Cómo retrasar el fin del mundo: una espiritualidad ecológica

Leonardo Boff*

En la encíclica Fratelli Tutti el Papa Francisco propone una alternativa al paradigma dominante del dominus(dueño y señor),en el queel ser humano está fuera y por encima de la naturaleza, disponiendo de ella a su antojo, como si fuese su dueño. Esta visión está en la raíz de la crisis mundial de hoy. Frente a ella el Papa propone el paradigma del frater (hermano y hermana), del ser humano formando parte de la naturaleza, y por eso hermano y hermana de todos los demás seres creados por la Madre Tierra. Acompaña a la fraternidad universal el amor social y el perenne cuidado por la Madre Tierra.

Este paso es una una forma de encontrar una salida a la crisis actual, que amenaza el futuro de nuestra civilización. Para recorrer el camino de la hermandad universal y del amor social, necesitamos una ética del cuidado de la Madre Tierra y de todos sus hijos e hijas.

Pero no basta una ética. Tenemos que ir más profundo, allí donde pueden surgir nuevas ideas salvadoras. Es la espiritualidad, como bien vio la encíclica Laudato Sì del Papa Francisco. En ella se dice que debemos evocar “motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo” (n.216).

Que quede claro que espiritualidad no es sinónimo de religiosidad. Aunque la religiosidad puede potenciar la espiritualidad, esta nace de otra fuente: de la profundidad del ser humano. Hoy muchos pensadores serios y científicos ven la espiritualidad como una parte esencial del ser humano, al igual que la corporalidad, la psique, la inteligencia, la voluntad y la  afectividad.

Neurolingüistas, los nuevos bioantropólogos y eminentes cosmólogos como Brian Swimme, David Bohm y biólogos como Watson y Collins, entre otros, reconocen que la espiritualidad forma parte de la esencia humana. Somos naturalmente seres espirituales, aun no siendo explícitamente religiosos. Por eso se habla especialmente en Estados Unidos y en la new science de la espiritualidad natural que debe ser vivida en todas las fases de la vida comenzando desde la infancia.

Esa parte espiritual en nosotros se revela por la capacidad de amar, por la solidaridad, por la cooperación, por la compasión, por la comunión y por la total apertura al otro, a la naturaleza, al universo, en una palabra al Infinito. La espiritualidad nos hace intuir que detrás de todas las cosas hay una Energía poderosa y amorosa que sustenta todo y lo mantiene abierto a nuevas formas en el proceso de la evolución. Algunos cosmólogos la llaman la Fuente originaria de todo ser. Yo prefiero la expresión: El Ser que hace ser a todos los seres.

Algunos neurólogos han identificado un fenómeno excepcional. Siempre que se abordan existencialmente temas ligados a Dios y a lo Sagrado, en el lóbulo frontal de nuestro cerebro se produce una aceleración descomunal de las neuronas de 9 hasta 30 herz. Ellos, no los teólogos, lo llamaron el  “punto Dios en el cerebro”. Así como tenemos órganos exteriores mediante los cuales captamos la realidad circundante, los ojos, los oídos, la piel, tenemos un órgano interior, es una ventaja evolutiva nuestra, para percibir a Aquel Ser que subyace a todos os seres, la Energía misteriosa que nos mantiene en la existencia.

Esta dimensión espiritual de nuestra naturaleza ha sido sofocada por nuestra cultura que venera más el dinero que la naturaleza, más el consumo individual que el compartir, que es más competitiva que cooperativa, que prefiere el uso de la violencia al diálogo para resolver conflictos y recurre a la amenaza y al eventual uso de armas de destrucción masiva. Pero son los valores ligados al frater, a la hermandad universal, que abrazan a la naturaleza y a la humanidad los que pueden salvar la vida.

Puesto que somos seres espirituales podemos darnos cuenta de los males que estamos causando a nuestra Casa Común. Ante el peligro de que nosotros mismos podamos desaparecer, existe la posibilidad de que demos un salto en nuestra conciencia y establezcamos una nueva relación de amor, de empatía y de cuidado de la Tierra y de todos los demás seres.

El gran pensador francés Edgar Morin, siempre preocupado por la situación ecológica de la Tierra, afirmó: “La historia ha mostrado varias veces que el surgimiento de lo inesperado y la aparición de lo improbable son plausibles y pueden cambiar el rumbo de los acontecimientos”. Como dijo un presocrático: “espera lo inesperado porque ahí puede estar lo nuevo”. Estemos atentos a lo inesperado y a lo improbable porque pueden ser plausibles e indicarnos un nuevo rumbo salvador para la Tierra, nuestra Magna Mater y Casa Común.

En verdad nadie puede decir hacia dónde va la actual situación de la Tierra, convulsionada por la disputa entre un mundo unipolar dominado por USA y el mundo multipolar, que tiene a Rusia, a China y a los BRICS como principales actores. Hay peligro de agravamiento y de que la guerra comercial de Trump termine en una guerra real que sería aterradora para la biosfera y la vida humana.

En situaciones así, los cristianos se fortalecen en la esperanza de que no suceda todo esto fundándose en la fe en un Dios que se presentó como “un apasionado amante de la vida” (Sabiduría 11,26). Él es el Señor del destino de la historia general y de la vida humana. Y actúa con bondad y  misericordia.

*Leonardo Boff ha escrito Cuidar de la Casa Común: cómo retrasar el fin del mundo, Vozes 2024.

Traducción de María José Gavito Milano

Come ritardare la fine del mondo: una spiritualità ecologica

Leonardo Boff

Nella sua enciclica Fratelli Tutti, Papa Francesco propone un’alternativa al paradigma dominante del dominus (proprietario e signore), dell’essere umano come qualcuno che è al di fuori e al di sopra della natura, disponendone a suo piacimento come se ne fosse il proprietario. Questa visione è alla radice dell’attuale crisi globale. In considerazione di ciò, il Papa propone il paradigma del frater (fratello e sorella), dell’essere umano come parte della natura e, quindi, fratello e sorella di tutti gli altri esseri, creati dalla Madre Terra. Esso accompagna la fraternità universale, l’amore sociale e la cura perenne per la Madre Terra.

Questa attraversata è una forma per trovare una via d’uscita dalla crisi attuale, che minaccia il futuro della nostra civiltà. Per percorrere il sentiero della fraternità universale e dell’amore sociale, abbiamo bisogno di un’etica della cura della Madre Terra e di tutti i suoi figli e figlie.

Ma un’etica non basta. Dobbiamo andare più in profondità, là dove possono sorgere nuove idee salvifiche. È la spiritualità, come ha individuato bene Laudato Sì di Papa Francesco. Lì si dice che dobbiamo evocare “motivazioni che derivano dalla spiritualità per alimentare una passione per la cura del mondo” (n. 216).

Sia chiaro: spiritualità non è sinonimo di religiosità, sebbene la religiosità possa potenziare la spiritualità. La spiritualità nasce da un’altra fonte: dal profondo dell’essere umano. Oggi i pensatori e gli scienziati più autorevoli vedono la spiritualità come parte essenziale dell’essere umano, come la fisicità, la psiche, l’intelligenza, la volontà e l’affettività.

Neuro-linguisti, i nuovi bio-antropologi ed eminenti cosmologi come Brian Swimm, David Bohm, biologi come Watson e Collins e altri riconoscono che la spiritualità è parte dell’essenza umana. Siamo esseri naturalmente spirituali, anche se non siamo esplicitamente religiosi. Per questo si parla, specialmente negli Stati Uniti e nella new science, di spiritualità naturale che deve essere vissuta in tutte le fasi della vita, a cominciare dall’infanzia.

Questa porzione spirituale dentro di noi si rivela nella nostra capacità di amare, nella solidarietà, nella cooperazione, nella compassione, nella comunione e nella totale apertura all’altro, alla natura, all’universo, in una parola all’Infinito. La spiritualità fa intuire agli esseri umani che dietro tutte le cose c’è un’Energia potente e amorevole che sostiene ogni cosa e la mantiene aperta a nuove forme nel processo evolutivo. Alcuni cosmologi la chiamano la Fonte originaria di tutto l’essere. Io preferisco la formula: l’Essere che fa esistere tutti gli esseri.

Alcuni neurologi hanno identificato un fenomeno eccezionale. Ogni volta che si affrontano temi esistenziali legati a Dio e al Sacro, si osserva un’enorme accelerazione dei neuroni, da 9 a 30 hertz, nel lobo frontale del cervello. Loro, non i teologi, lo hanno chiamato il “punto di Dio nel cervello“. Proprio come abbiamo organi esterni attraverso i quali percepiamo la realtà circostante, gli occhi, le orecchie, la pelle, abbiamo un organo interno che è il nostro vantaggio evolutivo, di percepire quell’Essere che è alla base di tutti gli esseri, quella misteriosa Energia che li mantiene in esistenza.

Questa dimensione spirituale della nostra natura è stata soffocata dalla nostra cultura, che venera più il denaro della natura, il consumo individuale più della condivisione, che è più competitiva che cooperativa, preferisce l’uso della violenza al dialogo per risolvere i conflitti e ricorre alla minaccia e all’eventuale impiego di armi di distruzione di massa. Ma sono i valori legati al frater, alla fratellanza universale che, coinvolgendo la natura e l’umanità, potranno salvare la vita.

In quanto siamo esseri spirituali, possiamo renderci conto dei mali che stiamo facendo alla nostra Casa Comune. Di fronte al rischio della nostra stessa scomparsa, sorge la possibilità di fare un salto nella nostra coscienza e stabilire una nuova relazione di amore, di empatia e di cura per la Terra e gli altri esseri.

Come affermò il grande pensatore francese Edgar Morin, sempre preoccupato per la situazione ecologica della Terra: “La storia ha dimostrato ripetutamente che l’emergere dell’inaspettato e l’apparire dell’improbabile sono plausibili e possono cambiare il corso degli eventi”. Come disse un pre-socratico: “aspetta l’inaspettato perché in esso può risiedere il nuovo”. Prestiamo attenzione all’inaspettato e all’improbabile, perché possono essere plausibili e indicarci un nuovo cammino salvifico per la Terra, la nostra Magna Mater e Casa Comune.

In verità, nessuno può dire dove ci porterà l’attuale situazione della Terra, sconvolta dalla disputa tra un mondo unipolare dominato dagli Stati Uniti e un mondo multipolare, c Leonardo Boff

Nella sua enciclica Fratelli Tutti, Papa Francesco propone un’alternativa al paradigma dominante del dominus (proprietario e signore), dell’essere umano come qualcuno che è al di fuori e al di sopra della natura, disponendone a suo piacimento come se ne fosse il proprietario. Questa visione è alla radice dell’attuale crisi globale. In considerazione di ciò, il Papa propone il paradigma del frater (fratello e sorella), dell’essere umano come parte della natura e, quindi, fratello e sorella di tutti gli altri esseri, creati dalla Madre Terra. Esso accompagna la fraternità universale, l’amore sociale e la cura perenne per la Madre Terra.

Questa attraversata è una forma per trovare una via d’uscita dalla crisi attuale, che minaccia il futuro della nostra civiltà. Per percorrere il sentiero della fraternità universale e dell’amore sociale, abbiamo bisogno di un’etica della cura della Madre Terra e di tutti i suoi figli e figlie.

Ma un’etica non basta. Dobbiamo andare più in profondità, là dove possono sorgere nuove idee salvifiche. È la spiritualità, come ha individuato bene Laudato Sì di Papa Francesco. Lì si dice che dobbiamo evocare “motivazioni che derivano dalla spiritualità per alimentare una passione per la cura del mondo” (n. 216).

Sia chiaro: spiritualità non è sinonimo di religiosità, sebbene la religiosità possa potenziare la spiritualità. La spiritualità nasce da un’altra fonte: dal profondo dell’essere umano. Oggi i pensatori e gli scienziati più autorevoli vedono la spiritualità come parte essenziale dell’essere umano, come la fisicità, la psiche, l’intelligenza, la volontà e l’affettività.

Neuro-linguisti, i nuovi bio-antropologi ed eminenti cosmologi come Brian Swimm, David Bohm, biologi come Watson e Collins e altri riconoscono che la spiritualità è parte dell’essenza umana. Siamo esseri naturalmente spirituali, anche se non siamo esplicitamente religiosi. Per questo si parla, specialmente negli Stati Uniti e nella new science, di spiritualità naturale che deve essere vissuta in tutte le fasi della vita, a cominciare dall’infanzia.

Questa porzione spirituale dentro di noi si rivela nella nostra capacità di amare, nella solidarietà, nella cooperazione, nella compassione, nella comunione e nella totale apertura all’altro, alla natura, all’universo, in una parola all’Infinito. La spiritualità fa intuire agli esseri umani che dietro tutte le cose c’è un’Energia potente e amorevole che sostiene ogni cosa e la mantiene aperta a nuove forme nel processo evolutivo. Alcuni cosmologi la chiamano la Fonte originaria di tutto l’essere. Io preferisco la formula: l’Essere che fa esistere tutti gli esseri.

Alcuni neurologi hanno identificato un fenomeno eccezionale. Ogni volta che si affrontano temi esistenziali legati a Dio e al Sacro, si osserva un’enorme accelerazione dei neuroni, da 9 a 30 hertz, nel lobo frontale del cervello. Loro, non i teologi, lo hanno chiamato il “punto di Dio nel cervello“. Proprio come abbiamo organi esterni attraverso i quali percepiamo la realtà circostante, gli occhi, le orecchie, la pelle, abbiamo un organo interno che è il nostro vantaggio evolutivo, di percepire quell’Essere che è alla base di tutti gli esseri, quella misteriosa Energia che li mantiene in esistenza.

Questa dimensione spirituale della nostra natura è stata soffocata dalla nostra cultura, che venera più il denaro della natura, il consumo individuale più della condivisione, che è più competitiva che cooperativa, preferisce l’uso della violenza al dialogo per risolvere i conflitti e ricorre alla minaccia e all’eventuale impiego di armi di distruzione di massa. Ma sono i valori legati al frater, alla fratellanza universale che, coinvolgendo la natura e l’umanità, potranno salvare la vita.

In quanto siamo esseri spirituali, possiamo renderci conto dei mali che stiamo facendo alla nostra Casa Comune. Di fronte al rischio della nostra stessa scomparsa, sorge la possibilità di fare un salto nella nostra coscienza e stabilire una nuova relazione di amore, di empatia e di cura per la Terra e gli altri esseri.

Come affermò il grande pensatore francese Edgar Morin, sempre preoccupato per la situazione ecologica della Terra: “La storia ha dimostrato ripetutamente che l’emergere dell’inaspettato e l’apparire dell’improbabile sono plausibili e possono cambiare il corso degli eventi”. Come disse un pre-socratico: “aspetta l’inaspettato perché in esso può risiedere il nuovo”. Prestiamo attenzione all’inaspettato e all’improbabile, perché possono essere plausibili e indicarci un nuovo cammino salvifico per la Terra, la nostra Magna Mater e Casa Comune.

In verità, nessuno può dire dove ci porterà l’attuale situazione della Terra, sconvolta dalla disputa tra un mondo unipolare dominato dagli Stati Uniti e un mondo multipolare, con Russia, Cina e BRICS come attori principali. C’è il rischio che l’escalation e la guerra commerciale di Trump si concludano in una vera e propria guerra, che sarebbe terrificante per la biosfera e la vita umana.

In situazioni come questa, i cristiani si fanno forza nella speranza che tutto ciò non accada, perché si basano sulla fede in un Dio che si è presentato come “un appassionato amante della vita” (Sap 11,26). Egli è il Signore del destino della storia generale e della vita umana. E la sua volontà è di bontà e misericordia.

Leonardo Boff ha scritto Cuidar da Casa Comum: como protelar o fim do mundo, Vozes 2024.

(Traduzione dal portoghese di Gianni Alioti)

on Russia, Cina e BRICS come attori principali. C’è il rischio che l’escalation e la guerra commerciale di Trump si concludano in una vera e propria guerra, che sarebbe terrificante per la biosfera e la vita umana.

In situazioni come questa, i cristiani si fanno forza nella speranza che tutto ciò non accada, perché si basano sulla fede in un Dio che si è presentato come “un appassionato amante della vita” (Sap 11,26). Egli è il Signore del destino della storia generale e della vita umana. E la sua volontà è di bontà e misericordia.

Leonardo Boff ha scritto Cuidar da Casa Comum: como protelar o fim do mundo, Vozes 2024.

(Traduzione dal portoghese di Gianni Alioti)

Como protelar o fim do mundo: uma espiritualidade ecológica

Leonardo Boff

O Papa Francisco na encíclica Fratelli Tutti  propõe uma alternartiva ao paradigma dominante, do dominus(dono e senhor) do ser humano como quem está fora e acima da natureza, dispondo dele como quiser como se fosse dono.Essa visão está na raiz da crise mundial de hoje. Face a isso o Papa propõe o paradigma do frater (irmão e irmã) do ser humano parte da natureza, por isso irmão e irmã de todos os demais seres, criados pela Mãe Terra. Acompanha a fraternidade universal,o amor social e o perene cuidado pela Mãe Terra.

Essa travessia é uma forma de encontrar uma saída da atual crise atual, ameaçadora do futuro de nossa civilização. Para trilharmos o caminho da irmandade universal e do amor social,precisamos de uma ética do cuidado da Mãe Terra e de todos os seus filhos e filhas.

Mas  uma ética não basta. Temos que ir mais fundo lá de onde podem surgir novas ideias salvadoras. É a espiritualidade, como bem viu a Laudato Sì do Papa Francisco.Aí se diz que devemos evocar “motivações que derivam da espiritualidade para alimentar uma paixão para cuidar do mundo”(n.216).

Que fique claro: espiritualidade não é sinônimo de religiosidade, embora a religiosidade pode potenciar a espiritualidade. A espiritualidade nasce de outra fonte: do profundo do ser humano. Hoje entre os pensadores mais sérios e cientistas veem a espiritualidade como parte essencial do ser humano, como a corporalidade, a psiqué, a inteligência, a vontade e a afetividade.

Neurolinguistas, os novos bioantropólogos e eminentes cosmólogos como Brian Swimm, David Bohm e biólogos como  Watson e Collins e outros reconhecem que a espiritualidade é da essência humana. Somos naturalmente seres espirituais, mesmo não sendo explicitamente religiosos. Por isso se fala especialmente nos EUA e na new science  de espiritualidade natural que deve ser vivida em todas as fases da vida a começar na infância.

Essa porção espiritual em nós se revela pela capacidade de amar, pela solidariedade,pela cooperação, pela compaixão, pela comunhão e pela total abertura ao outro, à natureza, ao universo,  numa palavra ao Infinito. A espiritualidade faz o ser humano intuir que por detrás de todas as coisas há uma Energia poderosa e amorosa que tudo sustenta e a mantém aberta a novas formas no processo da evolução. Alguns cosmólogos a chamam de a Fonte originária de todo o ser. Eu prefiro a fórmula: O Ser que faz ser todos os seres.

Alguns neurólogos identificaram um fenômeno excepcional. Sempre que se abordam existencialmente temas ligados a Deus e ao Sagrado, verifica-se no lobo frontal do cérebro uma descomunal aceleração dos neurônios de 9 até 30 herz. Eles, não os teólogos, o chamaram de “ponto Deus no cérebro”. Como temos órgãos exteriores pelos quais captamos a realidade circundante, os olhos, os ouvidos, a pele, temos um órgão interior que é nossa vantagem evolutiva, de perceber Aquele Ser que subjaz a todos os seres, aquela Energia misteriosa que os mantém na existência.

Essa dimensão espiritual de nossa natureza foi sufocada por nossa cultura que venera mais o dinheiro que a natureza, o consumo individual que a partilha, que é mais competitiva que cooperativa, prefere o uso da violência do que o diálogo para resolver conflitos e recorre à ameaça e eventual utilização de armas de destruição em massa. Mas são os valores ligados ao frater, da irmandade universal envolvendo a natureza e a humanidade que poderá salvar a vida.

Como somos seres espirituais podemos nos dar conta dos males que estamos fazendo à nossa Casa Comum. Face ao risco de nós mesmos podermos desaparecer, cria-se a possibilidade de dar um salto em nossa consciência e estabelecer uma nova relação de amor, de empatia e de cuidado para com a  Terra e os demais seres.

Como asseverou o grande pensador francês Edgar Morin,sempre preocupado com a situação ecológica da Terra:”A história várias vezes mostrou que o surgimento do inesperado e o aparecimento do improvável são plausíveis e podem mudar o rumo dos acontecimentos”. Como disse um pré-socrático: “espere o inesperado porque nele pode estar o novo”. Estejamos atentos ao inesperado e ao improvável porque podem ser plausíveis e nos apontar um novo rumo salvador para a Terra, a nossa Magna Mater e Casa Comum.

Na verdade, ninguém pode dizer para onde a atual situação da Terra convulsionada pela disputa entre um mundo unipolar,dominado  pelos USA e o mundo multipolar, tendo a Rússia, a China e os BRICS os principais atores. Há o risco que o acirramento e a guerra comercial levada avante por Trump termine numa guerra real que seria aterradora para a biosfera e a vida humana.

Em situações assim, os cristãos se fortalecem   na esperança de que tudo isso não aconteça porque se fundam na fé num Deus que se apresentou como “um apaixonado amante da vida”(Sabedoria 11,26). Ele é o Senhor do destino da história geral e da vida humana. E sua vontade é de bondade e misericórdia.

Leonardo Boff escreveu Cuidar da Casa Comum: como protelar o fim do mundo, Vozes 2024.

Rescatar lo reprimido: la conciencia profunda

Leonardo Boff*

Entre las muchas crisis que asolan nuestra civilización actual, la crisis de la conciencia ética y moral es indudablemente una de las más graves. Hay analistas que consideran el eclipse de la ética como una de las causas principales de los impasses actuales, de la desesperanza y del angustioso interrogante: De seguir el curso actual que reprimió la conciencia ética y con ella el sentido de corresponsabilidad por “una comunidad global de destino común para toda la humanidad”, para usar una feliz expresión frecuente en la boca de Xi Jinping de China, podremos por nuestra culpa llegar a una gravísima situación, eventualmente final de nuestra existencia en este planeta.

No pretendemos profundizar esta línea de pensamiento con toda la plausibilidad que contiene. Nuestro propósito es más sencillo: en momentos de grave perplejidad, de erosión de utopías esperanzadoras y de incertidumbre sobre qué destino nos espera, urge volver a aquellos datos mínimos de donde surge la conciencia ética y redefinirlos para nuestro momento actual.

Tomo como referencia dos conceptos griegos, pues fue en Grecia, en medio de una gran crisis de paso de una visión mítica del mundo a una visión racional, con los grandes filósofos como Platón y  Aristóteles y los dramaturgos como Sófocles, Eurípides y Esquilo, donde se elaboró la filosofía y el pensamiento ético, válidas todavía hoy. Las categorías son griegas pero tocan un valor universal: el “daimon” y el “Ethos”.

Para empezar es bueno aclarar que “daimon” no tiene nada que ver con el demonio. Al contrario, es el ángel bueno y protector. El  “daimon” para los griegos clásicos es sinónimo de la conciencia profunda e interior (syneídesis), esa voz que nunca se calla, como un juez que nos impulsa hacia el bien y crea mala conciencia por el mal hemos hecho. Ella pertenece a la naturaleza humana tanto como la inteligencia y la voluntad.

Sócrates, que siempre se dejaba siempre orientar por él, lo llama “voz profética dentro de mí, proveniente de un poder superior” o también “señal de Dios”. Más tarde el gran pensador Séneca consideraba la conciencia interior la sede donde habita Dios (prope est a te Deus, tecum est, intus est). Filón de Alejandría, también  gran filósofo, veía en la conciencia la presencia de lo Divino en el alma.

El hecho es que el “daimon”-conciencia significa la voz de la interioridad que siempre nos acompaña. No está en nuestro poder silenciarla. El criminal o corrupto –y hay tantos entre nosotros– puede huir lejos, esconderse de la justicia, pero está siempre aguijoneado por el juez interior que lo condena por lo que ha hecho mal y no lo deja tranquilo. O aquel sentimiento vivo y profundo que aplaude el gesto de generosidad que hayamos hecho con el hambriento de la calle. Todos somos portadores “de la conciencia-daimon” por el simple hecho de ser humanos con espíritu, subjetividad (nuestro profundo) y libre albedrío, hombres y mujeres, capaces de hacer cosas horribles (incluso las más ocultas) o cosas honradas que nos gratifican.

“Ethos” es otro concepto griego del cual viene la palabra ética. Ethos significa la morada humana, no simplemente el edificio material. La vivienda debe entenderse existencialmente como aquel espacio trabajado por nosotros que nos protege, dentro del cual vivimos y convivimos, distribuimos los demás espacios, el lugar de la sala de visitas, las habitaciones para dormir, la cocina y la despensa.

Toda morada-ethos debe tener su aura buena que hace que nos sintamos “en casa”, especialmente cuando volvemos del trabajo o de un viaje. A ella pertenece el rincón sagrado (el lugar de la diosa Hestia, protectora de la morada), donde guardamos fotos y recuerdos queridos, la vela que arde o los santos de nuestra devoción. Al ethos-morada pertenecen los cuidados y la buena relación con los vecinos.

Heráclito, genial filósofo presocrático (500 a.C.), unió las dos palabras en el aforismo 119: “el ethos es el daimon del ser humano”, o sea, “la casa es el ángel protector del ser humano”. Esta formulación esconde la llave de una construcción ética expresada en términos simples y prácticos, válida para nuestros tiempos sombríos.

Ser fieles a ese ángel bueno hace que vivamos bien en la casa, la individual, la ciudad, el país y el planeta Tierra, la Casa Común. Todo lo que hagamos para que se viva bien juntos (felicidad) es ético y bueno, lo contrario es antiético y malo. 

Sin embargo en nuestra historia hay una especie de tragedia: el “daimon” ha sido prácticamente reprimido y olvidado. En su lugar, los filósofos antiguos mencionados o los modernos como los impulsores de la moral cristiana o como Kant y otros, pusieron en marcha sistemas éticos, con principios y normas morales consideradas frecuentemente como válidas para todos, sin tener en cuenta lo singular de cada cultura y el cambio de los tiempos. Pero independientemente de estos factores cambiantes, la voz del ángel bueno no deja de hablar y de hacerse sentir al margen de nuestra voluntad, incluso cuando está confundida con las otras mil voces que se hacen oír en la sociedad. Si queremos una revolución ética duradera debemos liberar el “daimon”-conciencia cubierto de las cenizas de nuestro  egoísmo, del consumismo y del espíritu de maledicencia y de brutalidad en las relaciones personales y sociales.

Para remplazar nuestro paradigma inhumano por otro nuevo liberador debemos comenzar por auscultar el “daimon” de nuevo y tomar en serio el “Ethos”, como casa no sólo personal sino planetaria. Al final, es el sentido común ético. Él nos sugerirá cómo ordenar la casa que es la ciudad, el Estado y la Casa Común planetaria. No tenemos otra salida.

Escuchar al “daimon” y cultivar el “Ethos” que afectan a cada persona universalmente pueden traer alguna paz general y hacer surgir una actitud de respeto hacia la naturaleza y una ética del cuidado de la Casa Común. Eso podrá salvarnos. Y entonces podrá irrumpir una reconciliación general entre los humanos y con la naturaleza.

*Leonardo Boff ha escrito La búsqueda de la justa medida I y II: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2024.

Traducción de MªJosé Gavito Milano