas que pesan sobre ella hasta el punto de poner en peligro la biosfera y la existencia del ser humano. Aquí es importante proporcionar datos sobre la Sobrecarga de la Tierra, es decir, cuánto suelo y mar necesitamos para garantizar la subsistencia de la humanidad. Resulta que la Tierra ha entrado en números rojos. En el año 2024, en los primeros meses del año, hemos consumido todos los bienes y servicios renovables de la Tierra que garantizan la vida. En el momento actual necesitamos casi dos Tierras  para atender el consumo humano, especialmente aquel suntuoso de los países ricos, en detrimento de gran parte de la humanidad que no posee alimentos suficientes y padece de falta de agua potable y de infra-estructura sanitaria (CT § III,10). Solo en el año 2024 hemos lanzado 40 mil millones de toneladas de CO² a la atmósfera, que permanecen allí unos cien años, a las que hay que añadir 20 mil millones de toneladas de metano que es 28 veces más dañino que el CO², aunque permanezca en la atmósfera unos 10 años. Toda esa contaminación produce un efecto invernadero que calienta cada vez más el planeta. Ahora ha superado la media tolerable de 1,5ºC. En este año 2025 está 1,7ºC por encima de lo que se postuló en el Acuerdo de París en 2015. El objetivo era alcanzar ese nivel solamente en el año 2030. El calor se ha  anticipado y ha tenido graves consecuencias humanas, con temperaturas por encima de 40-45ºC en los países europeos y fríos extremos en el Sur del mundo. La ciencia ha llegado atrasada y no puede contener ese calentamiento ni hacer que retroceda, sólo advertir su llegada y mitigar los efectos dañinos. ¿Cuándo estabilizará la Tierra su nuevo nivel climático? Si la temperatura alcanza los 38-40ºC, muchos seres vivos no podrán adaptarse y desaparecerán, tanto en la naturaleza como en la humanidad. Y no nos referimos a una eventual guerra nuclear con «destrucción mutua asegurada» que acabaría con la vida humana, u otro tipo de guerra utilizando la Inteligencia Artificial General, mediante la cual una potencia pueda inmovilizar a otra de tal forma que nada puede funcionar, energía, coches, aviones, cohetes, medios de comunicación hasta el punto de poner de rodillas a la otra nación. Esa guerra no es  imposible. No destruye nada pero somete a toda una nación o a toda la humanidad, un despotismo cibernético que controlaría todo hasta la vida privada. La IA autónoma puede decidir que la especie humana no le resulta conveniente y resolver exterminar la vida en la Tierra.

Todo este escenario sombrío nos lleva a proponer un nuevo paradigma, sugerido por la Carta de la Tierra y por las dos encíclicas del Papa Francisco:  Laudato Si: sobre el cuidado de la Casa Común (2015) y la Fratelli tutti (2020). En la Carta de la Tierra se dice así de claramente:

«Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en una época en que la humanidad debe escoger su futuro. Nuestra elección es o formar una alianza global para cuidar de la Tierra y unos de otros o arriesgarnos a nuestra nuestra destrucción y a la destrucción de la diversidad de la vida» (2003, Preámbulo).

Y el Papa Francisco dice:

«Estamos todos en el mismo barco, nadie se salva solo, o nos salvamos todos, o todos pereceremos» (Fratelli n.30,32).

La Carta de la Tierra reclama respeto y cuidado por todo lo que existe y vive y hacia la responsabilidad universal (§ I,1). El Papa apunta el paso del dominus o paradigma de la modernidad prevalente en el mundo–, el ser humano como dueño y señor de la naturaleza sin sentirse parte de ella, al frater, el ser humano hermano y hermana con todos los seres. Pues todos vienen del mismo polvo de la Tierra; todos tienen el  mismo código biológico de base (los 20 aminoácidos y las 4 bases nitrogenadas); el ser humano se siente parte de la naturaleza, no su dueño y señor, y su misión es cuidar y guardar el Jardín del Edén (la Tierra). “La fraternidad universal debe ser principalmente entre todos los seres humanos, formando la gran comunidad humana y terrenal” (Fratelli tutti,n.6)

Este sería el  paradigma nuevo. El centro sería la vida en toda su diversidad. La economía, la política y la cultura al servicio de la vida.

Es importante destacar que una ética del cuidado, de la responsabilidad general y de la fraternidad/sororidad universal no se garantiza por sí misma sin la espiritualidad natural. Esta no se deriva directamente de la religión, aunque pueda reforzarla, sino de la propia naturaleza humana. Esta espiritualidad natural es parte de la naturaleza humana como es la inteligencia, la voluntad y la sensibilidad. Ella se revela por el amor incondicional, por la solidaridad, por la empatía, por la compasión, por el cuidado y reverencia hacia la totalidad de la naturaleza y del universo y al Creador de todas las cosas. Es la vivencia de la espiritualidad natural con sus valores, que sustentan comportamientos éticos, necesarios para salvaguardar la vida en la Tierra.

Sólo este nuevo paradigma podrá garantizar el futuro de la vida en general, de la vida humana y de su civilización. En caso contrario podremos engrosar el cortejo de aquellos que caminan en dirección a su sepultura común. Pero cómo dice la Carta de la Tierra: «Nuestros desafíos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales están interligados y juntos podremos forjar soluciones incluyentes» (CT§ Preámbulo c). Por aquí pasa la solución de nuestra crisis planetaria. Por eso prevalece la esperanza de que el ser humano puede cambiar de rumbo e inaugurar una nueva etapa de la aventura humana sobre el planeta Tierra.

Frieden und Krieg unter Trump

Leonardo Boff*

Jamil Chade, ein brasilianischer und internationaler Journalist, drückte D. Trumps geopolitisches Projekt sehr treffend aus: „Er hat es bereits klargestellt: Er wird keine Diplomatie betreiben. Er wird mit Gewalt vorgehen, sowohl militärisch als auch wirtschaftlich und kommerziell. Sein Aufbau einer neuen Ordnung beinhaltet keinen Frieden, sondern die Kapitulation des Gegners.“ Die Zollabkommen mit fast allen Ländern sind eher seine Auferlegung als das Ergebnis von Verhandlungen. Das nennt man Kapitulation. Es gebührt der brasilianischen Regierung, die von führenden Persönlichkeiten der Weltwirtschaft und Politik anerkannt wird, Anerkennung dafür, dass sie sich nicht beugte, sondern den 50-prozentigen Zoll auf unsere Produkte aus ungerechtfertigten Gründen souverän ablehnte. Trump ist ein Militarist und Imperialist.

Daher ist es notwendig, die verborgenen Ursachen dieses Imperialismus, der Verweigerung diplomatischer Maßnahmen und der Kriegs- und Kapitulationsdrohungen zu ergründen. Sein Streben nach Vorherrschaft ist offensichtlich, getreu dem US-amerikanischen Mantra „Eine Welt, ein Imperium“. Es ist wichtig zu erkennen, dass es einen großen Konflikt geopolitischer, ethnischer und wirtschaftlicher Interessen gibt und dass insbesondere im globalen Süden gegenüber dem globalen Norden tiefgreifende Ungleichheiten bestehen, die das etablierte Imperium bedrohen könnten.

Das Erkennen dieser verborgenen Zusammenhänge ist entscheidend, um Trumps Geopolitik zu verstehen und einen echten und dauerhaften Frieden zu erreichen. Die Antwort ist nicht ein weiterer Krieg, sondern ein unbewaffneter, entwaffnender Frieden, so der Papst. Dieser unbewaffnete Frieden nutzt politische und diplomatische Mittel, die Zusammenarbeit mit anderen Regierungen, die ebenfalls Frieden anstreben, soziale Bewegungen, die Mobilisierung von Religionen und Kirchen sowie die Zusammenarbeit mit Gruppen alternativer Praktiken.

Im Amazonasgebiet war Chico Mendes ein Befürworter dieser Art von unbewaffnetem Frieden. Er mobilisierte Waldvölker, Kautschukzapfer und indigene Völker, um den Abholzungsaußenposten entgegenzutreten, und organisierte die berühmten „Empates“ (Versammlungen von Menschen aller Art – Kinder, Frauen, Alte und Arbeiter mit ihren Werkzeugen –, die sich vor den Traktoren aufstellten, die den Wald abholzten).

Diese Art von Frieden, die sich der Gewalt entgegenstellt, ist zugleich Geopolitik mit ihren Strategien und Taktiken, aber auch ein Geist tiefen Friedens, der auf Gewalt als Mittel zur Konfliktlösung verzichtet und versucht, diese so wenig destruktiv wie möglich zu gestalten. Er ist antiimperialistisch und schließt Krieg als Mittel zur Schaffung einer neuen Ordnung zwischen den Nationen aus, wie Trump es will. Krieg ist pervers, weil er Leben zerstört, insbesondere unschuldige, wie im Gazastreifen. Er widerspricht direkt dem transkulturellen Gebot: „Du sollst nicht töten.“

Bewaffneter Frieden zielt nicht auf Frieden ab, sondern stellt vielmehr eine von Trump erzwungene Befriedung dar. Er setzt voraus, dass die Realität ein Schauplatz ständiger Konflikte und Kriege ist. Koexistenz zwischen Individuen, Gemeinschaften und Völkern ist möglich, aber durch permanente Brüche bedroht. Nationalstaaten und die zentralen Länder, die die Geschichte hegemonisieren, sind Schauplätze von Machtkämpfen um den Mächtigen, deren Ausgang letztlich die „gegenseitige Vernichtung“ ist.

Der große Jurist und Politikwissenschaftler Carl Schmitt (1888–1986) argumentiert in seinem Werk „Der Begriff des Politischen“ (Duncker & Humblot, 2015), dass die Identität eines Volkes in dem Maße definiert und bestätigt wird, in dem es in der Lage ist, einen Feind zu identifizieren und ihn durch Vorurteile, Diffamierung und Dämonisierung anderer ständig zu bekämpfen. Nicht ohne Grund war er Adolf Hitlers Ideologe. Carl von Clausewitz (1780–1831: Vom Kriege,  Nikol 2008) misst dem Krieg eine zentrale Bedeutung in der Geschichtsschreibung bei und betrachtet Politik als Krieg, der mit anderen Mitteln geführt wird.

Es waren solche Gewaltvorstellungen, die den administrativen Mord des europäischen Kolonialismus in Afrika, Lateinamerika und Asien hervorbrachten. Millionen indigener Völker wurden in nur wenigen Jahren ausgelöscht, wie es im 16. Jahrhundert in Mexiko und der Karibik der Fall war.

Der von Hitler im Zweiten Weltkrieg ausgerufene totale Krieg war mit der „systematischen Produktion von Leichen in den nationalsozialistischen Vernichtungslagern“ (Hannah Arendt) verbunden. Diese „Vernichtungsfabriken“ hatten keine militärische Notwendigkeit. Stattdessen wurde der Tod banal, bürokratisch und technisch vollzogen, ohne Skrupel oder moralisches Empfinden. Es war der pure Ausdruck von Rassismus und Hass. Allein im 20. Jahrhundert wurden in den zahlreichen Kriegen 200 Millionen Menschen getötet. Dies stellt ein Höchstmaß an Barbarei dar und verstößt gegen jedes zivilisatorische Prinzip.

Und schließlich sind in den letzten Jahren Massenvernichtungswaffen aufgetaucht, insbesondere solche, die auf künstlicher Intelligenz und ihren Milliarden von Algorithmen basieren und in der Lage sind, der menschlichen Spezies und großen Teilen der Biosphäre ein Ende zu setzen.

Diese Form der Kriegsführung hat die Selbstwahrnehmung der Menschheit grundlegend verändert. Sie kann sich selbst vernichten. Ihr Ende ist nicht das Ergebnis einer Naturkatastrophe oder des göttlichen Willens, sondern menschlicher Entscheidungen oder der Delegation an eine autonome KI, deren Entscheidungen sich der menschlichen Kontrolle entziehen. Nachdem sich die Menschheit das genetische Alphabet des Lebens angeeignet hat, hat sie sich nun ihren eigenen Tod angeeignet.

Diese Tatsache nimmt metaphysische Dimensionen an, die uns darüber nachdenken lassen, wer der Mensch ist und welchen Platz er im Universum einnimmt. Der Mensch war das letzte der größeren Wesen, das in den Evolutionsprozess eintrat: Könnte es sein, dass er diesen Prozess beenden sollte, indem er zum großen Killer unseres Sonnensystems wurde und den gesamten Prozess der Kosmogenese beeinflusste?

Dies sind die höchst perversen Beobachtungen, von denen Trump besessen ist. Es wurde festgestellt, dass die Vereinigten Staaten seit ihrer Gründung immer wieder in irgendeine Form von Krieg verwickelt waren und dass es nach einem Krieg nur 17 Jahre Frieden gab.

Dies bedeutet nicht, dass wir aufhören, auf Menschen zu vertrauen, die in der Lage sind, friedliche Beziehungen aufzubauen und so einem unbewaffneten Frieden und nicht einem Krieg Raum zu geben.

Leonardo Boff ist ehemaliger Professor an der UERJ und Gastprofessor an mehreren ausländischen Universitäten und Autor von über einhundert Büchern zu verschiedenen Themen.

(übersetzt von Bettina Gold-Hartnack)

La paz y la guerra con Trump

Leonardo Boff*

Jamil Chade, periodista brasilero e internacional, expresó muy bien el proyecto de geopolítica de Trump: “Él ha dejado claro que no va a hacer diplomacia. Actuará con la fuerza, tanto bélica como económica y comercial. Su construcción de un nuevo orden no pasa por la paz, sino por la capitulación del adversario”. Los acuerdos arancelarios con casi todos los países son más imposiciones suyas que el fruto de una negociación. Eso se llama capitulación. Es mérito del gobierno brasilero, reconocido por grandes nombres de la economía y de la política mundiales, no curvarse sino rechazar soberanamente la imposición del 50% sobre nuestros productos, por razones injustificables. Trump es militarista e imperialista.

Es necesario por tanto buscar las causas escondidas detrás de ese imperialismo y de la negación de la diplomacia así como amenazar con guerra y capitulación. Es su voluntad de dominación, según el mantra: “un mundo-un solo imperio” (el de USA). Hay que reconocer que hay un gran conflicto de intereses geopolíticos, étnicos, económicos y la existencia de profundas desigualdades especialmente en el Sul global frente al Norte global, que pueden amenazar al imperio establecido.

Es preciso identificar estas conexiones ocultas como condición para entender la geopolítica de Trump y también para conseguir una paz verdadera y duradera. La respuesta no es otra guerra, sino una paz desarmada y que desarma según el Papa actual. Esta paz desarmada utiliza medios políticos, diplomáticos, las articulaciones con otros gobiernos que también quieren la paz, los movimientos sociales, la movilización de las religiones e iglesias y la implicación con grupos con prácticas alternativas.

Chico Mendes en la Amazonia era un adepto de este tipo de paz desarmada. Movilizaba a los pueblos de la selva, los seringueros e indígenas para hacer frente a los puestos avanzados de deforestación, organizando los famosos “empates”, reuniones de todo tipo de personas (niños, mujeres, personas mayores y trabajadores con sus herramientas de trabajo) que se colocaban delante de los tractores que iban a derribar la selva.

Ese tipo de paz que se enfrenta a la violencia es simultáneamente una geopolítica, con su estrategia y táctica, y también un espíritu de paz profunda que renuncia al recurso de la violencia como forma de resolver conflictos y de lidiar con ellos, procurando que sean lo menos destructivos posibles. Así es anti- imperialista y excluye la guerra como medio de crear un nuevo orden entre las naciones, como quiere Trump. La guerra es perversa porque destruye vidas, especialmente inocentes, como sigue sucediendo en la Franja de Gaza. Ella se opone frontalmente al mandamiento transcultural: “no matarás”.

La paz armada no tiene como objetivo la paz, sino una pacificación impuesta por Trump. Presupone que la realidad es una arena donde se libran permanentemente conflictos y guerras. La convivencia entre las personas, las comunidades y los pueblos es posible pero está amenazada por rupturas permanentes. Los estados-naciones y los países centrales que hegemonizan el curso de la historia son campos de lucha por el poder para ver quién es el más fuerte con una eventual “destrucción mutua asegurada”.

El gran jurista y politólogo Carl Schmitt (1888-1986) en su O conceito do político, (Vozes,2003) sustenta la tesis de que la identidad de un pueblo se define y se reafirma en la medida en que es capaz de identificar a un enemigo y darle combate permanente, en forma de prejuicio, de difamación y de satanización del otro. No sin razón fue el ideólogo de Adolf Hitler. Carl von Clausewitz (1780-1831: Da guerra, 1976) da centralidad a la guerra como fuerza conductora de la historia y ve la política como la guerra llevaba a cabo por otros medios.

Tales visiones de violencia produjeron primeramente el asesinato administrativo practicado por el colonialismo europeo en  África, en América Latina y en Asia, acabando en pocos años con millones de indígenas, como fue el caso de México y del Caribe en el siglo XVI.

Con la guerra total, inaugurada por Hitler en la Segunda Guerra Mundial, vino acoplada a la “fabricación sistemática de cadáveres en los campos campos de exterminio nazi” (Hannah Arendt). Estas “fábricas de exterminio” no obedecían a ninguna necesidad militar. En ellas imperaba la ejecución banal, burocrática y técnica de la muerte sin ningún escrúpulo ni sentimiento moral. Era la pura expresión del racismo y del odio. Solamente en el siglo XX murieron  200 millones de personas en las muchas guerras que ha habido. Esto  representa un alto nivel de barbarie y la negación de todo principio  civilizatorio.

Ahora en los últimos años han surgido las armas de destrucción masiva, especialmente las que usan la Inteligencia Artificial General con sus miles de millones de algoritmos, capaces de poner fin a la especie humana y a gran parte de la biosfera.

Esta modalidad de guerra ha alterado profundamente la percepción que el ser humano tiene de sí mismo. Él puede acabar consigo mismo. Su fin no resulta de un cataclismo natural ni por voluntad divina, sino por la propia decisión humana o por delegación a la IA autónoma, cuyas decisiones escapan al control humano. Después de habernos apropiado del alfabeto genético de la vida, el ser humano acaba de apropiarse de su propia muerte.

Tal hecho adquiere dimensiones metafísicas que hacen pensar en quién es el ser humano y cuál es su lugar en el universo. Él fue el último de los seres mayores en entrar en el proceso evolutivo: ¿no será que fue para poner fin a este proceso, convirtiéndose en el gran asesino de nuestro sistema solar y afectando a todo el proceso cosmogénico?

Tales constataciones de alta perversidad están en la cabeza de Trump. Se ha comprobado que los Estados Unidos desde su fundación han estado siempre involucrados en alguna guerra, solo han tenido 17 años de paz.

No por eso dejamos de confiar en el ser humano, capaz de crear relaciones pacíficas y así dar espacio a la paz desarmada y no a la guerra.

*Leonardo Boff es exprofesor de la UERJ y profesor visitante en varias universidades extranjeras. También es autor de más de cien libros sobre distintas materias de filosofía,teología y ecología entre otras.

A paz e a guerra sob Trump

Leonardo Boff*

Jamil Chade, jornalista brasileiro e internacional, expressou muito bem o projeto de geopolítica de D.Trump:”Ele já deixou claro:não irá fazer diplomacia. Atuará com a força,tanto bélica quanto econômica e comercial.Sua construção de uma nova ordem não passa pela paz.Mas pela capitulação do adversário”. Os acertos das tarifas com quase todos os países são mais  imposições dele do que fruto de uma negociação. Isso se chama capitulação. É mérito do governo brasileiro,reconhecido por grandes nomes da economia e da política mundiais, de não se curvar mas soberanamente rejeitar a imposição de  50% sobre nossos produtos, por razões injustificáveis. Trump é militarista e imperialista.

Precisa-se, portanto, buscar as causas escondidas atrás desse imperialismo e da negação da diplomacia e ameaçar com a guerra e capitulação. É sua a vontade de dominação, segundo o mantra“um mundo-um só império”(dos EUA). Importa reconhecer que há um grande conflito de interesses geopolíticos, étnicos, econômicos e a existência de profundas desigualdades especialmente no Sul global, face ao Norte global, que podem ameaçar o império estabelecido.

Faz-se mister identificar estas conexões ocultas, como condição para entender a geopolítica de Trump e também para conseguir uma paz verdadeira e duradoura. Como resposta não é  outra guerra. Mas uma paz desarmada e que desarma segundo o atual Papa. Esta paz desarmada utiliza-se de meios políticos, diplomáticos, as articulações com outros governos que também querem a paz, os movimentos sociais, a mobilização das religiões e igrejas e o envolvimento com grupos com práticas alternativas.

Chico Mendes na Amazônia era um adepto deste tipo de paz desarmada. Mobilizava os povos da floresta, os seringueiros e indígenas para fazerem frente aos postos avançados de desmatamento, organizando os famosos “empates”(reunião de todo tipo de pessoas, crianças, mulheres, pessoas idosas e trabalhadores com seus instrumentos de trabalho que se colocavam diante dos tratores que derrubam a floresta).

Esse tipo de paz que se confronta com a violência, é simultaneamente  uma geopolítica com sua estratégia e tática  mas  também um espírito de paz profunda que renuncia ao recurso da violência como forma de resolver conflitos e de se lidar com eles, procurando que sejam o menos destrutivos possível. Assim  é anti- imperialista e exclui a guerra como meio de criar uma nova ordem entre as nações como quer Trump.A guerra é perversa porque dizima vidas, especialmente, inocentes como na Faixa de Gaza. Ela se opõe frontalmente ao mandamento transcultural: “não matarás”.

A paz armada, não visa a paz mas é uma pacificação imposta por Trump. Ela pressupõe que a realidade é uma arena onde se travam permanentemente conflitos e guerras. A convivência entre as pessoas, as comunidades e os povos é possível mas ameaçada de permanentes rupturas. Os estados-nações e os países centrais que hegemonizam a condução da história são campos de luta pelo poder para ver quem é o mais forte e com a eventual “destruição mútua assegurada”.

O grande jurista e politólogo Carl Schmitt (1888-1986) em seu O conceito do político, (Vozes,2003) sustenta a tese de que a identidade de um povo se define e se reafirma na medida em que é capaz de identificar um inimigo e de dar-lhe permanente combate,na forma do preconceito, da difamação e da satanização do outro. Não sem razão foi o ideólogo de Adolf Hitler. Carl von Clausewitz (1780-1831: Da guerra,1976) dá centralidade à guerra na condução da história e vê a política como a guerra conduzida por outros meios.

Foram tais visões de violência que produziram primeiramente o assassinato administrativo praticado pelo colonialismo europeu na Áfria, na América Latina e na Ásia, dizimando em poucos anos milhões de indígenas como foi o caso do México e do Caribe no século XVI.

Com a guerra total, inaugurada por Hitler na Segunda Guerra Mundial, vem acoplada à  “fabricação sistemática de cadáveres nos campos de extermínio nazista”(Hannah Arendt). Estas “fábricas de extermínio” não possuíam nenhuma necessidade militar. Aí imperava a execução banal, burocrática e técnica da morte sem qualquer escrúpulo e sem qualquer sentimento moral. Era a pura expressão do racismo e do ódio. Somente no século XX foram mortos 200 milhões de pessoas nas muitas guerras que ocorreram. Isso representa alto   nível de barbárie e negação de qualquer princípio civilizatório.

Por fim, nos últimos anos surgiram as armas de destruição em massa, especialmente aquelas que usam a Inteligência Artificial Geral com seus bilhões de algoritmos, capazes de pôr fim à espécie humana e grande parte da biosfera.

Esta modalidade de guerra alterou profundamente a percepção de que o ser humano faz de si mesmo. Ele pode acabar consigo mesmo. Seu fim não resulta de um cataclismo natural nem por vontade divina, mas pela própria decisão humana ou pela delegação à IA  autônoma, cujas decisões escapam ao controle humano. Depois de termos nos  apropriado do alfabeto genético  da vida, o ser humano acaba de se apropiar da própria morte.

Tal fato ganha dimensões metafísicas que fazem pensar sobre quem é o ser humano e seu lugar no universo. Ele foi o último dos seres maiores a entrar no processo da evolução:  será que não o foi para pôr fim a este processo, sendo o grande assassino de nosso sistema solar e afetando todo processo de cosmogênese?

São tais constatações de alta perversidade  que estão na cabeça de Trump. Apurou-se que os EUA,desde sua fundação, sempre  estiveram metidos em alguma guerra, tendo apenas guerra 17 anos de paz.

Nem por isso deixamos de confiar no ser humano, capaz de criar relações pacíficas e assim dar espaço à paz desarmada e não à guerra.

Leonardo Boff é ex-professor da UERJ e professor visitiante em várias universidades estrangeiras e autor de mais de cem livro sob várias matérias.