Leonardo Boff: ecología, espiritualidad y liberación

Juan José Tamayo*

       Carta abierta en su 87 cumpleaños

       Querido Leonardo

No quiero faltar a la celebración de tu 87 cumpleaños el día 14 de diciembre. Te escribo para expresarte mi amistad y mi reconocimiento en tu largo caminar por la senda de la liberación de las personas más vulnerables, de los colectivos empobrecidos, de los pueblos oprimidos y de la naturaleza depredada.

Nuestros encuentros

Nos conocimos hace cuarenta y ocho años. Fue en 1977 en la Semana Internacional de Teología sobre “Jesucristo en la historia y en la fe”, organizada por la Fundación Juan March. En ella intervinieron algunos de los teólogos europeos más prestigiosos, entre ellos, el francés Christian Duquoc, los alemanes Walter Kasper, Ernts Käsemann y Wolfhart Pannenberg y el español José María González Ruiz.

Eras el teólogo más joven, el único no europeo, el teólogo venido del Sur que discutía de igual a igual y en profundidad con tus colegas del Norte, con lo más granado de la teología europea. Tu conferencia versó sobre Jesucristo liberador desde la América Latina oprimida. No fue un discurso fácil, y menos aún demagógico, sino riguroso, aunque desde una lógica distinta de la eurocéntrica: la de los oprimidos, que rompía las reglas de la lógica de los satisfechos.

Recuerdo que en uno de los debates con Pannenberg, quizá el más tenso y de mayor altura intelectual de toda la semana, el teólogo alemán te recordó que la teología es la inteligencia de la fe. A lo que tú respondiste: “Profesor, lleva usted razón, pero es también aliento de vida y fuerza de liberación para los pobres y oprimidos”.

Tres años después volvimos a encontrarnos en Asturias en un Congreso sobre la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en Puebla (México) con la presencia del secretario general del CELAM, monseñor Quarrachino, que se comportó de manera autoritaria y verbalmente violenta contigo, pero sin aportar una sólida argumentación a tus críticas. Fue en aquel encuentro donde empezamos a forjar nuestra amistad, que dura hasta hoy.

De entonces para acá muchos han sido nuestros encuentros en Congresos de teología de la liberación en diferentes lugares del planeta, preferentemente en España y en varios países de América Latina, amén de nuestra comunicación epistolar permanente, las reseñas de nuestros libros y tus prólogos a mis libros La teología de la liberación en el nuevo escenario político y religioso (Tirant, Valencia, 2011, 2ª ed.) y Cristianismo radical (Trotta, Madrid, 2025, 3ª ed.), que nunca dejaré de agradecerte suficiente.

En 1999 escribí el libro Leonardo Boff. Ecología, mística y liberación (Desclée de Brouwer, Bilbao, 1999). En él recojo la larga conversación que mantuvimos durante varios días en mi casa de Madrid en octubre de 1997, hago un perfil intelectual tuyo y ofrezco una exposición sistemática de tus principales aportaciones en el campo teológico, pero prestando atención también a tus estudios sobre ecología, cosmología y antropología. El libro conserva la misma actualidad de entonces, ya que abordamos los temas mirando al futuro.

Volvimos a encontrarnos varias veces en los Foros Sociales Mundiales, donde creamos el Foro Mundial de Teología y Liberación (FMTL). Recuerdo dos de esos encuentros: el de Porto Alegre (Brasil), celebrado en 2005 bajo el lema “Teología para Otro Mundo Posible” y el de Belem de Pará (Brasil) en 2009 cuyo tema fue “Tierra, Agua y Teología para otro Mundo Posible”. Retengo en la memoria el vivo diálogo que mantuviste en el Foro de 2009 con tu compatriota la ecologista Marina Silva. No recuerdo si participaste en el FMTL de Nairobi (Kenia) bajo el título “Espiritualidad Para Otro Mundo Posible”.

Antes de la pandemia nos encontramos varias veces en Ciudad de México, Puebla de los Ángeles y Monterrey en los Congresos organizados por el colectivo Amerindia y la Fundación Valores. Recientemente hemos participado, virtualmente en el 41 y el 44 Congreso de Teología, organizados por la Asociación española de Teólogas y Teólogos Juan XXIII y otros colectivos cristianos de base. Tus conferencias fueron muy bien acogidas y evaluadas.

La del 21 Congreso fue “Hacia una Iglesia samaritana y cuidadora de la naturaleza”, en la que hablaste de la confrontación de dos paradigmas civilizatorios: el del dominus, dominador de la naturaleza, y el del frater, del hermano y de la hermana, inspirado en la encíclica del papa Francisco Fratelli tutti. La del 24 Congreso giró en torno a “Caminos de Paz: Shalom y justicia”. “La paz -dijiste- solo es posible en la medida en que las personas individuales y las colectividades se predispongan a desarrollar organizadamente la convivencia, el respeto, la cooperación y el amor”.

Preguntas que te interpelan

Durante los ochenta y siete años de vida has hecho un fecundo itinerario que se bifurca en múltiples sendas: la experiencia religiosa, la teología, la ecología, la política, la academia, los foros mundiales de teología y liberación dentro de los Foros Sociales Mundiales, los congresos de Amerindia, el acompañamiento a las comunidades eclesiales de base, al MST…

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, dice Antonio Machado. Tú has hecho camino al andar dejando huella por donde has pasado y sigues pasando. Y siempre desde el pensamiento crítico, desde la experiencia de la ternura, del corazón, desde el amor a la Pacha Mama y del seguimiento de Jesús de Nazaret, el Cristo Liberador, sobre el que escribiste la primera cristología latinoamericana históricamente significativa en 1972. Luego vendrían otras de colegas y amigos, entre ellas las de Juan Luis Segundo y Jon Sobrino.

Te reconozco como uno de los teólogos más innovadores de la teología latinoamericana, que propones una ética centrada en las “virtudes para otro mundo posible”, en la construcción de una fraternidad sororal eco-humana y de una teología del cautiverio y de la liberación

“Lo mejor de la religión -escribía Bloch en el frontispicio de su libro El ateísmo en el cristianismo– es que crea herejes”. Creo que tú eres un excelente ejemplo de este aforismo, cambiando quizá “hereje” por “heterodoxo”. Ahí radica la creatividad en todos los campos de tu ser, tu saber y tu quehacer humano en los que has trabajado y sigues trabajando sin descanso. Tu vida y tu pensamiento demuestran que eres un intelectual que rompe esquemas (y algunos cráneos endurecidos de colegas, obispos y algún inquisidor, otrora mecenas tuyo), abres nuevos horizontes y propones alternativas donde parece que no hay salida o se cree que la salida es una sola.

Te reconozco como uno de los teólogos más innovadores de la teología latinoamericana, que propones una ética centrada en las “virtudes para otro mundo posible”, en la construcción de una fraternidad sororal eco-humana y de una teología del cautiverio y de la liberación.

En tu quehacer teológico has sabido compaginar ejemplarmente, durante más de cinco décadas, el rigor metodológico y la denuncia profética, otra manera de hacer teología y el compromiso político con los pobres de la tierra y con la naturaleza oprimida, cuyos gritos has sabido escuchar y a los que has querido responder desde la razón cordial y la ética del cuidado. El rigor metodológico lo demuestras con el recurso a la doble mediación de la teología de la liberación: socio-analítica y hermenéutica, que se aprecia en todas las páginas de tus libros y en los artículos con los que nos sorprendes a menudo por ser reflexiones a pie de página llenas de profundidad y de sabiduría vital.

Utilizas la mediación de las ciencias humanas y sociales para un mejor conocimiento de la realidad, para descubrir los mecanismos de opresión que atentan contra la vida de los pobres y de la naturaleza y para liberar a la teología de su -quizá falsa-, neutralidad social, de su -supuesta- neutralidad política y de su -sólo aparente- indiferencia ética.

Recurres a la hermenéutica, necesaria para el estudio y la interpretación de los textos fundantes del cristianismo y para no caer en el fundamentalismo, una de las manifestaciones más perversas de las religiones que, siguiendo el refrán latino corruptio optimi pessima, convierten el vino espumoso de los orígenes en vinagre imbebible. A través de la hermenéutica analizas el pre-texto y el con-texto de dichos textos, descubres su sentido primigenio emancipador y preguntas por su significación y sentido hoy a la luz de los nuevos desafíos y de las nuevas preguntas que nos plantea la dura realidad. No como otros colegas, que dan respuestas del pasado a preguntas del presente. Todo lo contrario. Intentas aportar respuestas creativas a las preguntas de cada realidad histórica.

Una realidad que hemos construido nosotros y nosotras, en la que no podemos instalarnos cómoda y acríticamente, sino que estamos llamados a de-construirla para re-construirla de manera creativa e inclusiva y un mundo en el que quepan todos los mundos, lema del Movimiento Zapatista. Desmientes así el viejo adagio conformista del pensamiento conservador: “las cosas son como son y no pueden ser de otra manera” y compartes, más bien, la afirmación del filósofo de la esperanza y de la utopía, Ernst Bloch, que inspira buena parte de nuestra teología: “Si los hechos no coinciden con el pensamiento, peor para los hechos”.

Eres considerado, y con razón, uno de los principales cultivadores de la teología de la liberación (TL). A ella accediste a partir del impacto que te produjeron las favelas de Petrópolis, donde llevaste a cabo un intenso trabajo socio-pastoral desde comienzos de la década de los setenta del siglo pasado. Tu reflexión teológica en clave liberadora nació, asimismo, de la necesidad de dar respuesta a las preguntas que te planteó un grupo de sacerdotes comprometidos con el mundo indígena de la selva amazónica hace ahora cinco décadas:

– ¿Cómo anunciar la muerte y la resurrección de Jesús a indígenas que están siendo exterminados y muriendo por las enfermedades de los blancos?

– ¿Cómo anunciar la buena noticia de la salvación a las poblaciones explotadas?

– ¿Cómo hablar de Dios inteligiblemente, y no de manera cínica, a personas indígenas que viven la experiencia de lo sagrado en contacto con la naturaleza?

Las experiencias vividas en el mundo de la pobreza extrema, de la marginación cultural y de la depredación de la naturaleza, por una parte, y la necesidad de responder a las preguntas que surgían de ahí, por otra, te llevaron a dedicarte por entero, profesional y vitalmente, a fundamentar la nueva metodología de la teología de la liberación, que comenzaste haciéndola en tiempos del cautiverio, vivido durante la dictadura brasileña y los regímenes militares del continente latinoamericano, que parecían “eternos”.

La ecología, en el corazón de tu teología

La teología y el cristianismo en general apenas han mostrado interés por la ecología. Tú has llenado ese vacío llevando a cabo una reflexión teológica en perspectiva ecológica, que cuestiona la supuesta – ¡y falsa!- fuerza emancipadora del paradigma científico-técnico de la modernidad. Un paradigma selectivo, centrado en el ser humano, que ni es universalizable ni integral, ¡ni siquiera humano!

Como alternativa propones un nuevo paradigma en el que el ser humano no compita con la naturaleza, sino que esté en diálogo y comunicación simétricos con ella, con relaciones de sujeto a sujeto, y no de sujeto a objeto. El ser humano y la naturaleza conforman un entramado de relaciones multidireccionales caracterizadas por la interdependencia y no por la autosuficiencia, por la fragilidad del mundo y la vulnerabilidad humana, y no por la omnipotencia, la insolencia y la arrogancia. Se establece, entonces, un pacto entre todos los seres del cosmos regido por la solidaridad cósmica, la fraternidad-sororidad sin fronteras, sin gremialismos ni tribalismos, y el cuidado, virtud fundamental de la ética eco-humana. Es “la opción Tierra”, título de uno de tus libros más bellos, que reseñé junto a otros en BABELIA-EL PAÍS.

Muchas somos las personas que seguimos tus lecciones de ecología integral, entre ellos el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si’. Sobre el cuidado de la casa común, de 2015, que se inspira en tus textos y en tu testimonio de amor a la tierra, y se inicia con el Cántico de las criaturas, que tantas veces has citado: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba… Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella”. La encíclica se hace eco de tus críticas al antropocentrismo, incluido el antropocentrismo cristiano.

“La razón no puede florecer sin esperanza, ni la esperanza puede hablar sin razón” escribe Ernst Bloch en su magna obra El principio esperanza, que leíste en alemán durante tus estudios en Munich y citas con frecuencia. Razón y esperanza o, mejor, optimismo militante, docta spes, son lo que mejor define tu vida, tu, tu obra. A tus 87 años sigues practicando la “esperanza contra toda (des)esperanza”.

Espiritualidad liberadora

No quiero terminar sin decir unas palabras sobre la espiritualidad en tu vida y tu obra, inseparable de la liberación de los seres humanos empobrecidos y de la naturaleza depredada.

“Lo que sustenta la práctica y la teoría (teología) liberadoras -escribes- es una experiencia espiritual de encuentro con el Señor en los pobres. Por detrás de toda práctica innovadora de la Iglesia, en la raíz de toda teología verdadera y nueva se esconde latente una experiencia religiosa típica. Esta constituye la palabra-fuente; todo lo demás resulta de esta experiencia totalizadora, es esfuerzo de traducción en los marco de una realidad históricamente determinada”.

Leonardo BoffLeonardo Boff | EFE

La espiritualidad eco-humana lleva derechamente a la práctica del cuidado, que constituye la esencia del ser humano y que defines como una relación no agresiva ni destructiva, sino amorosa y respetuosa con la realidad, con el planeta como totalidad, con los ecosistemas, con nuestro cuerpo, con nuestro ser interior. Se trata de un arte, más que de una técnica, e inaugura un nuevo paradigma de convivencia tridimensional: ser humano-vida-tierra. El presupuesto del cuidado es que los seres humanos somos parte de la naturaleza y miembros de la comunidad biótica y cósmica, y tenemos la responsabilidad de protegerla y regenerarla.

El cuidado activa nuestra sensibilidad hacia nosotros mismos y hacia todo lo que nos rodea. Comporta el reconocimiento y el respeto de la dignidad y los derechos de las otras y los otros y de la naturaleza. Si los seres humanos no nos cuidamos terminamos por deshumanizarnos. Si no cuidamos la naturaleza, que es nuestro hogar, nos quedamos a la intemperie, sin lugar donde vivir. El cuidado representa el lado subjetivo, afectivo, actitudinal, y la cultura constituye el eje vertebrador de la nueva relación eco-humana, que reformulas así: “O cuidamos la vida en todas sus formas, especialmente la vida humana, y cuidamos nuestra casa común, la Tierra, o podemos poner en peligro nuestra presencia en este planeta”[1].

El cuidado revoluciona la concepción de la inteligencia y de la razón que ha estado vigente durante siglos en la cultura occidental y que privilegiaba su carácter instrumental, analítico, utilitarista y funcional y se traducía en el principio “conocer es dominar”. En el nuevo paradigma se corrige tal concepción y se pone el acento en la razón sensible, cordial, compasiva y utópica. La ética del cuidado lleva a la compasión, que consiste en ver, sentir, vivir y pensar la realidad desde las víctimas, identificarse con sus sufrimientos y hacerlos propios[2].

No alargo más esta epístola, que solo quiere ser una expresión de amistad y una manifestación de agradecimiento. A veces has sido acusado de utópico, acusación que comparto contigo. No se dan cuenta nuestros críticos de que esa acusación, más que un insulto, es un elogio. Como en el poema de Eduardo Galeano, la utopía te sirve para caminar, que no es poco teniendo las piernas tan quebradas, razón por la cual, como dije en tu presentación en el Congreso de Amerindia de 2017 en la Ciudad de México, no puedes ni quieres arrodillarte ante el poder, cualquiera fuera este, incluido el del Vaticano. ¡Todo un milagro! El milagro de la esperanza y la utopía. Ad multos annos, Leonardo.

Tu amigo en la tribulación y la esperanza,

*Juan José Tamayo Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”

Universidad Carlos III de Madrid

[1] Leonardo Boff, El cuidado necesario, p. 32.

[2] He desarrollado el tema de la compasión en Juan José Tamayo, La compasión en un mundo injusto, Fragmenta, Barcelona, 2023, 2ª ed.

O Pe.Júlio Lancelllotti: um justo entre as nações, perseguido  

Leonardo Boff e Fernando Altemeyer Jr

Nos últimos dias, fomos surpreendidos por um fato que nos deixou estarrecidos: o Pe. Júlio Lancellotti, o cura D’Ars dos pobres e de gente de rua, que já há 40 anos cuida com ternura e amorosidade de centenas da população de rua, dando-lhes o pão,o abrigo, a biblioteca, a escola e tantas obras de genuína misericórdia bíblica, foi de repente imposta a proibição de transmitir pela mídia sua missa dominical. Frequentavam a missa, bem no sentido tradicional, portanto, livre que qualquer censura canônica, por pessoas de sua paróquia de São Miguel Arcângelo,  por gente de toda a cidade de  São Paulo, gente vinda de todos os estados da federação, missa seguida até no estrangeiro, na América Latina e Europa. Não só. Foi-lhe vedado o acesso à mídia virtual na qual era frequente com sua presença profética e profunda sabedoria.

Irradiava bondade e esperança. Sempre terminava com estas palavras-geradoras “Força! Coragem! Ninguém desanime!

Foi perseguido e caluniado por políticos que abominam a população de rua. Ele tudo suportou com o espírito das bem-aventuranças evangélicas. A ordem destas suspensões vieram do Cardeal Dom Odilo Scherer, possivelmente por forças mais altas e poderosas da própria Igreja hierárquica ou de opulentos da cidade de São Paulo. Não é o caso de entrar nos méritos desta verdadeira punição que, na verdade, ofende os direitos humanos fundamentais.

O que queremos é afiançar-lhe a nossa solidariedade. Por isso expressamos publicamente nosso apoio, sem esconder certo desapontamento. Eis o  texto:

“Querido irmão Pe. Júlio:

Ainda ressoam aos nossos ouvidos o que você proclamava a cada um de nós e ao mundo: “Força! Coragem! Ninguém desanime!” Estas suas palavras nós a repetimos para você : querido Pe.Júlio, Força!Coragem! Não desanime!” 

Nestas horas nos sentimos irmãos na tribulação, como tantos de nós que sofremos as consequências de nossas vidas em favor dos cristos sofredores de rua. Sua vida foi ajudar a eles a carregar a cruz, a fazê-la o mais leve possível, levantá-la  e  até ressuscitá-la. 

Nesse momento me vem à mente as palavras dos Livro dos Provérbios: “o irmão que ajuda o irmão é como um castelo bem fortificado”(frater qui adjuvatur a fratre, quasi civitas firmissima). Queremos ser esse castelo e o irmão que está a seu lado. Acolha irmãos e irmãs que possam falar com você, dar-lhe força e coragem.O pior do sofrimento não é o sofrimento, mas a solidão no sofrimento. Por isso cerque-se de irmãos e irmãs que possam acompanhá-lo e mostrar-se verdadeiros companheiros e companheiras.

Todos e todas que seguiram suas missas dominicais, do Brasil inteiro e até do exterior, rezaram com você e ouviram suas sábias e proféticas palavras, estão unidos a você. Não sabemos quais são os desígnios de Deus. Apenas sabemos que são semelhantes àquele do Jesus histórico que teve que sofrer e “que passou pelas mesmas provações que nós”(Hebr 4,14) mas que ressuscitou na plenitude da vida. Vc está passando pela sexta-feira santa de Jesus. Mas Deus vai mostrar em você a sua força de ressurreição.

Em momentos de conflito busque uma sincera autocrítica dos equívocos que por ventura tenha cometido. É sempre aconselhável escutar os amigos mais queridos ao invés de voltar-se sobre si mesmo. Desta forma você mesmo cresce e se torna melhor do que já é. Seus mestres Dom Paulo Evaristo Arns, Dom Luciano Mendes de Almeida vão iluminá-lo e fortalecê-lo.

A causa dos pequeninos que Jesus chamou de seus irmãos menores e que você tão firmemente assumiu, é do domínio do Reino de Deus e por isso maior que qualquer pessoa. Siga com coragem e serenidade. Confiamos muito nas decisões que tomar, sempre inspirado no seguimento de Jesus de Nazaré”

Então, querido Pe. Júlio: “Animo! Coragem!Força! Não desanime diante desta tribulação. Estamos contigo e o Espírito Criador vai mostrar-lhe a sua sua luz”.

Leonardo Boff e Fernando Altemeyer Jr são teólogos e escritores.

Das Undenkbare denken: Leben und Zeit           

                  Leonardo Boff           

Wir müssen das Leben als höchsten Wert betrachten, über dem nur der Schöpfer allen Lebens steht, jenes Wesen, das allen Wesen Existenz verleiht. Wissenschaftler, insbesondere der bedeutendste unter ihnen, der sich mit dem Thema Leben befasste, der russisch-belgische Wissenschaftler Ilja Prigogine, stellten fest: Wir können die physikalischen, chemischen und ökologischen Bedingungen kennen, die vor 3,8 Milliarden Jahren die Entstehung des Lebens ermöglichten. Was dieses Leben jedoch ist, bleibt ein Rätsel.

Doch selbst wenn wir nicht begreifen können, was das Leben ist, können wir ihm dennoch Sinn geben. Der Sinn des Lebens ist zu leben, einfach zu leben, selbst unter einfachsten Bedingungen. Leben heißt, in jedem Augenblick die Feier dieses geheimnisvollen Ereignisses des Universums zu begreifen, das in uns und vielleicht auch in vielen anderen Teilen des Universums pulsiert.

Das Leben ist immer ein Leben mit und ein Leben für. Leben mit anderen Leben, mit menschlichen Leben, mit Leben in der Natur und mit Leben, die zufällig im Universum existieren und eines Tages mit uns kommunizieren können. Und das Leben ist dazu da, sich anderen Leben hinzugeben und sich mit ihnen zu vereinen, damit das Leben weiterlebt und sich immer wieder reproduzieren kann.

Das Leben wird von einem inneren Impuls angetrieben, der sich nicht zügeln lässt. Es will sich ausbreiten, entfalten und anderen Leben begegnen. Leben ist nur dann wirklich Leben, wenn es ein Leben mit und für andere ist.

Ohne „mit“ und „für“ gäbe es das Leben, wie wir es kennen, das von umfassenden Beziehungsnetzwerken umhüllt ist, die sich in alle Richtungen erstrecken, nicht.

Der unbändige Drang des Lebens bedeutet, dass es nicht nur dies oder jenes will. Es will alles. Es will sogar die Totalität, die Unendlichkeit. Letztlich will das Leben ewig sein, wie Nietzsche bereits sinnierte.

Sie trägt ein unendliches Projekt in sich. Dieses unendliche Projekt macht sie glücklich und unglücklich zugleich. Glücklich, weil sie anderen Leben und allem um sich herum begegnet, sie liebt und feiert; unglücklich, weil alles, was sie erlebt, liebt und feiert, endlich ist, langsam vergeht, der Entropie zum Opfer fällt und schließlich verschwindet. Trotz dieser Endlichkeit schwächt sie in keiner Weise ihre Sehnsucht nach dem Unendlichen und Ewigen.

Bei der Begegnung mit dieser Unendlichkeit findet sie Ruhe und erfährt eine Fülle, die ihr niemand geben kann, die aber nur sie selbst genießen und feiern kann. Die Unendlichkeit in uns ist das Echo einer größeren Unendlichkeit, die uns stets ruft und uns zu sich zieht.

Das Leben ist ganz und doch unvollständig. Es ist ganz, weil alles in ihm enthalten ist: das Reale und das Potenzial. Doch es ist unvollständig, weil das Potenzial, noch im Raum-Zeit-Kontinuum, noch nicht Wirklichkeit geworden ist. Und da das Potenzial grenzenlos ist, kann ein begrenztes Leben das Grenzenlose nicht umfassen. Deshalb ist es niemals wirklich vollkommen. Der Mensch ist ein Wesen im Ungleichgewicht. Doch er bleibt offen und wartet auf eine Vollkommenheit, die er sich wünscht und die eines Tages eintreten muss. Es ist eine Leere, die gefüllt werden will. Andernfalls hätte das Leben keinen Sinn. Ist der Tod nicht der Moment, in dem das Endliche dem Unendlichen begegnet?

Unser Leben entfaltet sich stets im Laufe der Zeit. Was ist Zeit? Niemand hat sie bisher definieren können, nicht einmal die klügsten Denker wie Augustinus und Heidegger. Ich für meinen Teil wage zu sagen: Zeit ist das Warten auf das, was geschehen mag. Dieses Warten ist unsere Offenheit, die uns fähig macht, das Kommende willkommen zu heißen. Diese Zeitspanne wäre die Zeit.

Wir müssen jeden Augenblick intensiv erleben! Die Vergangenheit existiert nicht mehr, weil sie vergangen ist, die Zukunft existiert noch nicht, weil sie noch nicht da ist. Nur die Gegenwart existiert. Lebe sie mit absoluter Intensität, schätze jeden Augenblick; er bringt die Zukunft in die Gegenwart und bereichert die Vergangenheit.

Jeder Augenblick ist ein Einbruch der Ewigkeit. Ich erkläre es Ihnen: Die Gegenwart lässt sich nur erleben. Sie lässt sich nicht fassen, einsperren oder aneignen. Sie ist einfach. Einst war sie (die Vergangenheit), und eines Tages wird sie sein (die Zukunft). Von der Zeit kennen wir nur die Vergangenheit. Die Zukunft ist uns unzugänglich, weil sie noch nicht da ist. Wir aber erleben das „Sein“ der Gegenwart, das wir niemals begreifen dürfen. Es durchdringt uns einfach und ist vergangen. Es besitzt die Natur der Ewigkeit, die ein beständiges „Sein“ ist. Zeit bedeutet somit einen Augenblick der flüchtigen Gegenwart der Ewigkeit. Wir sind in die Ewigkeit eingetaucht, weil wir in die Gegenwart eingetaucht sind.

Man muss dieses „Sein“ so leben, als wäre es das Erste und das Letzte. Dadurch wird der Mensch in gewissem Sinne ewig. Und indem man ewig wird, hat man Anteil an dem, was immer ist, ohne Vergangenheit und Zukunft: dem Wesen der Göttlichkeit.

Wir können über Zeit sprechen, doch es ist undenkbar. Wir brauchen Zeit, um über die Zeit nachzudenken. Dies ist ein Augenblick der Ewigkeit, verbunden mit dem, was die spirituellen und religiösen Traditionen der Menschheit als Mysterium, Tao, Shiva, Allah, Olorum, Jahwe, Gott bezeichnen – Namen, die in kein Wörterbuch passen und unser Verständnis übersteigen. Angesichts dessen ertrinken Worte. Nur edles Schweigen ist angemessen.

Dennoch hat jeder Einzelne, durch die flüchtige Gegenwart, Anteil am Wesen des Göttlichen, selbst wenn er sich dessen nicht bewusst ist. Indem sie in das Bewusstsein eintauchen, ergeben sie sich dieser höchsten Wirklichkeit. Sie geben ihr den Namen, der ihre Teilhabe an ihr ausdrückt. Dieser Name ist in ihr gesamtes gegenwärtiges Wesen eingeschrieben, pulsiert aber besonders in ihrem Herzen. Dann bilden ihr Herz und das Herz dessen, der ewig ist, ein einziges, unermessliches Herz: Es ist das All in seiner strahlenden Fülle.

Leonardo Boff Theologe, Philosoph und Autor von:  Tempo de Transcendência:o ser humano com projeto infinito, Vozes 2009; com Anselm Grün, O Divino em nós,Vozes 2017; com Frei Betto.Mística e espiritualidade, Vozes 2010.

Übersetxt von Bettina Gold-Harnack

Pensar o impensável: a vida e o tempo

            Leonardo Boff

Há que considerar  a vida, o valor supremo, acima do qual só há o Gerador de toda vida, aquele Ser que faz ser todos os seres. Os cientistas, especialmente o maior deles que se ocupou com o tema da vida, o russo-belga Ilya Prigogine afirmou: podemos conhecer as condições físico-químico-ecológicas que permitiram o irromper a vida há 3,8 bilhões de anos. O que ela seja, no entanto, permanece um mistério.

Mas se não podemos compreender o que é a vida, podemos, no entanto, conferi-lhe  um sentido. O sentido da vida é viver, simplesmente viver, mesmo na mais humílima condição. Viver é realizar, a cada momento, a celebração desse evento misterioso do universo que pulsa em nós e quiçá em muitas outras partes do universo.

A vida é sempre uma vida com e uma vida para. Vida com outras vidas, com vidas humanas, da natureza e com vidas que por acaso existirem no universo e que um dia puderem se comunicar conosco. E vida é para dar-se e unir-se a outras vidas para que a vida continue vida e sempre possa se reproduzir.

A vida é tomada por uma pulsão interior que não pode ser freada. A vida quer irradiar, se expandir e se encontrar com outras vidas. A vida é só vida quando é vida com e vida para.

Sem o com e sem o para a vida não existiria como vida assim como a conhecemos, envolta em redes de relações includentes e para todos os lados.

A pulsão irrefreável da vida faz com que ela não queira só isso e aquilo. Quer tudo. Quer até a Totalidade, quer o Infinito. No fundo, a vida quer ser eterna como ponderava Nietsz

        Leonardo Boff

Há que considerar a vida, o valor supremo, acima do qual só há o Gerador de toda vida, aquele Ser que faz ser todos os seres. Os cientistas, especialmente o maior deles que se ocupou com o tema da vida, o russo-belga Ilya Prigogine afirmou: podemos conhecer as condições físico-químico-ecológics que permitiram o irromper a vida há 3,8 bilhões de anos. O que ela seja, no entanto, permance um mistério.
Mas se não podemos compreender o que é a vida, podemos, no entanto, conferi-lhe um sentido. O sentido da vida é viver, simplesmente viver, mesmo na mais humíli

        Leonardo Boff

Há que considerar a vida, o valor supremo, acima do qual só há o Gerador de toda vida, aquele Ser que faz ser todos os seres. Os cientistas, especialmente o maior deles que se ocupou com o tema da vida, o russo-belga Ilya Prigogine afirmou: podemos conhecer as condições físico-químico-ecológics que permitiram o irromper a vida há 3,8 bilhões de anos. O que ela seja, no entanto, permance um mistério.
Mas se não podemos compreender o que é a vida, podemos, no entanto, conferi-lhe um sentido. O sentido da vida é viver, simplesmente viver, mesmo na mais humílima condição. Viver é realizar, a cada momento, a celebração desse evento misterioso do universo que pulsa em nós e quiçá em muitas outras partes do universo.
A vida é sempre uma vida com e uma vida para. Vida com outras vidas, com vidas humanas, da natureza e com vidas que por acaso existirem no universo e que um dia puderem se comunicar conosco. E vida é para dar-se e unir-se a outras vidas para que a vida continue vida e sempre possa se reproduzir.
A vida é tomada por uma pulsão interior que não pode ser freada. A vida quer irradiar, se expandir e se encontrar com outras vidas. A vida é só vida quando é vida com e vida para.
Sem o com e sem o para a vida não existiria como vida assim como a conhecemos, envolta em redes de relações includentes e para todos os lados.
A pulsão irrefreável da vida faz com que ela não queira só isso e aquilo. Quer tudo. Quer até a Totalidade, quer o Infinito. No fundo, a vida quer ser eterna como ponderava Nietszche.
Ela carrega dentro de si um projeto infinito. Este projeto infinito a torna feliz e infeliz. Feliz porque encontra, ama e celebra outras vidas e tudo o que está ao seu redor, mas é infeliz porque tudo o que encontra, ama e celebra é finito, lentamente se desgasta, cai sob o poder da entropia e acaba desaparecendo. Apesar dessa finitude em nada enfraquece a pulsão pelo Infinito e pelo Eterno.
Ao encontrar esse Infinito repousa, experimenta uma plenitude que ninguém lhe pode dar, mas que só ela pode desfrutar e celebrar. O infinito em nós é o eco de um Infinito maior que sempre nos chama e nos convoca.
A vida é inteira, mas incompleta. É inteira porque dentro dela está tudo: o real e o potencial. Mas é incompleta porque o potencial, ainda no espaço-tempo, não se fez real. E como o potencial é ilimitado, a vida limitada não comporta o ilimitado. Por isso nunca se faz completa para sempre. O ser humano é um ser desequilibrado. Mas permanece como abertura e espera para uma completude que quer e deve, um dia, acontecer. É um vazio que reclama ser plenificado. Caso contrário a vida não teria sentido. Não seria a morte o momento de encontro do finito com o Infinito?
A nossa vida se dá sempre no tempo. Que é o tempo? Ninguém soube até hoje defini-lo nem os mais argutos pensadores como Santo Agostinho e M.Heidegger. Ousaria dizer: o tempo é a espera daquilo que pode vir a acontecer. Essa espera é a nossa abertura, capaz de acolher o que pode vir.Esse hiato seria o tempo.
Há que se viver intensamente cada momento do tempo! O passado já não existe porque passou, o futuro não existe porque ainda não veio. Só existe o presente. Viva-o com absoluta intensidade, valorize cada momento, ele traz o futuro para o presente e enriquece o passado.
Cada momento é a irrupção do eterno. Explico: o presente só pode ser vivido. Não pode ser apreendido, aprisionado e apropriado. Só ele é. Um dia foi (o passado) e um dia será (o futuro). Do tempo nós só conhecemos o passado. O futuro nos é inacessível porque ainda não é. Nós, no entanto, vivemos o “é” do presente que nunca nos é concedido prendê-lo. Ele simplesmennte passa por nós e se vai. Ele possui a natureza da eternidade que é um permanente “é” O tempo assim significa um momento da presença fugaz da eternidade. Nós estamos imersos na eternidade porque estamos imersos no tempo presente.
Há que se viver esse “é” como se fosse o primeiro e o último. Assim a pessoa, de certo modo, se eterniza. E eternizando-se participa Daquele que sempre é sem passado nem futuro: a essência da divindade.
Podemos falar do tempo, mas ele é impensável. Precisamos do tempo para pensar o tempo. Esse é um momento do eterno que está vinculado ao que as tradições espirituais e religiosas da humanidade designaram como Mistério, Tao, Shiva, Alá, Olorum, Javé, Deus, nomes que não cabem em nenhum dicionário e estão para além de nosso entendimento. Diante dele afogam-se as palavras. Só o nobre silêncio é digno.
Mesmo assim cada um participa, pelo presente fugidiu, da natureza do Divino,mesmo que nem tenha consciência dele. Ao imergir na consciência, rende-se à essa suprema Realidade.Dá-lhe o nome que expressa sua participação n’Ele. Esse nome fica inscrito em todo o seu ser presente, mas principalmente pulsa em seu coração. Então o seu coração e o coração d’Aquele que eternamente é, formam um só e imenso coração: é o Todo em sua plenitude.
Leonardo Boff é teólogo e filósofo e escreveu Tempo de Transcendência:o ser humano com projeto infinito, Vozes 2009; com Anselm Grün, O Divino em nós,Vozes 2017; com Frei Betto.Mística e espiritualidade, Vozes 2010.ma condição. Viver é realizar, a cada momento, a celebração desse evento misterioso do universo que pulsa em nós e quiçá em muitas outras partes do universo.
A vida é sempre uma vida com e uma vida para. Vida com outras vidas, com vidas humanas, da natureza e com vidas que por acaso existirem no universo e que um dia puderem se comunicar conosco. E vida é para dar-se e unir-se a outras vidas para que a vida continue vida e sempre possa se reproduzir.
A vida é tomada por uma pulsão interior que não pode ser freada. A vida quer irradiar, se expandir e se encontrar com outras vidas. A vida é só vida quando é vida com e vida para.
Sem o com e sem o para a vida não existiria como vida assim como a conhecemos, envolta em redes de relações includentes e para todos os lados.
A pulsão irrefreável da vida faz com que ela não queira só isso e aquilo. Quer tudo. Quer até a Totalidade, quer o Infinito. No fundo, a vida quer ser eterna como ponderava Nietzsche.
Ela carrega dentro de si um projeto infinito. Este projeto infinito a torna feliz e infeliz. Feliz porque encontra, ama e celebra outras vidas e tudo o que está ao seu redor, mas é infeliz porque tudo o que encontra, ama e celebra é finito, lentamente se desgasta, cai sob o poder da entropia e acaba desaparecendo. Apesar dessa finitude em nada enfraquece a pulsão pelo Infinito e pelo Eterno.
Ao encontrar esse Infinito repousa, experimenta uma plenitude que ninguém lhe pode dar, mas que só ela pode desfrutar e celebrar. O infinito em nós é o eco de um Infinito maior que sempre nos chama e nos convoca.
A vida é inteira, mas incompleta. É inteira porque dentro dela está tudo: o real e o potencial. Mas é incompleta porque o potencial, ainda no espaço-tempo, não se fez real. E como o potencial é ilimitado, a vida limitada não comporta o ilimitado. Por isso nunca se faz completa para sempre. O ser humano é um ser desequilibrado. Mas permanece como abertura e espera para uma completude que quer e deve, um dia, acontecer. É um vazio que reclama ser plenificado. Caso contrário a vida não teria sentido. Não seria a morte o momento de encontro do finito com o Infinito?
A nossa vida se dá sempre no tempo. Que é o tempo? Ninguém soube até hoje defini-lo nem os mais argutos pensadores como Santo Agostinho e M.Heidegger. Por minha parte, ousaria dizer: o tempo é a espera daquilo que pode vir a acontecer. Essa espera é a nossa abertura, capaz de acolher o que pode vir.Esse hiato seria o tempo.
Há que se viver intensamente cada momento do tempo! O passado já não existe porque passou, o futuro não existe porque ainda não veio. Só existe o presente. Viva-o com absoluta intensidade, valorize cada momento, ele traz o futuro para o presente e enriquece o passado.
Cada momento é a irrupção do eterno. Explico: o presente só pode ser vivido. Não pode ser apreendido, aprisionado e apropriado. Só ele é. Um dia foi (o passado) e um dia será (o futuro). Do tempo nós só conhecemos o passado. O futuro nos é inacessível porque ainda não é. Nós, no entanto, vivemos o “é” do presente que nunca nos é concedido prendê-lo. Ele simplesmente passa por nós e se vai. Ele possui a natureza da eternidade que é um permanente “é” O tempo assim significa um momento da presença fugaz da eternidade. Nós estamos imersos na eternidade porque estamos imersos no tempo presente.
Há que se viver esse “é” como se fosse o primeiro e o último. Assim a pessoa, de certo modo, se eterniza. E eternizando-se participa Daquele que sempre é sem passado nem futuro: a essência da divindade.
Podemos falar do tempo, mas ele é impensável. Precisamos do tempo para pensar o tempo. Esse é um momento do eterno que está vinculado ao que as tradições espirituais e religiosas da humanidade designaram como Mistério, Tao, Shiva, Alá, Olorum, Javé, Deus, nomes que não cabem em nenhum dicionário e estão para além de nosso entendimento. Diante dele afogam-se as palavras. Só o nobre silêncio é digno.
Mesmo assim cada um participa, pelo presente fugidio, da natureza do Divino,mesmo que nem tenha consciência dele. Ao imergir na consciência, rende-se à essa suprema Realidade.Dá-lhe o nome que expressa sua participação n’Ele. Esse nome fica inscrito em todo o seu ser presente, mas principalmente pulsa em seu coração. Então o seu coração e o coração d’Aquele que eternamente é, formam um só e imenso coração: é o Todo em sua esplêndida plenitude.

Leonardo Boff é teólogo e filósofo e escreveu Tempo de Transcendência:o ser humano com projeto infinito, Vozes 2009; com Anselm Grün, O Divino em nós,Vozes 2017; com Frei Betto.Mística e espiritualidade, Vozes 2010.

Ela carrega dentro de si um projeto infinito. Este projeto infinito a torna feliz e infeliz. Feliz porque encontra, ama e celebra outras vidas e tudo o que está ao seu redor, mas é infeliz porque tudo o que encontra, ama e celebra é finito, lentamente se desgasta, cai sob o poder da entropia e acaba desaparecendo. Apesar dessa finitude em nada enfraquece a pulsão pelo Infinito e pelo Eterno.

Ao encontrar esse Infinito repousa, experimenta uma plenitude que ninguém lhe pode dar, mas que só ela pode desfrutar e celebrar. O infinito em nós é o eco de um Infinito maior que sempre nos chama e nos convoca.

A vida é inteira, mas incompleta. É inteira porque dentro dela está tudo: o real e o potencial. Mas é incompleta porque o potencial, ainda no espaço-tempo, não se fez real. E como o potencial é ilimitado, a vida limitada não comporta o ilimitado. Por isso nunca se faz completa para sempre. O ser humano é um ser desequilibrado. Mas permanece como abertura e espera para uma completude que quer e deve, um dia, acontecer. É um vazio que reclama ser plenificado. Caso contrário a vida não teria sentido. Não seria a morte o momento de encontro do finito com o Infinito?

A nossa vida se dá sempre  no tempo. Que é o tempo? Ninguém soube até hoje defini-lo nem os mais argutos pensadores como Santo Agostinho e M.Heidegger. Ousaria dizer: o tempo é a espera daquilo que pode vir a acontecer. Essa espera é a nossa abertura, capaz de acolher o que pode vir.Esse hiato seria o tempo.

Há que se viver intensamente cada momento do tempo! O passado já não existe porque passou, o futuro não existe porque ainda não veio. Só existe o presente. Viva-o com absoluta intensidade, valorize cada momento, ele traz o futuro para o presente e enriquece o passado.

Cada momento é a irrupção do eterno. Explico: o presente só pode ser vivido. Não pode ser apreendido, aprisionado e apropriado. Só ele é. Um dia foi (o passado) e um dia será (o futuro). Do tempo nós só conhecemos o passado. O futuro nos é inacessível porque ainda não é. Nós, no entanto, vivemos o “é” do presente que nunca nos é concedido prendê-lo. Ele simplesmennte passa por nós e se vai. Ele possui a natureza da eternidade que é um permanente “é” O tempo assim significa um momento da presença fugaz da eternidade. Nós estamos imersos na eternidade porque estamos imersos no tempo presente.

Há que se viver esse “é” como se fosse o primeiro e o último. Assim a pessoa, de certo modo, se eterniza. E eternizando-se participa Daquele que sempre é sem passado nem futuro: a essência da divindade.

Podemos falar do tempo, mas ele é impensável. Precisamos do tempo para pensar o tempo. Esse é um momento do eterno que está vinculado ao que as tradições espirituais e religiosas da humanidade designaram como Mistério, Tao, Shiva, Alá, Olorum, Javé, Deus, nomes que não cabem em nenhum dicionário e estão para além de nosso entendimento. Diante dele afogam-se as palavras. Só o nobre silêncio é digno.

Mesmo assim cada um participa, pelo presente fugidiu, da natureza do Divino,mesmo que nem tenha consciência dele. Ao imergir na consciência, rende-se à essa suprema Realidade.Dá-lhe o nome que expressa sua participação n’Ele. Esse nome fica inscrito em todo o seu ser presente, mas principalmente pulsa em seu coração. Então o seu coração e o coração d’Aquele que eternamente é, formam um só e imenso coração: é o Todo em sua plenitude.

Leonardo Boff é teólogo e filósofo e escreveu Tempo de Transcendência:o ser humano com projeto infinito, Vozes 2009; com Anselm Grün, O Divino em nós,Vozes 2017; com Frei Betto.Mística e espiritualidade, Vozes 2010.