¿Por qué hemos llegado donde hemos llegado?

Leonardo Boff*

En la historia siempre ha habido crisis de civilizaciones. Basta leer la voluminosa obra de 12 tomos de Arnold Toynbee A Study of History en la cual detalla cómo surgen, cómo entran en crisis y cómo acaban las civilizaciones. Maneja dos categorías básicas: desafío (challange) y respuesta (response). Cuando el desafío es de poca monta la civilización responde y crece. Cuando el desafío es mayor que su capacidad de respuesta, la civilización entra en crisis y, eventualmente, desaparece. Esta es una exposición simplificada de una obra compleja y extremadamente erudita. Tal vez su mayor límite consiste en no haber considerado la lucha de clases que, queramos o no, siempre ocurre en sociedades complejas. Hasta fechas recientes las crisis eran siempre regionales, no abarcaban a la totalidad del planeta.

         Lo singular de la crisis de nuestro tiempo reside en el hecho de que es planetaria y que afecta al conjunto de las civilizaciones. Nos faltan categorías adecuadas que puedan ofrecernos una respuesta completa: cómo hemos llegado a esta crisis planetaria que lleva en su seno el principio de nuestra propia destrucción, no del planeta como un todo, sino de la vida en todas sus formas. No es imposible, y para algunos es probable, que nuestra especie pueda desaparecer, pues ha creado todos los medios para hacerlo. El fin del mundo no sería obra de Dios sino de la propia acción humana. Y hay locos suficientes entre los decisionmakers que pueden poner en peligro la vida y eventualmente declarar una guerra entre potencias “con una destrucción mutua asegurada”. Y junto con ella iría la humanidad, salvo, quien sabe, algunas de las cien tribus indígenas de la Amazonia que nunca han tenido contacto con esta civilización nuestra que juega con la muerte.

         La pregunta radical que nos desafía es esta: ¿por qué ha explotado en todo el mundo una terrible ola de odio, de rabia, de violencia, hasta el punto de, si se radicaliza, acabar incendiando definitivamente todo el planeta? Se aducen muchas razones desde varios puntos de vista. Por mi parte diría, como hipótesis, dejando a un lado las causas estructurales presentes en la modernidad y que ya he analizado, que tal atmósfera enemiga de la vida y de la convivencia entre los humanos deriva de una profunda decepción que ha degenerado en una no menos profunda depresión.

La decepción residiría en el fracaso de todas las promesas que las grandes narrativas han hecho a la humanidad en los últimos siglos. El iluminismo prometía el acceso al conocimiento a toda la humanidad. El capitalismo proyectó el ideal de hacerse todos ricos. El socialismo se propuso acabar con todas las desigualdades y el sistema de clases. El industrialismo moderno, en sus distintas formas, incluyendo la automatización y la IA general, afianzaba la completa libertad del ser humano del peso del trabajo y el acceso ilimitado a todos los saberes acumulados por la humanidad así como una comunicación ilimitada y libre de todos con todos.

         Tales promesas no se han realizado. Predominó una lógica del poder de algunos codiciosos para alinear todos los avances en el sentido de sus intereses de acumulación privada, competitiva y nada solidaria. En vez de un mundo más apetecible y humanamente más amigable, prevaleció un mundo cruel e insensible frente a los demás humanos y depredador de la naturaleza. La decepción generalizada redundó en una gran depresión colectiva. ¿Quién está satisfecho con este tipo de mundo que estamos creando, exceptuando a esos pocos que controlan y dominan todo (también ellos asombrados por el miedo)? La percepción más extendida es que así como están las cosas, no pueden continuar, pues podrían llevarnos a todos a una fosa común.

         En situaciones críticas de esta intensidad, normalmente irrumpen dos comportamientos: los que huyen hacia un pasado idealizado donde orden, disciplina, religión y moralidad rígida resolverían la crisis. Otros, huyen hacia el futuro con utopías salvacionistas o cambios tan radicales que configurarían un mundo bastante más habitable, respetando la naturaleza. Ambas me parecen utopías sin viabilidad histórica, pues no enfrentan el desafío en su gravedad existencial ni buscan alternativas viables. Esa actitud  termina acentuando la decepción y la depresión.

         ¿Hay alguna salida para esta situación tan complicada o nos ha llegado el turno de cerrar nuestro ciclo dentro de la evolución y vamos a desaparecer? Es sabido que todos los seres despues de haber vivido millones de años sobre este planeta, llegan a su clímax y de repente desaparecen. ¿También nosotros tendríamos el mismo destino? Dejo esta cuestión abierta, pues no nos parece ni improbable ni imposible, ya que nos hemos dado los medios de autodestruirnos.

         Mi sentimiento del mundo me dice que cuando desfallecen las utopías, incluso las mínimas mejoras dentro del sistema imperante, sólo nos queda volvernos sobre nosotros mismos. Somos una fuente inagotable de virtualidades y una capacidad ilimitada de relaciones y de creatividad. No obstante ser contraditorios, hechos de luz y de sombras, sapientes y dementes, podemos potenciar de tal forma nuestra positividad y ahí definir un nuevo rumbo y una nueva esperanza. Nos corresponde profundizar esta alernativa, imposible de ser detallada aquí, pero volveremos a ella.

         La Tierra futura no será un paraíso terrenal sino una Tierra revitalizada, Tierra de la buena esperanza como ya lo expresaron algunos.

*Leonardo Boff ha escrito Habitar la Tierra, Vozes 2025.

L’ascesa del fascismo nel mondo

      Leonardo Boff

Nel mondo intero, incluso il Brasile, registriamo l’ascesa di idee fasciste e di atteggiamenti autoritari, che violano tutte le leggi e gli accordi, come si vede chiaramente nelle politiche del presidente degli USA Donald Trump, con il suo sciovinismo MAGA (Make America Great Again). Le promesse delle grandi narrazioni moderne sono fallite. Hanno prodotto enorme insoddisfazione e depressione, più o meno generalizzate, e ondate di rabbia e odio. Cresce la convinzione, soprattutto a causa del clamore ecologico, che il mondo così com’è non possa continuare. O cambiamo rotta o andiamo incontro a una catastrofe biblica. È in questo contesto che vedo il sinistro fenomeno del fascismo e dell’autoritarismo imporsi nella nostra storia.

Il termine fascismo fu usato per la prima volta da Benito Mussolini nel 1915, quando creò il gruppo “Fasci d’Azione Rivoluzionaria“. Il fascismo deriva dal fascio (fasci) di bastoni, strettamente legati insieme, con un’ascia attaccata a un lato. Un bastone può essere spezzato, un fascio è quasi impossibile. Nel 1922/23 fondò il Partito Nazionale Fascista, che durò fino alla sua caduta nel 1945. In Germania, si affermò a partire dal 1933 con Adolf Hitler, che, una volta diventato cancelliere, creò il Nazionalsocialismo, il partito nazista che impose al paese una dura disciplina, la sorveglianza e il terrore delle SS.

La sorveglianza, la violenza diretta, il terrore e lo sterminio degli oppositori sono caratteristiche del fascismo storico di Mussolini e Hitler e, tra noi, di Pinochet in Cile, di Videla in Argentina e nei governi di Figueiredo, Medici e, come tendenza, di Bolsonaro in Brasile.

Il fascismo originario è un derivato estremo del fondamentalismo che ha una lunga tradizione in quasi tutte le culture. S. Huntington, nella sua controversa opera “Lo scontro delle civiltà” (1996), denuncia l’Occidente come uno dei fondamentalisti più virulenti che, nelle sue guerre coloniali, ha mostrato chiari segni di fascismo. Lo si immagina il migliore dei mondi, insieme agli USA, il che gli conferirebbe, secondo loro, uno status eccezionale. Quando il presidente Donald Trump afferma “America first”, in realtà, intende “solo l’America” e al diavolo il resto del mondo.

Conosciamo il fondamentalismo islamico con i suoi innumerevoli attentati e crimini, e altri, anche da parte di gruppi della Chiesa cattolica attuale. Questi credono ancora che sia l’unica ed esclusiva Chiesa di Cristo, fuori della quale non c’è salvezza. Tale visione errata e medievale, pubblicata ufficialmente ancora nell’anno 2000 dall’allora cardinale Joseph Ratzinger, poi Papa Benedetto XVI, nel documento “Dominus Jesus“, ha umiliato tutte le chiese, negando loro il titolo di chiese, definendole semplici comunità con elementi ecclesiali. Grazie a Dio, Papa Francesco, pieno di ragionevolezza e buon senso, ha invalidato tali distorsioni e ha favorito il riconoscimento reciproco delle chiese, tutte unite al servizio dell’umanità e alla salvaguardia del pianeta gravemente minacciato.

Tutti quelli che pretendono di essere portatori esclusivi della verità è condannato a essere un fondamentalista, con una mentalità fascistoide e senza dialogo con gli altri. Il Dalai Lama lo ha detto bene: non insista a dialogare con un fondamentalista. Abbi solo compassione per lui.

Qui vale la pena ricordare le parole del grande poeta spagnolo António Machado, vittima della dittatura di Franco in Spagna: “Non la tua verità. Ma la verità. Vieni con me a cercarla. La tua tienila per te”. Se la cerchiamo insieme, allora, essa sarà più completa.

Il fascismo non è mai scomparso del tutto, poiché ci sono sempre gruppi che, guidati da un archetipo fondamentale disintegrato dalla totalità, cercano l’ordine con ogni mezzo necessario. È il proto-fascismo odierno.

In Brasile, c’è stata una figura più esilarante che ideologica che proponeva il fascismo, in nome del quale giustificava la violenza, l’esaltazione della tortura e dei torturatori, dell’omofobia e della misoginia verso le minoranze LGBTQ+1. Sempre in nome di un ordine da forgiare contro il presunto disordine vigente, usando violenza simbolica e reale.

Sotto il condannato Jair Bolsonaro, il fascismo ha assunto una forma omicida e tragica: si è opposto al vaccino contro il Covid-19, ha incoraggiato gli assembramenti di massa e ha ridicolizzato l’uso delle mascherine e, ancora peggio, ha permesso che più di 300 mila delle 716.626 vittime morissero, senza alcun sentimento di empatia per le loro famiglie e i loro cari. È stata un’espressione criminale di disprezzo per la vita dei suoi compatrioti. Ha lasciato un’eredità sinistra.

Ma alla fine, il leader di questo rude proto-fascismo, Jair Messias Bolsonaro, ha forgiato un’organizzazione criminale con alti ufficiali militari e altri, tentando di organizzare un colpo di stato con l’eventuale assassinio delle massime autorità per imporre la sua rozza visione del mondo. Ma sono stati denunciati, processati e condannati, e così ci siamo liberati da un periodo di oscurità e crimini efferati.

Il fascismo è sempre stato criminale come si è visto di recente nello Utah negli Usa, con l’omicidio del fondamentalista Charlie Kirk, suprematista, anti-islamico e omofobo, falsamente proclamato martire. Sotto Hitler si è creata la Schoah (l’eliminazione di milioni di ebrei e altri). Ha usato la violenza come mezzo di relazionarsi alla società, e per questo mai potrà consolidarsi per lungo tempo. È la più grande perversione della socialità essenziale negli esseri umani.

Il fascismo si combatte con più democrazia e con la gente in piazza. Le motivazioni dei fascisti devono essere affrontate con la ragione sensata e con il coraggio di riaffermare i rischi che tutti corriamo. Si deve combattere duramente chi usa la libertà per eliminare la libertà. Dobbiamo unirci perché non abbiamo un altro pianeta, né un’altra Arca di Noè.

Leonardo Boff ha scritto: Fundamentalismo e terrorismo, Vozes 2009.(Traduzione dal portoghese di Gianni Alioti)

La Terra está viva, es generadora de todos los seres vivos

Leonardo Boff*

En la comunidad científica hay consenso en que la Tierra está viva. Por ejemplo, en un sólo gramo de tierra, o sea, en menos de un puñado, viven cerca de 10 mil millones de microorganismos: bacterias, hongos y virus. Nos lo afirma el gran biólogo E.Wilson en La creación: cómo salvar la vida en la Tierra (2008, p. 26). Son invisibles pero siempre están activos, trabajando para que la Tierra permanezca viva y fértil. La Tierra, así llena de vida, es la madre generadora de todos los seres vivos.

Tal constación no era evidente. Tanto para Einstein como para Bohr “la vida sobrepasa la capacidad de comprensión del análisis científico” (N.Bohr, Atomic Physis and human knowledge, 1956 cp. “Light and Life”, p.6). Sin embargo, la aplicación de la física cuántica, de la teoría de la complejidad (Morin), del caos (Gleick, Prigogine) y de la biología genética y molecular (Maturana, Capra) mostraron que la vida es parte del proceso evolutivo, desde las energías y partículas más originarias, pasando por el gas primordial, las grandes estrellas rojas, las super novas, las galáxias, el polvo cósmico, la geosfera, la hidrosfera, la atmósfera y finalmente la biosfera.

Como afirma Christian de Duve, el premio Nobel en biología de 1974: “el carbono, el hidrógeno, el nitrógeno, el oxígeno, el fósforo y el azufre forman la mayor parte de la materia viva” (Polvo vital: la vida como imperativo cósmico 1995 cp.1).

Fue mérito especial de Ilya Prigogine, premio Nobel de química 1977, mostrar que no basta la presencia de los elementos físico-químicos. Ellos intercambian continuamente energía con el medio ambiente. Consumen mucha energía y por eso aumentan la entropía (desgaste de la energía utilizable). Él las llamó, con razón,  estructuras disipativas (gastadoras de energía). Pero son igualmente estructuras disipativas en un segundo sentido, paradójico, por disipar la entropía, porque metabolizan el desorden y el caos del medio ambiente en órdenes y estructuras complejas. Estas se auto-organizan, huyendo de la entropía, produciendo negentropía: entropía negativa; positivamente: producen sintropía (Order out  of Chaos, 1984).

           Lo que es desorden para uno sirve de orden para otro. Es a través de un equilibrio precario entre orden y desorden (caos: Dupuy, Ordres et Désordres, 1982) como se mantiene la vida (Ehrlich, O mecanismo da natureza, 1993, p. 239-290).

         Baste referirnos a las investigaciones del médico y biólogo inglés James E. Lovelock y de la bióloga Lynn Margulis (Gaia, 1989; 1991; 2006; José Lutzemberger, Gaia, o Planeta Vivo: por um caminho suave, 1990; Lynn Margulis, Microcosmos, 1990) que constataron la existencia de un calibre sutil entre todos los elementos químicos, físicos, entre el calor de la corteza terrestre, la atmósfera, las rocas, los océanos, todos bajo los efectos de la luz solar, de suerte que tornan la Tierra buena e incluso óptima para los organismos vivos. Ella surge así como un inmenso superorganismo vivo que se autorregula, llamado por James E. Lovelock Gaia, nombre que los griegos daban a la Tierra viva.

           Esto vale también para nosotros los humanos. Entre nosotros se originan formas de relación y de vida en las cuales predomina la sintropía (economía de energía) sobre la entropía (desgaste de energía). El pensamiento, la comunicación por la palabra, la solidaridad, el amor son energías fortísimas con escaso nivel de entropía y alto nivel de sintropía. En esta perspectiva tenemos por delante no la muerte térmica sino la transfiguración del proceso cosmogénico que se va revelando, cada vez con más intensidad, en órdenes supremamente ordenados, creativos y vitales. ¿Cuál es el  futuro de este proceso? No lo sabemos. Es totalmente misterioso.

           La articulación sinfónica de las cuatro interacciones básicas del universo (la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear fuerte y la nuclear débil) continúan actuando  sinergéticamente para mantener la actual flecha cosmológica del tiempo rumbo a formas cada vez más relacionales y complejas. Muchos científicos sostienen que ellas, en realidad, constituyen la lógica y el dinamismo interno del proceso evolutivo; por así decir, la estructura, o mejor dicho, la mente ordenadora del propio cosmos.

Es oportuno citar la famosa afirmación del físico británico Freeman Dyson (*1923): “cuanto más examino el universo y los detalles de su arquitectura, más evidencias encuentro de que el universo sabía que un día, más adelante, íbamos a surgir” (Disturbing the Universe, 1979, p. 250).

El propio ser humano es un nudo de relaciones dirigidas hacia todas las direcciones. La propia Divinidad se revela panrelacional, como enfatiza el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si’ (n. 239). Si todo es relación y no existe nada fuera de la relación, entonces la ley más fundamental es la sinergia, la sintropía, la inter-retro-relación, la cooperación, la solidaridad cósmica, la comunión y la fraternidad/sororidad universales.

           Esta visión de Gaia podría reavivar nuestra convivencia con la Tierra y hacer que vivamos una ética de la sostenibilidad y de la responsabilidad necesaria, de la compasión y del cuidado, actitudes que salvarán la vida en la Casa Común, en la Tierra.

*Leonardo Boff ha escrito Sostenibilidad y cuidado: cómo asegurar el futuro de la vida, Editora Conhecimento Liberta, 2025.

Traduzione di María José Gavito

Die Erde ist lebendig und Quelle allen Lebens

Leonardo Boff*

In der wissenschaftlichen Gemeinschaft herrscht Einigkeit darüber, dass die Erde lebt. So leben beispielsweise in einem einzigen Gramm Erde, also weniger als einer Handvoll, etwa 10 Milliarden Mikroorganismen: Bakterien, Pilze und Viren , wie uns der große Biologe E. Wilson in „Die Schöpfung: Wie man das Leben auf der Erde rettet” (2008, S. 26) erklärt. Sie sind unsichtbar, aber immer aktiv und sorgen dafür, dass die Erde lebendig und fruchtbar bleibt. Die Erde, so voller Leben, ist die Mutter aller Lebewesen.

Diese Schlussfolgerung war nicht selbstverständlich. Sowohl für Einstein als auch für Bohr „übersteigt das Leben das Verständnis wissenschaftlicher Analyse“ (N. Bohr, Atomphysik und menschliches Wissen, 1956, vgl. Licht und Leben, S. 6). Die Anwendung der Quantenphysik, der Komplexitätstheorie (Morin), der Chaostheorie (Gleick, Prigogine) sowie der genetischen und molekularen Biologie (Maturana, Capra) zeigte jedoch, dass das Leben Teil eines Evolutionsprozesses ist, der von den ursprünglichsten Energien und Teilchen über Urgas, große rote Sterne, Supernovae, Galaxien, kosmischen Staub, die Geosphäre, die Hydrosphäre, die Atmosphäre und schließlich die Biosphäre reicht.

Wie Christian du Duve, Nobelpreisträger für Biologie 1974, feststellt: „Kohlenstoff, Wasserstoff, Stickstoff, Sauerstoff, Phosphor und Schwefel bilden den größten Teil der lebenden Materie” (Aus Staub geboren. Leben als kosmische Zwangsläufigkeit. Spektrum Akademischer Verlag, Heidelberg/Berlin/Oxford 1995 1995 cp.1).

Es war das besondere Verdienst von Ilya Prigogine, Nobelpreisträger für Chemie 1977, zu zeigen, dass die Anwesenheit physikalisch-chemischer Elemente nicht ausreicht. Sie tauschen kontinuierlich Energie mit der Umwelt aus. Sie verbrauchen viel Energie und erhöhen dadurch die Entropie (Verlust nutzbarer Energie). Er bezeichnete sie zu Recht als dissipative (energieverbrauchende) Strukturen. Aber sie sind auch in einem zweiten, paradoxen Sinne dissipative Strukturen, da sie Entropie dissipieren, indem sie die Unordnung und das Chaos der Umwelt in komplexe Ordnungen und Strukturen umwandeln. Sie organisieren sich selbst, entziehen sich der Entropie und erzeugen Negentropie: negative Entropie; positiv ausgedrückt: sie erzeugen Syntropie (Order out  of Chaos, 1984).

 Was für den einen Unordnung ist, dient dem anderen als Ordnung. Durch ein prekäres Gleichgewicht zwischen Ordnung und Unordnung (Chaos: Dupuy, Ordres et Désordres, 1982) bleibt das Leben erhalten (Ehrlich, O mecanismo da natureza, 1993, S. 239-290).

Es genügt, auf die Forschungen des englischen Arztes und Biologen James E. Lovelock und der Biologin Lynn Margulis (Gaia, 1989; 1991; 2006; José Lutzemberger, Gaia, der lebende Planet: Auf sanftem Weg, 1990; Lynn Margulis, Mikrokosmos, 1990) zu verweisen. Sie beobachteten die subtile Abstimmung aller chemischen und physikalischen Elemente, der Wärme der Erdkruste, der Atmosphäre, der Gesteine ​​und der Ozeane unter der Einwirkung des Sonnenlichts auf eine Weise, die die Erde für Lebewesen gut, ja sogar hervorragend macht. So entsteht ein riesiger, sich selbst regulierender lebender Superorganismus, den James E. Lovelock Gaia nennt, den Namen, den die Griechen der lebenden Erde gaben.

Dies gilt auch für uns Menschen. Unter uns entstehen Beziehungs- und Lebensformen, in denen Syntropie (Energieerhaltung) über Entropie (Energieverzehr) herrscht. Denken, verbale Kommunikation, Solidarität und Liebe sind äußerst kraftvolle Energien mit niedrigem Entropie- und hohem Syntropie-Niveau. Aus dieser Perspektive stehen wir nicht vor dem Wärmetod, sondern vor der Transfiguration des kosmogenen Prozesses, der sich mit immer größerer Intensität in höchst geordnete, kreative und vitale Ordnungen entfaltet. Wie sieht die Zukunft dieses Prozesses aus? Wir wissen es nicht. Sie ist völlig mysteriös.

Die symphonische Artikulation der vier grundlegenden Wechselwirkungen des Universums (Gravitation, Elektromagnetismus, starke Kernkraft und schwache Kernkraft) wirkt weiterhin synergetisch, um den aktuellen kosmologischen Zeitpfeil in Richtung zunehmend relationaler und komplexer Formen aufrechtzuerhalten. Viele Wissenschaftler argumentieren, dass sie tatsächlich die Logik und innere Dynamik des Evolutionsprozesses darstellen; sozusagen die Struktur oder vielmehr den ordnenden Geist des Kosmos selbst.

Erwähnenswert ist die berühmte Aussage des britischen Physikers Freeman Dyson (*1923): „Je mehr ich das Universum und die Details seiner Architektur untersuche, desto mehr Beweise finde ich dafür, dass das Universum wusste, dass wir eines Tages in ferner Zukunft auftauchen würden“ (Disturbing the Universe, 1979, S. 250).

Der Mensch selbst ist ein Knotenpunkt von Beziehungen, der in alle Richtungen weist. Die Göttlichkeit selbst offenbart sich als panrelational, wie Papst Franziskus in seiner Enzyklika Laudato Si’ (Nr. 239) betont. Wenn alles Beziehung ist und nichts außerhalb der Beziehung existiert, dann ist das universellste Gesetz die Synergie, die Syntropie, die Inter-Retro-Beziehung, die Zusammenarbeit, die kosmische Solidarität, die Gemeinschaft und die universelle Geschwisterlichkeit.

Diese Vision von Gaia kann unser Zusammenleben mit der Erde neu beleben und uns eine Ethik der Nachhaltigkeit und der notwendigen Verantwortung, des Mitgefühls und der Fürsorge leben lassen – Einstellungen, die das Leben in unserem gemeinsamen Zuhause, der Erde, retten werden.

Leonardo Boff,Autor von: Sustentabilida e cuidado: como assegurar o futuro da vida, Editora Conhecimento Liberta,Rio 2025.