Somos Tierra que piensa, siente, ama y cuida

Leonardo Boff*

Hoy 22 de abril se celebra el día de la Tierra. Ella se ha transformado en la actualidad en el grande y oscuro objeto de la preocupación humana. Nos damos cuenta de que podemos ser destruidos. No por algún meteoro rasante, ni por algún cataclismo natural de proporciones fantásticas, sino por causa de la irresponsable actividad humana, especialmente por el modo de producción capitalista dominante. Se han construido tres máquinas de muerte que pueden destruir la biosfera: el peligro nuclear, la sistemática agresión a los ecosistemas y el cambio climático. Debido a esta triple alarma, hemos despertado de un torpor ancestral. Somos responsables de la vida o de la muerte de nuestro planeta vivo. Depende de nosotros el futuro común, el nuestro y el de nuestra querida casa común: la Tierra que amamos entrañablemente.

Como medio de salvación de la Tierra se invoca la ecología. No solo en su sentido manifiesto y técnico como administración de los recursos naturales, sino como una visión del mundo alternativa, como un nuevo paradigma de relación respetuosa y sinérgica con la Tierra, considerada como un superorganismo vivo (Gaia) que se autorregula.

         Cada vez nos damos más cuenta de que la ecologia se ha transformado en el contexto general de todos los problemas, de la educación, del proceso industrial, de la urbanización, del derecho y de la reflexión filosófica y religiosa. A partir de la ecología se está elaborando e imponiendo un nuevo estado de conciencia en la humanidad que se caracteriza por más benevolencia, más compasión, más sensibilidad, más ternura, más solidaridad, más cooperación, más responsabilidad hacia la Tierra y su preservación.

         La Tierra puede y debe ser salvada. Y será salvada. Ella ya pasó por más de l5 grandes devastaciones y siempre sobrevivió y salvaguardó el principio de la vida. También va a superar los impasses actuales. Pero con una condición: que cambiemos de rumbo, que de amos y señores pasemos a ser hermanos y hermanas entre nosotros y con todas las criaturas. Esta nueva óptica implica una nueva ética de responsabilidad compartida, de cuidado y de sinergia para con la Tierra.

El ser humano, en las distintas culturas y fases históricas, ha revelado esta intuición segura: pertenecemos a la Tierra; somos hijos e hijas de la Tierra; somos Tierra, pues, como se dice en el Génesis, venimos del polvo de la Tierra (Gn 2,7). Por eso hombre viene de humus. Venimos de la Tierra y volveremos a la Tierra. La Tierra no está ante de nosotros como algo distinto de nosotros mismos. Tenemos la Tierra dentro de nosotros. Somos la propia Tierra que en su evolución llegó al momento de autorrealización y de autoconciencia.

         Inicialmente no hay, pues, distancia entre nosotros y la Tierra. Formamos una misma realidad compleja, diversa y única.

         Fue lo que testimoniaron varios astronautas, los primeros en contemplar la Tierra desde fuera de la Tierra. Lo dijeron enfáticamente: desde aquí, desde la Luna o a bordo de nuestras naves espaciales no notamos diferencia entre Tierra y humanidad, entre negros y blancos, demócratas o socialistas, ricos y pobres. Humanidad y Tierra formamos una única entidad espléndida, reluciente, frágil y llena de vigor. Esa percepción es radicalmente verdadera.

         Dicho en términos de la cosmología moderna: estamos formados con las mismas energías, con los mismos elementos físico-químicos dentro de la misma red de conexiones de todo con todo que actúan desde hace 13.700 millones de años, desde que el universo, dentro de una incomensurable inestabilidad (big bang = inflación y explosión), emergió en la forma que existe hoy. Conociendo un poco esta historia del universo y de la Tierra estamos conociéndonos a nosotros mismos y nuestra ancestralidad.

         Cinco grandes actos, nos enseñan los cosmólogos, estructuran el teatro universal del cual somos coactores.

         El primero es el cósmico: irrumpieron las energías y elementos primordiales que subyacen al universo. Comenzó un proceso de expansión y a medida en que se expandía, se autocreaba y se diversificaba. Nosotros estábamos allí en las virtualidades contenidas en ese proceso.

         El segundo es el químico: en el seno de las grandes estrellas rojas (los primeros cuerpos que se densificaron y se formaron hace por lo menos 5 mil millones de años) se formaron todos los elementos pesados que constituyen hoy cada uno de los seres, como el oxígeno, el carbono, el silicio, el nitrógeno etc. Con la explosión de estas grandes estrellas (se volvieron supernovas) tales elementos se esparcieron por todo el espacio, constituyeron las galaxias, las estrellas, los planetas, la Tierra y los satélites de la fase actual del universo. Aquellos elementos químicos circulan por todo nuestro cuerpo, sangre y cerebro.

          El tercer acto es el biológico: de la materia que se complejiza y se enrolla sobre sí misma en un proceso llamado de autopoiesis (autocreación y autoorganización) irrumpió hace 3.800 millones de años la vida en todas sus formas; atravesó gravísimas destrucciones pero siempre subsistió y llegó hasta nosotros en su inconmensurable diversidad.

         El cuarto es el humano, subcapítulo de la historia de la vida. El principio de complejidad y de autocreación encuentra en los seres humanos inmensas posibilidades de expansión. La vida humana surgió y floreció en África hace unos 8-10 millones de años. A partir de ahí, se difundió por todos los continentes hasta conquistar los confines más remotos de la Tierra. El humano mostró una gran flexibilidad; se adaptó a todos los ecosistemas, desde los más gélidos de los polos a los más tórridos de los trópicos, en el suelo, en el sub-suelo, en el aire y fuera de nuestro Planeta, en las naves espaciales y en la Luna.

Finalmente, el quinto acto es el planetario: la humanidad que estaba dispersa, está volviendo a la Casa Común, al planeta Tierra. Se descubre como humanidad, con el mismo origen y el mismo destino de todos los demás seres. Se siente como la mente consciente de la Tierra, un sujeto colectivo, más allá de las culturas singulares y de los estados-naciones. A través de los medios de comunicación globales, de la interdependencia de todos con todos, se está inaugurando una nueva fase de su evolución, la fase planetaria. A partir de ahora la historia será la historia de la especie homo, de la humanidad unificada e interconectada con todo y con todos.

         Sólo podemos entender al ser humano-Tierra si lo conectamos con todo ese proceso universal; en él los elementos materiales y las energías sutiles conspiraron para que él lentamente fuera gestado y, finalmente, pudiese nacer.      

¿Pero qué significa concretamente, más allá de nuestra ancestralidad, nuestra dimensión-Tierra?

Significa, en primer lugar, que somos parte y parcela de la Tierra. Somos producto de su actividad evolutiva. Tenemos en el cuerpo, en la sangre, en el corazón, en la mente y en el espíritu elementos-Tierra. De esta constatación resulta la consciencia de profunda unidad e identificación con la Tierra y con su inmensa diversidad. No podemos caer en la ilusión racionalista y objetivista de situarnos delante de la Tierra como delante de un objeto extraño o como sus amos y señores. En un primer momento hay una relación sin distancia, sin vis-a-vis, sin separación. Somos uno con ella.        

         En un segundo momento, podemos pensar la Tierra, distanciarnos de ella para verla mejor e intervenir en ella. Y entonces sí, nos distinguimos de ella para poder estudiarla y poder actuar en ella más acertadamente. Ese distanciamento no rompe nuestro cordón umbilical con ella. Por tanto, este segundo momento no invalida el primero.      

Haber olvidado nuestra unión con la Tierra fue el error del racionalismo en todas sus formas de expresión. Él generó la ruptura con la Madre-Tierra. Dio origen al antropocentrismo, en la ilusión de que, por el hecho de poder pensar la Tierra e intervenir en sus ciclos, podíamos colocarmos sobre ella para dominarla y para disponer de ella a nuestro antojo. Aquí reside la raiz de la actual crisis ecológica.

         Por sentirnos hijos e hijas de la Tierra, porque somos la propia Tierra pensante y amante, la vivimos como Madre. Ella es un principio generativo. Representa lo Femenino que concibe, gesta, y da a luz. Emerge así el arquetipo de la Tierra como Gran Madre, Pachamama, Tonantzin, Nana y Gaia. De la misma forma que genera todo y reproduce la vida, ella también acoge todo y lo recoge en su seno. Al morir, volvemos a la Madre Tierra. Regresamos a su útero generoso y fecundo. 

         Sentir que somos Tierra nos hace tener los pies en el suelo. Hace que percibamos todo de la Tierra, su frío y su calor, su fuerza que amenaza así como su belleza que encanta. Sentir la lluvia en la piel, la brisa que refresca, el huracán que avasalla. Sentir la respiración que entra en nosotros, los olores que nos embriagan o nos molestan. Sentir la Tierra es sentir sus nichos ecológicos, captar el espíritu de cada lugar (spiritus loci). Ser Tierra es sentirse habitante de cierta porción de tierra. Habitando, nos hacemos en cierta manera limitados a un lugar, a una geografía, a un tipo de clima, de régimen de lluvias y vientos, a una manera de vivir, de trabajar y de hacer historia. Configura nuestro enraizamiento.

Pero también significa nuestra base firme, nuestro punto de contemplación del Todo, nuestra plataforma para poder alzar el vuelo más allá de este paisaje y de este pedazo de Tierra, rumbo al Todo infinito.

         Por último, sentirse Tierra es percibirse dentro de una comunidad compleja junto con otros hijos e hijas de la Tierra. La Tierra no produce solo seres humanos. Produce una miríada de micro-organismos que componen el 90% de toda la red de la vida, los insectos que constituyen la biomasa más importante de la biodiversidad. Produce las aguas, la capa verde con la infinita diversidad de plantas, flores y frutos. Produce la diversidad incontable de seres vivos, animales, pájaros y peces, nuestros compañeros dentro de la unidad sagrada de la vida porque en todos están presentes los veinte aminoácidos y las cuatro bases nitrogenadas que entran en la composición de cada vida. Produce para todos las condiciones de subsistencia, de evolución y de alimentación, en el suelo, en el subsuelo y en el aire. Sentirse Tierra es sumergirse en la comunidad terrenal, en el mundo de los hermanos y de las hermanas, todos hijos e hijas de la grande y generosa Madre Tierra, nuestro Hogar común.

         Estos son los sentimientos de pertenencia que alimentamos en este día de la Madre Tierra.

*Leonardo Boff ha escrito El principio Tierra. La vuelta a la Tierra como matria y patria común, Vozes 1995: Opción Tierra. Record, RJ 2009/ Trotta 2010.

Faktoren der Systemkrise: Erosion der Ethik und Erstickung der Spiritualität

Leonardo Boff

Hinter der gegenwärtigen Systemkrise steht sicherlich ein Faktorenkomplex: Sie hat den gesamten Planeten erfasst und uns in eine Zwickmühle gebracht: Entweder wir folgen dem Weg, den die Moderne seit dem 17./18. Jahrhundert mit dem Aufkommen des wissenschaftlichen Geistes eingeschlagen hat, der das Gesicht der Erde verändert und uns unzählige Vorteile für das Leben gebracht hat. Gehen wir noch weiter: Die Art und Weise, wie wir uns entschieden haben, den Planeten zu bevölkern und unsere Gesellschaften zu organisieren, hat uns mit großen Kosten für die Ökosysteme und brutal ungleichen sozialen Beziehungen an die Grenzen der Erde geführt. Wenn wir diesen Weg weitergehen, liegt ein erschreckender Abgrund vor uns. Die lebendige Erde will uns vielleicht nicht mehr auf ihrer Oberfläche haben, weil wir zu gewalttätig und zerstörerisch sind. Wir könnten dem Anthropozän, dem Nekrezän, dem Viruszän und schließlich dem Pyrozän erliegen, verursacht durch uns selbst und auch durch die Reaktion der lebendigen Erde selbst, die verwundet und vital geschwächt ist und auf diese Weise reagiert.

Oder aber die Menschen machen in einem Moment des akuten Bewusstseins über das mögliche Verschwinden der Spezies einen Quantensprung in ihrem Bewusstsein, kommen zur Besinnung, erkennen, dass sie wirklich das Ende ihres planetarischen Abenteuers erreichen können und ändern mit Nachdruck ihren Kurs und schlagen einen neuen Weg ein.

Es wird sicherlich nicht ohne eine phänomenale Krise geschehen, die erhebliche Teile der Menschheit mit sich reißen könnte, angefangen bei den Schwächsten, aber auch ohne die am besten Ausgestatteten zu verschonen, wie es in der Urzeit des Planeten geschah, als bis zu 70 % der biologischen Vielfalt für immer verschwanden.

Welche Richtung wird sie einschlagen? Ich glaube nicht, dass irgendwelche Weisen, Wissenschaftler oder spirituellen Meister in der Lage sein werden, den Weg zu weisen. Die Menschheit, die jetzt eher durch Angst und Furcht als durch Liebe zur Zukunft geeint ist, wird erkennen, dass sie vielleicht am Ende des Weges angekommen ist. Sie wird sich umsehen und einen Weg entdecken, der von allen beschritten und gebaut werden kann. “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar” (Der du gehst, es gibt keinen Weg, der Weg wird durch Gehen gemacht), lehrte uns ein verzweifelter spanischer Dichter auf der Flucht vor der franquistischen Verfolgung, und aus dem Inneren unseres menschlichen Wesens müssen wir die Inspirationen und Träume schöpfen, die unseren neuen Weg festigen werden, denn es gilt Einsteins Satz: Die Idee, die die gegenwärtige Krise verursacht hat, kann nicht dieselbe sein, die uns aus ihr herausführen wird. Wir müssen träumen, schaffen, tragfähige Utopien entwerfen und neue Wege eröffnen. Die Lebenswissenschaften haben bestätigt, dass wir Wesen der Liebe, der Solidarität und der Fürsorge sind, auch wenn uns immer ein Schatten begleitet, den wir im Auge behalten müssen.

Doch fragen wir uns zunächst: Warum haben wir diesen globalen kritischen Punkt erreicht? Hier kommt dem Philosophieren mehr als nur wissenschaftliche Erkenntnis zu Hilfe.

Neben anderen Ursachen halte ich zwei für grundlegend: die Erosion der Ethik und das Ersticken der Spiritualität.

Werfen wir einen Blick auf die klassische griechische Bedeutung von Ethos, wie sie uns auch heute noch erhellt. Ethos in Großbuchstaben bedeutet das Haus des Menschen. Mit anderen Worten: Wir trennen einen Teil der Natur ab und bearbeiten ihn so, dass er zu einem Raum wird, in dem wir gut leben können. Die andere Form ist ethos in Kleinbuchstaben, d. h. die Art und Weise, wie wir das Haus so einrichten, dass wir uns darin wohlfühlen und denen, die uns besuchen, Gastfreundschaft bieten können: das Wohnzimmer schmücken, den Tisch richtig decken, die Küche pflegen, das Feuer immer brennen lassen, die Vorratskammer auffüllen und die Schlafzimmer ordentlich aufräumen – das sind die ethischen Tugenden, die dem Ethos eine konkrete Form geben. Aber das ist noch nicht alles: Zum Ethos gehört auch die Pflege der Umgebung des Hauses, des Gartens und der Statuen der Gottheiten. Nur so nimmt das Ethos (gut leben) eine konkrete Form an (Ethos).

Das heutige Ethos ist die gemeinsame Heimat, der Planet Erde. Jahrhundertelang hat er die Menschheit ernährt. Doch mit dem Aufkommen von Wissenschaft und Technologie haben wir ihre Güter und Dienstleistungen in einer so unbegrenzten und unverantwortlichen Weise ausgebeutet, dass wir heute ihre Tragfähigkeit überschritten haben (The Earth Overshoot). Sie ist endlich und kann das moderne Projekt des unendlichen Wachstums nicht tragen. Das Ethos (gut leben im Haus) und die Art und Weise, es zu organisieren, haben alles zerstört, was für ein gutes Leben wichtig ist: Wir haben das Wasser verschmutzt, die Lebensmittel mit Pestiziden überfrachtet, die Böden vergiftet, die Luft so stark kontaminiert, dass das natürliche Lebenssystem und das menschliche Leben beeinträchtigt werden. Wir sind Zeugen einer allgemeinen Erosion von Ethos, Ethos und Ethik. Das Gemeinsame Haus ist nicht mehr gemeinschaftlich, sondern wird von Eliten in Besitz genommen, die Land, Macht und Geld besitzen und die Politik der Welt kontrollieren. Sie sind der Satan der Erde geworden.

Ebenso gravierend wie die Erosion von Ethos, ethos und Ethik im Allgemeinen ist die Unterdrückung der menschlichen Spiritualität. Um es klar zu sagen: Spiritualität ist nicht gleichbedeutend mit Religiosität, obwohl Religiosität die Spiritualität verstärken kann. Spiritualität entspringt einer anderen Quelle: aus den Tiefen des Menschen. Spiritualität ist ein wesentlicher Teil des menschlichen Wesens, wie Körperlichkeit, Psyche, Intelligenz, Wille und Affektivität.

Neurolinguisten, die neuen Biologen und herausragende Kosmologen wie Brian Swimm, Bohm und andere erkennen an, dass Spiritualität zum Wesen des Menschen gehört. Wir sind von Natur aus spirituelle Wesen, auch wenn wir nicht ausdrücklich religiös sind. Dieser spirituelle Teil in uns offenbart sich in unserer Fähigkeit zu Solidarität, Kooperation, Mitgefühl, Gemeinschaft und völliger Offenheit für andere, für die Natur, für das Universum, mit einem Wort: für das Unendliche. Die Spiritualität lässt den Menschen erkennen, dass hinter allen Dingen eine mächtige und liebevolle Energie steht, die alles erhält und es im Prozess der Evolution für neue Formen offenhält. Einige Neurologen haben ein außergewöhnliches Phänomen festgestellt. Wann immer man sich dem Heiligen existenziell nähert, tritt in einem Teil des Gehirns mit einer starken Beschleunigung der Neuronen die Erfahrung der Zugehörigkeit zu einem größeren Ganzen auf. Sie, nicht die Theologen, nannten dies den “Gottesfleck im Gehirn”. So wie wir äußere Organe haben, durch die wir die uns umgebende Realität wahrnehmen, haben wir ein inneres Organ, das unser evolutionärer Vorteil ist, um jenes Wesen wahrzunehmen, das alle Wesen sein lässt, jene geheimnisvolle Energie, die alle Wesen durchdringt und sie belebt.Diese Spirituele Dimension wurde von unsere materialistische Kultur erstickt. Sie bewertet mehr das Geld als die Natur, der Individualismus als die Kooperation. Sie benutzt mehr die Gewalt als der Dialog, um die Konflikte zu lösen. Sie kann eventuel tödliche Waffen, benutzen, um ihre Interesse zu bewahren.

Heute könnte die Verfinsterung der Ethik und die Verleugnung der menschlichen Spiritualität zu dramatischen Situationen führen. Dabei wäre das tragische Aussterben der Spezies Homo nach einigen Millionen Jahren nicht auszuschließen, der geliebt und genährt wurde von der Magna Mater, die wir nicht mit Sorgfalt, Ehrfurcht und Liebe zu erwidern wussten.

Wir müssen auch nicht verzweifeln. Das Universum hält Überraschungen bereit, und der Mensch ist ein unendliches Projekt, das in der Lage ist, Lösungen für die Fehler zu finden, die es gemacht hat.

Leonardo Boff schrieb zusammen mit Mark Hathaway das Buch Das Tao der Befreiung: eine Ökologie der Transformation in mehreren Sprachen (Vozes 2010), das in den USA die Goldmedaille für Wissenschaft und neue Kosmologie gewann.

Somos Terra que pensa, sente, ama e cuida

Leonardo Boff                                      

         Hoje 22/4 celebra-se o dia da Terra. Ela se transformou atualmente no grande e obscuro objeto da preocupação humana. Damo-nos conta de que podemos ser destruidos. Não por alguma meteoro rasante, nem por algum cataclismo natural de proporções fantásticas. Mas por causa da irresponsável atividade humana especialmente pelo modo de produção capitalista dominante. Três máquinas de morte foram construidas e podem destruir a biosfera: o perigo nuclear, a sistemática agressão aos ecosistemas e a mudança climática.  Em razão deste triplo alarme, despertamos de um ancestral torpor. Somos responsáveis pela vida ou pela morte de nosso planeta vivo. Depende de nós o futuro comum, nosso e de nossa querida casa comum: a Terra que amamos entranhadamente.

Como meio de salvação da Terra é invocada a ecologia. Não apenas no seu sentido palmar e técnico como gerenciamento do recursos naturais, mas como uma visão do mundo alternativa, como um novo paradigma de relacionamento respeitoso e sinergético para com a Terra, tida como um super organismo vivo (Gaia) que se autorregula.

         Mais e mais entendemos que a ecologia se transformou no contexto geral de todos os problemas, da educação, do processo industrial, da urbanização, do direito e da reflexão filosófica e religiosa. A partir da ecologia se está elaborando e impondo um novo estado de consciência na humanidade que se caracteriza por mais benevolência, mais compaixão, mais sensibilidade, mais enternecimento, mais solidariedade,mais cooperação, mais responsabilidade para com a Terra e com  sua preservação.

         A Terra pode e deve ser salva. E será salva. Ela já passou por mais de l5 grandes devastações. E sempre sobreviveu e salvaguardou o princípio da vida. E irá superar também os atuais impasses. Entretanto sob uma condição: de mudarmos de rumo, de senhores e donos para irmãos e irmãs entre nós e com todas as criaturas. Essa nova de ótica implica numa nova ética de responsabilidade partilhada, de cuidado e de sinergia para com a Terra.

O ser humano, nas várias culturas e fases históricas, revelou essa intuição segura: pertencemos à Terra; somos filhos e filhas da Terra;  somos Terra, pois, como se diz no Gênesis, viemos do pó da Terra (Gn 2,7). Daí que homem vem de húmus. Viemos da Terra e voltaremos à Terra. A Terra não está à nossa frente como algo distinto de nós mesmos. Temos a Terra dentro de nós. Somos a própria Terra que na sua evolução chegou ao momento de autorrealização e de auto-consciência.

         Inicialmente não há, pois, distância entre nós e a Terra. Formamos uma mesma realidade complexa, diversa e única.

         Foi o  que testemunharam os vários astronautas, os primeiros a contemplar a Terra de fora da Terra. Disseram-no enfaticamente: daqui da Lua ou a bordo de nossas naves espaciais não notamos diferença entre Terra e humanidade, entre negros e brancos, democratas ou socialistas, ricos e pobres. Humanidade e Terra formamos uma única entidade esplêndida, reluzente, frágil e cheia de vigor. Essa percepção é radicalmente verdadeira.

         Dito em termos da moderna cosmologia: somos formados com as mesmas energias, com os mesmos elementos físico-químicos dentro da mesma rede de conexões de tudo com tudo que atuam há 13,7 bilhões de anos, desde que  o universo, dentro de uma incomensurável instabilidade (big bang= inflação e explosão), emergiu na forma que hoje existe. Conhecendo um pouco esta história do universo e da Terra estamos conhecendo a nós mesmos e a nossa ancestralidade.

         Cinco grandes atos, nos ensinam os cosmólogos, estruturam o teatro universal do qual nós somos coautores.

         O primeiro é o cósmico; irromperam as energias e elementos primordiais que subjazem ao universo.Começou o em processo de expansão; e na medida em que se expandia, se autocriava e se diversificava. Nós estávamos lá nas virtualidades contidas nesse processo.

         O segundo é o químico: no seio das grandes estrelas vermelhas (os primeiros corpos que se densificaram e  se formam  há pelo menos 5 bilhões de anos) formaram-se todos os elementos pesados  que hoje constituem cada um dos seres, como o oxigênio, o carbono, o silício, o nitrogênio etc. Com a explosão destas grandes estrelas (viraram super novas) tais elementos se espalharam por todo o espaço; constituiram as galáxias, as estrelas, os planetas, a Terra e os satélites da atual fase do universo. Aqueles elementos químicos circulam por todo o nosso corpo, sangue e cérebro.

          O terceiro ato é o biológico: da matéria que se complexifica e se enrola sobre si mesma, num processo chamado de autopoiese (auto-criação e auto-organização), irrompeu, há 3,8 bilhões de anos, a vida em todas as suas formas; atravessou gravíssimas dizimações mas sempre subsistiu e veio até nós em sua incomensurável diversidade..

         O quarto é o humano, subcapítulo da história da vida. O princípio de complexidade e de auto-criação  encontra nos seres humanos imensas possibilidades de expansão. A vida humana surgiu e floresceu na África cerca de 8-10 milhões de anos atrás.A partir dai, difundiu-se por todos os continentes até conquistar os confins mais remotos da Terra. O humano mostrou grande flexibilidade; adaptou-se a todos os ecosistemas, aos mais gélidos dos pólos aos mais tórridos dos trópicos, no solo, no sub-solo, no ar e fora de nosso Planeta, nas naves espaciais e na Lua.

Por fim, o quinto ato, é o planetário: a humanidade que estava dispersa, está voltando à Casa Comum, ao planeta Terra. Descobre-se como humanidade, com a mesma origem e o mesmo destino de todos os demais seres. Sente-se como a mente consciente da Terra, um sujeito coletivo, para além das culturas singulares e dos estados-nações. Através dos meios de comunicação globais, da interdependência de todos com todos, se está inaugurando uma nova fase de sua evolução, a fase planetária. A partir de  agora a história será a história da espécie homo, da humanidade unificada e interconectada com tudo e com todos.

         Só podemos entender o ser humano-Terra se o conectarmos com todo esse processo universal; nele os elementos materiais e as energias sutis conspiraram para que ele lentamente fosse sendo gestado e, finalmente, pudesse nascer. 

Mas que significa concretamente, além de nossa ancestralidade, a nossa dimensão-Terra? 

Significa, primeiramente, que somos parte e parcela da Terra. Somos produto de sua atividade evolucionária. Temos no corpo, no sangue, no coração, na mente e no espírito elementos-Terra. Dessa constatação resulta a consciência de profunda unidade e identificação com a Terra e com sua imensa diversidade. Não podemos cair na ilusão racionalista e objetivista de que nos situamos diante da Terra como diante de um objeto estranho ou como seus senhores e donos. Num primeiro momento vigora  uma relação sem distância, sem vis-a-vis, sem separação. Somos um com ela.  

         Num segundo momento, podemos pensar a Terra, distanciarmo-nos dela para vê-la melhoor e intervir nela. E então, sim, nos distinguimos dela para  podermos estudá-la e poder atuar nela mais acertadamente. Esse distanciamento não rompe nosso cordão umbilical com ela. Portanto, esse segundo momento não invalida o primeiro.       

Ter esquecido nossa união com a Terra foi o equívoco  do racionalismo em todas as suas formas de expressão. Ele gerou a ruptura com a Mãe-Terra. Deu origem ao antropocentrismo, na ilusão de que, pelo fato de pensarmos a Terra e podermos intervir em seus ciclos, podermos  nos colocar sobre ela para dominá-la e para   dispôr dela a nosso bel prazer. Aqui reside a raiz da atual crise ecológica.

Por sentirmo-nos filhos e filhas da Terra, por sermos a própria Terra pensante e amante, vivemo-la como Mãe. Ela é um princípio generativo. Representa o Feminino  que concebe, gesta, e dá a luz. Emerge assim o arquétipo da Terra como Grande Mãe, Pacha Mama, Tonantzin,Nana e Gaia. Da mesma forma que  tudo gera e reproduz a vida, ela também tudo acolhe e tudo  recolhe  em seu seio. Ao morrer, voltamos à Mãe Terra. Regressamos ao seu útero generoso e fecundo. 

         Sentir que somos Terra nos faz ter os pés no chão. Faz-nos perceber tudo da Terra, seu frio e calor, sua força que  ameaça bem  como sua beleza que encanta. Sentir a chuva na pele, a brisa que refresca, o tufão que avassala. Sentir a respiração que nos entra, os odores que nos embriagam ou nos enfastiam. Sentir a Terra é sentir seus nichos ecológicos, captar o espírito de cada lugar(spiritus loci).  Ser Terra é sentir-se habitante de certa porção de terra. Habitando, nos fazemos  de certa maneira limitados a um lugar, a uma geografia, a um tipo de clima, de regime de chuvas e ventos, de uma maneira de morar e de trabalhar e de fazer história. Configura o nosso enraizamento.

Mas também significa nossa base firme, nosso ponto de contemplação do Todo, nossa plataforma para poder alçar vôo para além desta paisagem e deste pedaço de Terra, rumo ao Todo infinito.

         Por fim, sentir-se Terra é perceber-se dentro de uma complexa comunidade  de outros filhos e filhas da Terra. A Terra não produz apenas a nós seres humanos. Produz a miríade de micro-organismos que compõem 90% de toda a rede da vida, os insetos que constituem a biomassa mais importante da biodiversidade. Produz as águas, a capa verde com a infinita diversidade de plantas, flores e frutos. Produz a diversidade incontável de seres vivos, animais, pássaros e peixes, nossos companheiros dentro da unidade sagrada da vida porque em todos estão presentes os vinte aminoácidos e as quatro bases nitrogenadas que entram na composição de cada vida. Para todos produz as condições de subsistência, de evolução e de alimentação, no solo, no sub-solo e no ar. Sentir-se Terra é mergulhar na comunidade terrenal, no mundo dos irmãos e das irmãs, todos filhos e filhas da grande e generosa Mãe Terra, nosso Lar comum.

         São estes sentimentos de pertença que nutrimos neste dia da Mãe Terra.

Leonardo Boff escreveu O princípio Terra.A volta à Terra como mátria e pátria comum, Vozes 1995:Opção Terra. Record,RJ 2009.

Factores de la crisis sistémica: erosión de la ética y 

        Leonardo Boff*

Seguramente existe un cúmulo de causas que subyacen a la actual crisis sistémica. Ella se ha apoderado de todo el planeta y nos ha puesto en una encrujiada: o seguimos el camino inaugurado por la modernidad a partir de los siglos XVII/XVIII con la llegada del espíritu científico que modificó la faz de la Tierra y nos ha traído incontables beneficios para la vida. Pero al mismo tiempo ésta se ha dado a sí misma los medios para su autodestrucción. Vamos más allá: la forma como hemos decidido habitar el planeta y organizar nuestras sociedades (el capitalismo) con costos altísimos para los ecosistemas y para las relaciones sociales, brutalmente desiguales, nos han llevado a tocar los límites de la Tierra. De seguir por ese camino se nos presenta por delante un abismo aterrador. La Tierra viva tal vez no nos quiera más sobre su superficie porque somos demasiado violentos y destructivos. Podemos sucumbir por el antropoceno, por el necroceno, por el virusceno y finalmente por el piroceno, ocasionados por nosotros mismos y también por la reacción de la propia Tierra viva, herida y vitalmente debilitada, que reacciona de esta forma. 

O si no, en un momento de aguda conciencia ante la posible desaparición de la especie, el ser humano da un salto cuántico en su nivel de conciencia, cae en sí, se da cuenta de que puede realmente llegar al fin de su aventura planetaria y cambia forzosamente y define un nuevo rumbo.

Ciertamente esto no se hará sin una crisis fenomenal que se puede llevar porciones significativas de la humanidad, comenzando por los más vulnerables pero sin exceptuar a los más pertrechados. Así ocurrió en tiempos prehistóricos del planeta, en los que hasta el 70% de la carga biótica desapareció definitivamente.

¿Cuál será el rumbo? Estimo que ni sabios, ni científicos ni maestros espirituales sabrían indicar la dirección. La humanidad, unida ahora por el miedo y por el pavor, más que por el amor al futuro, percibirá que puede haber llegado al fin del camino andado. Mirará alrededor y descubrirá una senda a ser recorrida y construida por el andar de todos. “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar” nos enseñó un poeta español desesperado, huido de la persecución franquista. Desde dentro de nuestra esencia humana tendremos que sacar las inspiraciones y sueños que nos consoliden el nuevo camino.Viene a propósito esta frase de Einstein: la idea que creó la crisis actual no puede ser la misma que vaya a sacarnos de ella. Tenemos que soñar, crear, proyectar utopías viables y abrir caminos nuevos. Las ciencias de la vida nos confirmaron que somos seres de amor, de solidaridad, de cuidado, a pesar de que siempre nos acompaña una sombra, y debemos ponerla bajo vigilancia. 

Pero antes preguntémonos: ¿por qué hemos llegado a este punto crítico global? Aquí más que un saber científico nos ayuda el pensamiento filosofante. 

Considero, entre otros, dos factores fundamentales: la erosión de la ética y la asfixia de la espiritualidad.

Recuperemos el sentido clásico del Ethos de los griegos pues nos iluminan todavía hoy. Ethos con mayúscula significa la casa humana, es decir, una parte de la naturaleza que separamos y la trabajamos de manera que sea el espacio donde vivir bien. La otra forma es el ethos con minúscula que son las formas de organizar la casa para que nos sintamos bien en ella y podamos dar hospitalidad a quien nos visita: adornar la sala, colocar correctamente las mesas, cuidar la cocina, alimentar el fuego siempre encendido, mantener la despensa abastecida y los cuartos decentemente arreglados. Son las virtudes éticas que dan concreción al Ethos. Pero no sólo, pertenece al Ethos cuidar el entorno de la casa, los vecinos, el jardín, las estatuas de las divinidades. Solo así el Ethos (vivir bien) adquiere forma concreta (ethos). 

Hoy el Ethos es la Casa Común, el planeta Tierra. Durante siglos ha alimentado a la humanidad. Pero con la llegada de la ciencia y la técnica hemos explotado de forma ilimitada e irresponsable sus bienes y servicios de forma que hoy hemos sobrepasado su capacidad de soporte (The Earth Overshoot), la llamada Sobrecarga de la Tierra. Ella es finita y no soporta un crecimiento infinito. El Ethos (vivir bien en la casa) y el ethos, las formas de organizarla, han sidodesestructurados, todo lo que es importante para vivir bien: hemos contaminado las aguas, hemos sobrecargado los alimentos con pesticidas, hemos envenenado los suelos y contaminado los aires hasta el punto de afectar al sistema de la vida natural y de la vida humana. Presenciamos la erosión general del Ethos, del ethos y de la ética. La Casa Común deja de ser común, y se han apropiado de ella élites que tienen tierras, poder, dinero y la dirección de la política mundial. Ellas se han transformado en el Satán de la Tierra.

Tan grave como la erosión del Ethos, del ethos y de la ética en general es la asfixia de la espiritualidad humana. Dejemos claro que espiritualidad no es sinónimo de religiosidad, aunque la religiosidad pueda potenciar la espiritualidad. La espiritualidad nace de otra fuente: de lo profundo del ser humano. La espiritualidad es parte esencial del ser humano, como la corporalidad, la psique, la inteligencia, la voluntad y la afectividad.

Neurolingüistas, los nuevos biólogos y eminentes cosmólogos como Brian Swimme, Bohr y otros reconocen que la espiritualidad pertenece a la esencia humana. Somos por naturaleza seres espirituales, aunque no seamos explícitamente religiosos. Esa parte espiritual en nosotros se revela por la capacidad de solidaridad, de cooperación, de compasión, de comunión y de una apertura total al otro, a la naturaleza, al universo, en una palabra al Infinito. La espiritualidad hace intuir al ser humano que detrás de todas las cosas hay una Energía poderosa y amorosa que sustenta todo y lo mantiene abierto a nuevas formas en el proceso de la evolución. Algunos neurólogos han identificado un fenómeno excepcional. Siempre que se aborda existencialmente lo Sagrado, la experiencia de pertenencia a un Todo mayor, en una parte del cerebro se verifica una fuerte aceleración de las neuronas. Ellos, no los teólogos, lo llamaron el “punto Dios en el cerebro”. Igual que tenemos órganos exteriores a través de los cuales captamos la realidad circundante, tenemos un órgano interior, que es una ventaja evolutiva nuestra, para percibir a Aquel Ser que hace ser a todos los seres, esa Energía misteriosa que penetra todos los seres y los vivifica.

Esa dimensión espiritual de nuestra naturaleza ha sido sofocada por nuestra cultura que venera más al dinero que a la naturaleza, más el consumo individual que el reparto, que es más competitiva que cooperativa, prefiere el uso de la violencia al diálogo para resolver conflictos y ha creado la guerra nuclear y biológica como disuasión, amenaza y eventual utilización, lo que significaría el fin del sistema-vida y del sistema-humano. La violencia y las guerras implican la asfixia de la espiritualidad, intrínseca a nuestra esencia.

Actualmente el eclipse de la ética y la negación de la espiritualidad humana podrán llevarnos a situaciones dramáticas, no excluyendo trágicamente la extinción de la especie homo, después de algunos millones de años de ser amados y nutridos por la Magna Mater, a quien que no hemos sabido retribuirle cuidado, reverencia y amor.

No por eso desesperamos. El universo guarda sorpresas y el ser humano es un proyecto infinito, capaz de crear soluciones para los errores que él mismo cometió.

*Leonardo Boff ha escrito con Mark Hathaway, El Tao de la Liberación: una ecología de la transformación, en varias lenguas,Vozes 2010, que mereció en USA la medalla de oro en ciencia y nueva cosmología

Traducción por José María Gavito Milano

asfixia de la espiritualidad