Contra el olvido del Espíritu Santo

En un artículo anterior nos esforzábamos por rescatar la dimensión del “espíritu” muy ahogado en la cultura materialista y consumista de la modernidad. Ahora queremos rescatar la figura del Espíritu Santo, siempre al margen u olvidada en la Iglesia latina. Como es una Iglesia de poder, convive mal con el carisma, propio del Espíritu Santo. Él es la fantasía de Dios y el motor del cambio, todo lo que la vieja institución jerárquica no desea. Pero Él está volviendo.

El Concilio Vaticano II afirma enfáticamente: «El Espíritu de Dios dirige el curso de la historia con admirable providencia, renueva la faz de la Tierra y está presente en la evolución» (Gaudium et Spes, 26/281). El Espíritu está siempre en acción. Pero aparece con mayor intensidad cuando se producen rupturas instauradoras de lo nuevo. Cuatro rupturas, cercanas a nosotros, merecen ser mencionadas: la realización del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965), la Conferencia Episcopal de obispos latinoamericanos en Medellín (1969), el surgimiento de la Iglesia de la Liberación, y la Renovación Carismática Católica.

Por el Vaticano II (1962-1965), la Iglesia acompasó su paso con el del mundo moderno y sus libertades. Especialmente estableció un diálogo con la tecnociencia, con el mundo del trabajo, con la secularización, con el ecumenismo, con otras religiones y con los derechos humanos fundamentales. El Espíritu rejuveneció con aire nuevo el crepuscular edificio de la Iglesia.

En Medellín (1968) se puso a caminar con el submundo de la pobreza y de la miseria que caracterizaba y sigue caracterizando al continente latinoamericano.  En la fuerza del Espíritu Santo, los pastores latinoamericanos hicieron una opción por los pobres y contra la pobreza y decidieron llevar a cabo una práctica pastoral que fuese de liberación integral: liberación no sólo de nuestros pecados personales y colectivos, sino liberación del pecado de opresión, del empobrecimiento de las masas, de la discriminación de los pueblos indígenas, del desprecio por los afrodescendientes y del pecado de la dominación patriarcal de los hombres sobre las mujeres desde el Neolítico.

De esta práctica nació la Iglesia de la liberación. Ella muestra su cara en la apropiación de la lectura de la Biblia por el pueblo, en la nueva forma de ser Iglesia de las comunidades eclesiales de base, en las diferentes pastorales sociales (de los indígenas, los afrodescendientes, de la tierra, la salud, los niños y otras) y en su reflexión correspondiente que es la Teología de la Liberación.

Esta Iglesia de la liberación creó cristianos comprometidos políticamente del lado de los oprimidos y en contra de las dictaduras militares, que sufrieron persecuciones, encarcelamientos, torturas y asesinatos. Es posiblemente una de las pocas Iglesias que puede contar con tantos mártires, como la hermana Dorothy Stang e incluso obispos como Angelleli en Argentina y Oscar Arnulfo Romero en El Salvador.

La cuarta irrupción fue el surgimiento de la Renovación Carismática Católica en Estados Unidos desde 1967 y en América Latina desde los años 70 del siglo XX. Ella trajo de vuelta la centralidad de la oración, la espiritualidad, la vivencia de los carismas del Espíritu. Se crearon comunidades de oración, de cultivo de los dones del Espíritu Santo y de asistencia a los pobres y enfermos. Esta renovación ayudó a superar la rigidez de la organización eclesial, la frialdad de las doctrinas y rompió el monopolio de la Palabra, en poder del clero, abriendo espacio a la libre expresión de los creyentes.

Estos cuatro eventos sólo se evalúan bien teológicamente cuando se ponen bajo la óptica del Espíritu Santo. Él irrumpe siempre en la historia y de forma innovadora en la Iglesia, que entonces se hace generadora de esperanza y de alegría de vivir la fe.

Hoy en día vivimos en la, tal vez, mayor crisis de la historia humana. Es su mayor crisis, porque puede ser terminal. En efecto, nos hemos dado los instrumentos de auto-destrucción. Hemos construido una máquina de muerte que puede matarnos a todos y liquidar toda nuestra civilización tan costosamente construida a lo largo de miles y miles de años de trabajo creativo. Y con nosotros podrá morir gran parte de la biodiversidad. Si esta tragedia ocurre, la Tierra continuará su camino, cubierta de cadáveres, devastada y empobrecida, pero sin nosotros.

Por esta razón, decimos que nuestra tecnología de muerte ha abierto una nueva era geológica: el Antropoceno. Es decir, el ser humano se está mostrando como el gran meteorito rasante amenazador de la vida. Él puede preferir autodestruirse a sí mismo y dañar perversamente a la Tierra viva, Gaia, a cambiar su estilo de vida y su relación con la naturaleza y con la Madre Tierra. Como una vez en Palestina los judíos prefirieron Barrabás a Jesús, los enemigos actuales de la vida pueden preferir Herodes a los niños inocentes. Se mostrará en realidad como el Satanás de la Tierra en lugar de ser el ángel guardián de la creación.

En ese momento invocamos, suplicamos y gritamos la oración litúrgica de la fiesta de  Pentecostés: Veni, Sancte Spiritus et emite coelitus, Lucis tuae radio: «Ven Espíritu Santo y envía del cielo un rayo de tu luz».

Sin la vuelta del Espíritu, corremos el riesgo de que la crisis deje de ser una oportunidad de acrisolamiento y degenere en una tragedia sin retorno. En las comunidades eclesiales se canta: «Ven Espíritu Santo y renueva la faz de la Tierra».

Traducción de María José Gavito Milano

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3 comentários sobre “Contra el olvido del Espíritu Santo

  1. Humanidad: s. f.
    Una. La naturaleza humana.
    2 º. La Humanidad.
    3 º. Sensación de clemencia.
             Para la humanidad terrestre de la revelación de otras patrias del firmamento, los fragmentos de la Patria Universal, no debe ser motivo de desaliento cuántos disfrutar de fructífera labor del estudio. 0s desequilibrios que existen en el orbe de la tierra obedecen a una ley de justicia, por encima de todas las cosas transitorias, y, por otra parte, la primera obligación de todo hombre es colaborar en cada minuto de su existencia efímera, en la mejora de la su vecino, consciente de que el trabajo en beneficio de los demás se levantaban.
             Conocer las perfectas condiciones de vida en otros mundos, no para traer alivio fiscal al ideal extremista. Esa verdad debe llenar el corazón humano de estímulos sagrados.
             Salute, para el concierto de la vida, el pecho de sus salvadores que luchan! …
             Soles portentosos, luces policrômicas, mundos hermosos, son envasados ​​por armonías perfectamente que eleva la Entidad Suprema! … (Ver: Nebulosas)
             Más allá del Big Dog, constelaciones Ursa, Hercules, otros dan testimonio de la grandeza divina. Los firmamentos seguimiento continuo con la amplitud etéreo, pero la humanidad, porque Dios es uno, y unir su amor a todos los seres.
       – Emmanuel – 1938
    Este período de humano es devastadores conflictos y vibraciones contradictorias que llegan a nosotros es probable que debilitan cualquier estado de ánimo menos determinado.
    Encarnada y desencarnada participar en batallas destructivas. Es una vergüenza.

    – André Luiz

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  2. Los resultados visibles de la acción del Espíritu Santo, de acuerdo con la concepción judía, son los libros de la Biblia, que han sido, en su conjunto, compuestos bajo su inspiración. Todos los profetas hablaron “en el Espíritu Santo”, y el signo más característico de la presencia del Espíritu Santo es el don de la profecía, en el sentido de que la persona en quien se apoya ve el pasado y el futuro. Según el Talmud, a la muerte de los tres últimos profetas, Hageo, Zacarías y Malaquías, el Espíritu Santo dejó de manifestarse en Israel, pero el Kol Bat (voz celestial) todavía estaba disponible.
    La Torá (los cinco libros de Moisés) dijo haber sido escrito por Moisés a través de una revelación directa de Dios verbal.
    El Nevi’im (profetas) son libros escritos por personas que han recibido un alto nivel de profecía.
    El Ketuvim (Escritos, agiógrafa) están escritos por personas que tienen un nivel más bajo de la profecía conocida como inspiración divina, Ruach HaKodesh.
            Según una opinión en el Talmud, el Espíritu Santo fue una de las diez cosas que fueron creadas por Dios en el primer día (Talmud Babilónico, Hag. 12a, b). Aunque la naturaleza del Espíritu Santo, de hecho, no se describe ninguna parte, el nombre indica que fue concebida como una especie de viento que se manifestó por el ruido y la luz.
            De especial interés es la distinción entre las autoridades judías antiguas:
    “El Espíritu del Señor” (que es el término más común para referirse al Espíritu Santo en el Tanaj)
    y la Shekinah, la presencia de Dios.
            Esta distinción se hace en el Talmud, que nos da una lista de cosas que estaban en el primer Templo de Jerusalén, pero falta el segundo Templo. Esta lista incluye al Espíritu Santo y la Shekinah. La diferencia no está clara, pero parece que la gloria Shekinah era algo más tangible que el Espíritu. Esto podría referirse a la presencia literal de Dios en el Lugar Santísimo, y la presencia de Dios que emanaba de él de alguna manera especial, a diferencia de la presencia del Espíritu Santo, que estaba en muchos lugares en todo el mundo, y especialmente en los individuos. En el Tanaj, sin embargo, esta presencia del Espíritu está reservado para los reyes, profetas, sumos sacerdotes, etc. y no se le da al creyente común y corriente. (Ver: Las sectas secretas)

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